LUIS MONTES EL BOFE (Fragmento)

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Luis sabrá que los momentos felices nos pasan desapercibidos; y aunque mucho después nos demos cuenta que esos ratos eran de pura felicidad.

Corre, suda, medio echa los demonios y en la soledad de las faldas del nevado, con tantita nievecita le baja a las manos hinchadas, respira hondo y saca fuerte la voz: ¡VOY A SER CAMPEON! Nadie lo escucha; es media semana y en la ciudad de Toluca que desde acá arriba se ve chiquita en el caserío, todos hacen que trabajan y aquí, solo en la lejanía aparece un pastor que en el bucólico paisaje cuida cinco borregos.

Se regresa a la carretera puf, puf, para, pone un stop a la carrera que se convierte en trote suave y luego en caminata, llega al Mapa, pero antes en el paradero de automóviles que en día de asueto está repleto, dos puestos de gorditas y peneques lo detienen y una de haba, dos de sesos y un jarrito de tamarindo frío lo levantan. Llega el camión de pasajeros y Luis lo aborda tejiendo sueños de esperanza.

Y con dinero baila el chango. Luis se dedica en cuerpo y alma tres semanas a prepararse, más bosque y subidas y gimnasio, cuida el peso y aliviado de los nudillos golpea aparatos y sin desgastarse en el ring, afina la preparación pues leyendo el record del Antonio  Costeño Langarica… aguas.

Y la pelea estelar de lujo, también de por allá el Chango Eruviel Carmona que pinta para mundial contra un negrito parece que de Colombia.

Teniendo seguros casa, vestido y sustento, Luis se dedicó de lleno y llegando el día de la partida, no cabía de gusto:

– Nosotros llegamos antes. El mar ahí está y nos metemos al agua ¿no?

  • Orale. Simón Don Arthur.

Se fueron en los camiones que recorrían la vieja ruta Ixtapan, Iguala, Acapulco. Cuatro días antes de la pelea, primero un hotelito sencillo y luego dos días antes al Tambuco.

Viajaron el miércoles en la noche. Llegaron a la terminal y de ahí un taxi:

  • Llévanos al mar.

  • ¿Exactamente?

  • Al Revolcadero o a Puerto Marqués…

  • ¿A lo más cercano?

  • Órale.

  • Pues paisa, aquí cerca “Caleta”

  • Yes paisa. Oorale

Se bajaron puf, con todos los arreos boxísticos en dos maletas. Al viejo y al joven les valía: era el paraíso.

  • ¿Aquí?

  • Ora ¿Cuánto?

¡Y la bahía!, los barquitos ahí estacionados y ese ruido de las olas lamiendo la arena ¿Quién por primera vez que lo vio lo olvidó? Y aquí está Luis llenándose las pupilas. Se zafó de Don Arturo y pisando con trabajos la arena como haciendo bending se acercó a la blanca espuma. Dejó que el agua le empapara los zapatos y entonces, sin pedir permiso se desvistió –poca gente, casi nadie- buscó el calzón de baño, se lo calzó y se fue metiendo así nomás, solo hasta las rodillas que le llegara el agua. Sintió que la arena desaparecía y que un remolinito de agua lo golpeaba suavemente y sin saber nadar, ahí se quedó. Iba y venía el mar; la olita le lamía los pies, pero la siguiente le llegaba hasta el muslo con un moretón todavía.

  • Aaah. Don Arthur no se movía. De nuevo Luis alzó la voz Aaah ¡ja,ja!, viendo al cielo.

  

El viejo sintió que el agua podía alcanzarlo y se alejó un poco. Aah, seguía Luis Todo vale la pena por esto. Pensó el mánager. A lo mejor sabía el trozo de verso: La vida se nos va. Es un soplo divino de casi nada. Un efímero instante de luz, una brizna de polvo que navegó en el éter: Un pedacito de tiempo que como vino se fue…

Más o menos una hora duró el amasiato del amor a primera vista de Luis con el mar. Si no estuviera Don Arturo ahí se quedaba todo el día.

Se vistió. Se acercó al viejo, con una sonrisa de niño con juguete, tomaron las petacas y junto a la iglesia de Caleta tomaron un taxi… ni por la mente les pasó que por ahí estaba la Plaza de Toros que se iba a habilitar como ring, ahí donde  años después el diestro Antonio Lomelí, de aquí mero de Aca iba a bordar faenas de antología. 

Alquilaron un hotelito de cuarta, Lupita se llamaba, que por dos días iba a servir de dormitorio nomás porque en la playa iba a ser su campamento; córrele por la arena dorada, metete un poco al mar y otra vez envuélvete en el colchón de arena y lo que quedaba de los golpes se va. Ah, en el mar la vida es más sabrosa y hasta sana las heridas. Trota por la playa y mar.

Don Arturo quería gimnasio, pero al verlo todo feliz trotando, ¿para qué? Y al otro día la blanquísima piel de Luis se fue tostando ahí en la playa de Puerto Marqués y los camarones, ¿suben de peso? Sepa la chingada, pero orita, al enfermo lo que pida y el chamaco revolcándose en la espuma y luego en la arena no necesitaba nada más.

A los dos días salieron de la Casa Lupita y se presentaron al Hotel Tambuco. Se instalaron y de luego los empresarios se presentaron:

  • Como no es arena de box los camerinos son los apartados donde se cambian los toreros. ¿cómo estás? ¿te preparaste al cien?… porque el “Costeño” es perro.

  •  Ah, pal gusto.

  • ¿Mucha playa?, ya estas moreno ¿No conocías?

Don Arturo intervino

  • ¿Y lo que falta de lana? De una vez porque al terminar nos vamos.

  • ¿A que creen que veníamos? Y lo que faltaba de los 20,000, fueron dados.

  • Óorale 5,6,7… 18,19… bien.

  • Ya no nos vemos hasta el domingo en la plaza… llegan como a las cinco ¿no?

  • Así será.

Desde que firmaron el contrato Don Arturo anduvo inquieto: ¿cómo que nos avorazamos?, ese “Costeño” es mucha manta,  a ver si no me lo lastiman.

Luis ni en cuenta: todo lo del puerto le parecía juguete nuevo y en lugar de gimnasio fueron al Yate Fiesta, eso sí, aunque los drinks eran gratis, el viejo fue tajante:

  •  Ni un pinche Vodkita. Ven…

Y en una de las bancas del Yate que le daban la espalda al mar el viejo trajo al chavo y como midiendo el terreno susurró:

  • La pelea va a estar de a peso. Se me hace que vas a salir a noquear.

Luis como que agarró la realidad. Los que hacían cola para volver a llenar con vodka, hielo y refresco de toronja y las parejas con niños ¿ya vieron?… eran turistas, venían a gozar la vida, pero él venía a jugársela. Se le había olvidado pero él venía a darse de chingadazos y aunque ya no le dolía nada podría volver a dolerle.

La gente pasaba riéndose, jugando con la cámara y sacando la islita de hasta allá, la raza mexican–turista, media peda, con las ganas de ver a la virgen temblorosa que como agua a la que mueves se ve allá abajo.

El viejo y Luis, seriones, de pronto cambiaron al buen humor:

  • ¿y qué? Una madrina más, ¿no?, pero lo bailado quien nos lo quita.

  • ¡De veras!

Y vieron a la virgen, a los buzos que les vendieron una estrella de mar y Don Arturo cuando el yate venía de regreso, viendo a los hoteles que bordean la bahía, ni el sabe porqué por fin accedió:

  • Bueno, chavo tierno, chíngate un vodka, ve orita que no hay cola, y me traes una.

  • ¡Juega!

Y a sorbitos, acalorados, dubitativos llegaron al embarcadero. Al bajar se sentaron en una tabla larga que daba al mar. Luis compró dos sándwiches de jamón -¡pinches ratas! Todo es más caro Tons qué, ¿salgo a madrear?

  • Creo que no hay de otra. Vi el record de este costeño y te lleva un kilómetro adelante 

 

  • Se me hace que ellos, el equipo del “Costeño” piensan igual, a noquearme, lueguito…  a ver qué…

La tensión en el box se magnifica porque flota el ¿qué pasará? Es difícil pronosticar en una pelea derecha porque hay, existe, está siempre la incógnita: Como llegas a la pelea, un bazucazo perdido, si lo que se preparó es lo idóneo; a veces es mejor el contragolpe que la pelea cara a cara. ¿Y qué manejas mejor, la defensa o el ataque?