+MARÍA DEL CARMEN MUCIÑO PIÑA Y SU INOLVIDABLE RECUENTO DEL SABOR DE LAS VIANDAS DE HOSTERÍA LA POSADA

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La frase:

Cocinamos con amor, para que comas con conciencia.

Hostería La Posada

Su nombre… María del Carmen Muciño Piña, todo el mundo la conoció y la conoce como Carmelita, fue parte fundamental de un restaurante inolvidable para la ciudad: Hostería La Posada, en donde se cocinaban ricas viandas, ricos antojitos y rica comida. Hay quienes extrañan las tostadas de pollo, de pata o de sesos.

Su ubicación, de gran éxito, estuvo en la avenida Morelos, cuando todavía era de doble circulación. Fue el lugar donde lo mismo comían o degustaban antojitos mexicanos gobernadores como Juan Fernández Albarrán o Carlos Hank González, que el público en general.

En el caso de don Juan, él llegó a invitación de Carmelita, la que además, por hacerlo, ganó una apuesta. Don Juan llegó, degustó y regresó muchas veces.

El profesor Carlos Hank González, solía llegar después de las diez de la noche, caminando, venía procedente de Palacio de Gobierno, camino a Casa Estado de México, en Colón.

Toda una vida deliciosamente contada por Carmelita.

Carmelita

Me conocen, todo el mundo aquí en Toluca, como Carmelita.

¿Cómo nace lo de Hostería?

Fue en 1966, cuando se inauguró la avenida Morelos, que era exactamente de Villada a Juárez, antes era Mina.

Luego mi tío Jorge, el dueño del edificio, Jorge Muciño teníamos un local, un poco más adelante y ahí pusieron mi mamá y mi papá una hostería, podía uno comer o cenar, era lo que más se usaba en aquel entonces.

Cuando se abrió, la inauguró Juan Fernández Albarrán, yo era una niña que tenía como 12 años, eché una apuesta con mi cuñado, a que no vas y le dices a ese señor que está de blanco y con su sombrero que se venga a comer, ¿y quién es ese señor?Juan Fernández Albarrán quien era el gobernador.

Lo jalé por el pantalón y le dije oye, que tú eres el gobernador, te invito un taco y sí, desde ahí fue la historia de La Posada.

El 99.9% de la gente de Toluca, de los que trabajaban en gobierno, todas las dependencias estaban ahí, iban a comer a mi negocio y luego me pedían que abriera un poco más elevada la noche, porque nada más tenemos el permiso, creo que en aquel entonces era hasta las 21:00, nos dieron permiso hasta las 23:00, después llegó el momento que cerrábamos a las cuatro de la mañana.

Fue subiendo poco a poco, después varios gobernadores como Hank González, quien se venía caminando de Palacio de Gobierno a Colón,  pasaba por su tostada de sesos, se la apartábamos o a veces era de pata.

Teníamos pozole, pero era a la antigua, no el pozole que tradicionalmente comemos con mucha química, aquí empezábamos a  hacerlo desde el cacahuazintle con cal, es una tradición que se hacía, lo poníamos a remojar de un día para otro y luego, todos mis hermanos, mucha gente, nos ayudaba a despatarlo, porque eran unos granos grandes con pata. Ese sí era pozole, no como lo de ahora, granos grandes, se dejaba toda la noche, era con pollo.

El pollo deshebrado, pero se le ponía al momento, porque si no se hace baboso, la cocina tiene sus trucos.

Igual los sesos, en Toluca no he comido sesos como su servidora los hace.

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¿Cómo eran? Esos sesos eran buenísimos, lo recuerdo, pero rivalizaban mucho con los sesos a la mantequilla negra que hacía Kurt Vissetti en La Cabaña Suiza.

Sí, él era uno de nuestros clientes, todos ellos formaban parte del 99.9% de la Toluca de aquel entonces, como los Mena, los Pons, los Sánchez, todo el mundo iba a mi negocio.

El secreto para hacerlos, soy muy mala para dar recetas, soy lírica, puedo decir que me mete usted a la cocina, igual los Chiles en Nogada, no veo recetas, eso me lo enseñó mi mamá.

Tengo el orgullo que tiene mi mamá, cumplió 90 años, el 18 de agosto y vamos a hacer una pequeña fiesta el 30 de septiembre, pequeña porque la pura familia somos 150 personas. Doña Elenita murió hace unos días a la edad de 94 años.

La pura familia y son nietos, bisnietos y de todo tiene mi madre, pero los sesos, el chiste es saberlos hacer y limpiar. Los veo que los hacen, pero salen negros, por la sangre,  los limpiaba, los poníamos diez o 15 minutos con leche, para que se blanquearan, hay que saberlos limpiar, eso también va con la Sopa de Médula.

Poco guiso, pero cuando lo hago, mi nuera me decía, doña Carmelita esos Chiles en Nogada, somos tres, usted me enseñó a comer bueno, eso no sabe bueno.

Hay que tener el relleno, es lo primordial, de los Chiles en Nogada es el piñón, el picadillo hay que saberlo hacer, el plátano macho, el tocino, poco, cebolla finita, la nuez, hay que saber hacer la nogada, que es lo más rico.

La nogada se hace con crema, queso y la nuez de castilla, pero a la nuez hay que limpiarla y quitarle todo para que se vea blanquita, hay que ponerla en leche, no mucho, porque si no se le quita el sabor, todo tiene su chiste, luego la granada.

Hablando de los sesos tiene cinco ingredientes, el jitomate, la cebolla, el chile verde picadito y el epazote, pero tiene que ser  epazote criollo, no el normal, mucha gente dice por qué el normal no, porque tiene sus sabores, es como los frijoles negros, si no le pone el epazote no saben a frijoles.

¿Con qué cuñado apostó?

Mi cuñado, el esposo de mi hermana la mayor, aposté cien pesos, es Miguel Pérez.

¿Cómo reaccionó don Juan, el gobernador?

Un hombre serio. Comprometido, me cargó, me abrazó, tenía mi pelo negro con unas trenzas, era gordita, siempre he sido llenita; simpatiquísimo, me abrazó y entró al negocio;  lo primero que dijo, a ver ¿dónde está el cuñado?, ¡páguele los cien pesos!, en aquel entonces 100 pesos eran como diez mil pesos de ahora, muchísimo dinero, mi cuñado todo rojo, rojo, me dio mi dinero, ¿no qué no iba a venir?, de ahí le caí simpática.

Así pasó y desde ahí fue una suerte, porque mi padre decía que más vale suerte que dinero, desde ahí una fama increíble, porque toda la gente iba y los tratábamos bien, desde el barrendero, hasta los grandes que iban, en aquel entonces, conocí a muchísima gente.

Por mencionar algunos, si los omito, no es porque quiera, sino porque no me acuerdo a veces. El licenciado Enrique Díaz Nava, Sixto Noguez, Jaime Vázquez quien en aquel entonces era el secretario de don Enrique Díaz Nava, Germán García Salgado, de todo.

El profesor, y tuve la fortuna de ser amiga y sigo siendo amiga de sus hijos Ivonne, Marcela, Carlos y Jorge, tengo la fortuna de verlos, no nos vemos seguido, pero cumplimos de hacerlo una vez al año, voy a Virreyes a México, a su casa, les llevo tamales canarios, y les hago un platón de sesos, porque a doña Lupita le encantan.

Don Carlos hacía sus posadas en Santiago Tianguistenco, tuve el honor de llevarle muchas cosas de comida, hacía cantidades enormes que el mismo pueblo le daba, pero modestia aparte, lo que yo le hacía era para sus invitados que estaban adentro de la casa.

Pasaba caminando, sencillo, un hombre muy guapo, alto, igual a Carlos su hijo, Cuauhtémoc fue muy guapo, era el que más se parecía a él, tiene que falleció, la edad de Pedro mi hijo, 33 años, tuve la fortuna de que los conocía.

Tengo todavía a Jorge, lo veo a veces o en Navidad y nos acordamos de las épocas de cuando éramos jóvenes, Jorge tenía su zoológico en Zacango, nos llevábamos todos bien, éramos tolucos, don Carlos un hombre muy atento, luego me decían que estaba enamorada de él, porque era muy guapo, yo era una niña.

El que sí me decía que estaba enamorada de él era Juan Muciño Labastida, mi primo, decía tú estás enamorada, nada más me hacía burla, llegaba con Carlos y ya hasta lo esperábamos, él salía en promedio de palacio, entre 11 y 11:30 de la noche, a raíz de eso, nos dieron permiso de ampliar el horario, porque ya no había nada en Toluca a esa hora, lo único que había era el negocio de la señora Andrade que estaba en Hidalgo, al igual que Caleta, eran los únicos.

El Palenque famoso, después se puso enfrente de nosotros, de La Posada, justo cuando ya casi cuando íbamos a cerrar, pero cuando estaba, exactamente don Carlos pasaba y siempre venía caminando y traía una escolta, ya no había coches en Toluca, usted sabe que Toluca no era nocturno, y alguien que saliera a las diez de la noche, era porque trabajaba en gobierno.

Llegaba caminando, porque decía que sus piernas se le aflojaban de estar sentado, se pasaba lo que era Villada, donde estaba el edificio del PRI, mi papá siempre se reía, porque estaba la iglesia, Santa María de Guadalupe, el PRI y la otra iglesia, que es de otra religión, mi papá se atacaba de la risa.

Después de ahí estaba la Notaría de la licenciada Remedios Albertina Ezeta, luego enfrente vivía su hermana, le estoy hablando de aquella época y ya después estaba el edificio que es de mi tío Jorge Muciño, entre ellos, todos nos saludaban, porque se acuerdan de La Posada.

Todos los que están allá, todos ellos eran mis clientes, no había uno que no, el padre, aquí estamos, populares.

Hablando mal de la iglesia, todos los sacerdotes se van a condenar y por una pata han de empezar

¡No es cierto! Usted cree eso padre, le pregunta a monseñor Guillermo Fernández Orozco, quien en ese momento llegaba al sitio de la conversación.

Era muy bonito, nos conocíamos todos, la tradición de La Posada era que se abría a la una y media de la tarde, empezábamos a dar comidas, luego de las comidas descansábamos de 4 a 6, porque empezábamos a hacer los tamales.

Su servidora era la que los hacía, no me tenían que hacer enojar, porque los tamales son muy celosos, esos los hago lírico, no me lo crea, pero ni mis hermanas ni nadie sabe, tengo una nieta que su abu Concuna no da recetas, los hace a la carrerita.

Mi hijo me ayudaba y no le sabe, y no se cocen, tengo que hacerlos yo, porque si usted me ayuda a menearles, se corta, ¡es en serio!

Digo voy a hacer tamales, pero los hago yo, hago la pantomima de mi nieto, le hago que le vacío un huevo y ya.

Soy como la Chepina Peralta, que sale el tamal, dice mi nieta, ¡qué ricos los hiciste!, eso para los tamales.

A don Carlos le gustaba mucho la tostada de pata, pero la tostada tradicional de pata, yo sufro cuando voy a comer a algún lado con mi hijo, porque llego y le digo, ¡nos vamos!, mamá ¿por qué?, es que huele a agrio, se les ha de haber echado a perder algo.

En efecto, nos sentamos y la salsa estaba fermentando. Tengo muy buen olfato para detectar eso, la pata hay que saberla hacer, desde preparar el vinagre.

Nosotros lo hacíamos, sé preparar el vinagre, el vinagre es un bote de cerveza de madera, con agua, con piña, se le pone piloncillo del güero, no del moreno, todo tiene su ¿por qué?

El moreno es para el café de olla, el güero para el vinagre.

Ya ve que venden las barritas y teníamos un machete, hay que pegarle, es un arte, la cocina es un arte.

Lo poníamos y luego la piña la limpiábamos y le quitábamos lo que era la cabeza, esa se echa a perder, pero nada más la pura piña, pero ojo, no se tiene que poner lo de abajo, porque también se fermenta.

Tiene su chiste, era el vinagre, luego la pata normal, pero saberla cocer, luego dejarla enfriar, luego picarla en pedacitos, pero demasiado chiquitos, luego se hacía el chipotle de casa o casero.

Todavía hasta la fecha lo hacemos, su servidora hace las rajas y el chipotle para hacer cualquier guisado, luego los enfrascamos, los que venden en la Vaquita Negra mi familia se dedica a hacerlos, pero nosotros poco, pero el chipotle son los güeritos hay que saberlos hacer.

Sí pican, pero es un picante ligero. Eso de que no puedas y te quema la lengua.

Pican, pero que sea delicia, no sacrificio.

Era nada más la pata, lechuga muy finita, uno de mis hermanos, Pancho, se llama Agustín Raúl, pero mi abuelito le puso Pancho López y se le quedó el Pancho, él rebanaba la lechuga, no como ahora que son de máquinas, finita la lechuga, era de bola, la que se hacía.

Era la pata, tantita lechuga, el orégano, pero el chiste, era poner la mano y con la mano, pero teníamos que poner, era el puñito y era exactamente lo que se le iba a poner a la pata, y las patas tienen el orégano, la cocina es un arte para hacerla y tiene pocos ingredientes, era la pata, lechuga, tantita cebolla, media pisquita de ajo, pero crudo, y el chipotle. Eso era la pata.

Luego el carnero, lo poníamos con los cinco chiles, no me crea, pero varias de mis sobrinas, Marisol a mí me dicen la tía Concuna, ¿dime cómo y contesta?, pues cada quien no damos la receta.

El picadillo es muy sencillo también, son cosas que no son tan laboriosas, pero el chiste es el cariño y cómo se hace. Luego decían mi papá y mi mamá, la mano.

Usted nunca me verá con uñas largas, tengo mis uñas que voy a que me las corten, no puedo andar con uñas largas por la costumbre de guisar el picadillo, el carnero, los riñones, hay que saberlos hacer.

Es un arte, porque los riñones, la orina, huelen horrible, hay que saberlos hacer, los riñones se pican, los cortábamos, se le quitaba el corazón y luego los poníamos a cocer con cerveza.

La cerveza, le quitaba el olor al riñón y tenía su punto, porque no se podía hacer ni muy conocido, porque se hacían huaraches, en el momento en que hierven se le ponía la cerveza y tenía que estar viéndole, meneándole, cuélalo, sácalo y luego ponle medio litro de leche, déjalo reposar media hora, sino los riñones huelen a orines.

Tenía un sabor muy fuerte, era igual, nada más se pica cebolla, jitomate, chipotle, hierbas de olor, que puede ser el tomillo, laurela mí pónganme las cosas y yo lo hago.

Mi hijo decía, mamá es que no acabas de decir las cosas, es que yo no sé escribirlo, a mí ponme en la cocina y déjame sola y en dos horas te hago los mejores chiles rellenos de Toluca.

O sea el buen sabor coincidió con la apertura de una calle grande de Toluca.

¡Sí! Ya estábamos antes, estaba Juárez, la Terminal, pero estaba un poco más chica y mi papá tenía su consultorio un poco antes de Morelos, era la panadería, El Mejor Pan, de los González, era una casa grande, vieja, antigua y mi padre rentaban ahí para tener el consultorio de dentistas y junto, se llamaba entonces La Fogata y ahí empezamos.

Cuando era el desplome, porque se iba la Terminal y luego abrieron lo que es Morelos hasta Villada, y nosotros vivíamos hace muchos años en Pedro Ascencio en donde estaba la escuela Luisa Maldonado, luego de ahí hubo mucha influencia de locales, era lo mejor, iba creciendo la ciudad.

Pedro tiene una foto de lo que fue La Posada en aquel entonces, que nos patrocinaba la Carta Blanca.

Hago visita social, mucha gente, de muchos que ya no están con nosotros, alguien que sí me quiso y me estimó mucho fue el señor Galán, tengo recuerdos muy bonitos, porque en aquel entonces era muy difícil la situación y me acuerdo que llegó y le dijo a mi papá, oye Efraín, tengo un refrigerador te lo voy a mandar, y lo mandó para la casa, hay detalles que nunca se olvidan.

¿Nunca coincidieron en la esquina, con la cocina económica de doña Rosita Sánchez?

¡Sí!, estaba en Villada y Morelos. Doña Rosita, pero aquí don Carlos las apoyó mucho a ellas, después se pasaron un poco más adelante por Bravo, en Matamoros y después se puso en el pasaje de la ex Concha Acústica, pero ya la señora estaba un poco grande y sus hijos no siguieron con el negocio y después se fueron a San Felipe Tlalmimilolpan, pero no lo siguieron.

La comida tiene su chiste. Es un chiste saberlo, mi papá decía que no era tener un negocio, era saberlo sostener, ahora desafortunadamente mucha gente me extraña, dice que lo vuelva a poner, sí lo pondría, si tuviera un socio capitalista que me comprara el local, porque en un negocio lo que te come es la renta.

Yo tengo uno, si se anima.

Es un negocio noble y aquí en Toluca, me espanto de ver las cantidades, un pozole, lo que cuesta.

Mi negocio fue muy próspero, muy rico, pero esto como buffete, si vas a pagar el lujo de comer el pozole, en aquel entonces lo más caro que lo di fue a 15 pesos, ahora es un pozole que vale 150.

¿Fue negocio?

Sí fue negocio por la cantidad y calidad. Teníamos un promedio, comprábamos diario, de pechuga de pollo, 150 kilos, eran tres ollas de pozole de un promedio de 90 a un metro, tres ollas diarias, la gente iba.

Hacían fila.

No me está mintiendo, ¿está diciendo la verdad?

Mi hijo Daniel dice no exageres, es cierto, los viernes y sábados el negocio fue familiar, todos los Mena, el contador, sus hermanos, todos ellos iban con sus hijos, llegaban a ver, les daba una libreta, empezaba por palitos, los platos y les daba de carnero, de pollo a los niños.

Viernes con viernes, luego el domingo, eran fabulosos, porque nos íbamos a la Alameda, de las 12 a las tres, luego nos íbamos a comer a  La Posada, luego de las cinco a las seis y luego nos íbamos al Teatro Morelos a la función.

Luego de ahí acababan en La Posada para cenar, eso era la tradición de Toluca en aquella época, mucha gente que me conoce dice ponla otra vez. No la pongo, porque en el momento que la ponga, modestia aparte, es una gallina de los huevos de oro, pero te van a robar.

La Posada tiene que ser como un tipo del que estamos aquí, que se hace tradicional, todo bien hecho, son recetas que no se dan, que no pueden salir, sino ¿de qué sirve?

Lo que le pasó a las señoritas Millán, su empleada tiene su negocio en la colonia Sánchez y creo que da el pan a 50 o un peso más barato y la gente va, aquí no es el chiste, es como los Bísquets Obregón.

Parte de la familia

¿Cuántos años duró?

La Posada, 30 años.

¿Por qué cerró?

Porque creció la familia y ya no era negocio, le dábamos, luego me caso y no me fue tan bien en el negocio, entonces opté por decir, me caso en el 80 y lo cierro en el 83, cuando Pedro nació. Dije, voy a trabajar para mi hijo.

¿Qué más recuerda?

Había un señor, la vida da muchas vueltas, su hija es consuegra de una de mis hermanas, de los Díaz, era una mujer, dicen que era muy guapa en mi época, me ponía a atender las mesas, era mi negocio y luego a muchos les decían, me dejan mi propina, por favor; y de propinas me compré mi coche en 1974.

En aquel entonces, era un Volkswagen, 24 mil pesos, era menor de edad y mi papá con mi tío, Nacho Montesinos fui con ellos y dice, aquí está tu hija que quiere un coche, pero es menor de edad, mi papá se salió y firmó, en aquel entonces.

Luego los Díaz decían, estos señores, qué pesado, esos ojos tan bonitos me los voy a robar y yo bien seria, qué cuántos pozoles van a querer, ahí va a empezar, medio pozole para cuatro, era yo muy especial, ¿pozole para cuatro? y su señora muy seria, no Carmelita nada más nos prestas dos platitos aparte, va a ser un pozole para dos.

Entonces me decía es que no doy medios, yo me enojaba, pero si les cobraba un poco más, voy a balconear, porque decía pagaba, el 90 por ciento nos pagó con mucho gusto, cuando los Mena, el contador y su rancho ahora creo que ya no las hace, antes hacía sus posadas en San Andrés y su servidora íbamos, era tan lindo, porque nos ponía un puesto, le hacíamos las posadas, pero en aquellos años.

Hasta la fecha, una ocasión que los encontré, no sea mala haga pozole, me puse con una de mis hermanas, fuimos a llevarle, fascinado, que en realidad eran muy pocas cosas.

Todos los nombres que no puedo decir, pero sí iban exclusivamente al picadillo, que no pica, que se lo puede comer alguien grande, en mi negocio no te comes una tostada, te comes diez, porque dan unas tostaditas de tortillas de a mano, ahora los quieren vender a 25 pesos años después, una de pata, sí lo vendería en eso, pero sería la calidad.

Se podían hacer, siempre le he dicho a mi hijo, me encantaría poner una como franquicia, pero de hacerlo porque es artesanal y la gente lo valoraría, gente de antaño, que luego platican las anécdotas de Toluca que iban a La Posada. Ahora donde trabajo mucha gente que va y me ve, le platican, mira ella es Carmelita, todavía me recuerdan aunque las hijas ya se casaron.

Me acuerdo que regalaba una paleta Champs, ahora son Tutsi, les daba una paleta a ellos, luego una temporada cuando una de mis hermanas se casa con un jugador del Toluca, Ramón de la Torre, ella se va a vivir a San Luis Potosí y de ahí se nos ocurrió traer las mentas.

Entonces cuando terminaban de comer, les daba con todo respeto, les dejo una mentada, sí Carmelita, una mentada, pero de menta.

Luego fue muy bonito, todos los jugadores del Toluca de aquella época, Héctor Eugui, Italo Estupiñán, Vicente Pereda, Mario Medina, Walter Gassire, muchos fueron mis pretendientes, uno de ellos que es compadre de mi cuñado, se fue a Guadalajara, varios de los jugadores.

Otro era, que me trajo de Uruguay, eran minifaldas, allá se les llamaba polleras, era  Jorge Coch, güerito, chaparrito, decía vamos al futbol, qué flojera, a mí no me gustaba, el señor Jesús Fernández me decía, Carmelita, tenía yo mi palco, en aquellos años iba, llevaba a mi hermana, le llevo siete años, más chica que yo, Paty, la llevaba, resulta que obviamente fuero novios y andaba Mario Medina y mi cuñado en Juárez, en el edificio de los Mondragón, de la zapatería Mona Lisa, quiero decirle que son primos de mi papá, son Cruz, pero yo ya no llevo al apellido, mucho pariente, también los de la botica La Moderna.

Morelos era doble sentido, Villada doble sentido, Juárez igual, entonces me acuerdo una ocasión que Italo Estupiñán traía un carrazo, Mustang Match 351, rojo, de esos grandotes, tenía la costumbre, vivíamos en la colonia Sánchez, saliendo me venía por lo que era Agustín Millán y me bajaba el puente de Hidalgo, ya ve que estaba el río, se veía, me venía caminando, pasaba por la Alameda, pero cómo vendría que luego, luego me veían y Estupiñán chocó, por verme, es una anécdota.

Le dejaba en aquel entonces una televisión blanco y negro, chiquita, se la deja a mi hermano, Efraín, choqué, pero es que vi una vieja, muy bien, yo salgo y el otro me sale, porque era yo demasiado, modestia aparte, se oye mal que lo diga, pero creo que fui una de las mujeres guapas de aquella época.

Le voy a mencionar cinco nombres, espero que usted me diga: la Cuquis Mena, Lourdes Curi, Rosa Valdés, Lourdes López y su servidora.

¿Las cinco paraban el tráfico?

Son amigas un poco más grandes que yo, siempre me llevé con amigas un poco más grandes.

Cuando nos llegamos a ver, Esmeralda, Pani Yamil, Lourdes López, le estoy hablando de aquella época que las fiestas eran Rotarac, los Caballeros de Colón, eran las tardeadas, porque no había discotecas como ahora.

En esa aspecto éramos las chicas, en paz descanse Vicente Lechuga, andábamos en las motos, nos gustaba.

Eran PipoPoncho, NachoSergio López, el Bombón su hermano, Miguel; entre ellos uno de mis pretendientes, el Bombón.

Me pongo a platicar con mis hermanos, con Panchito que es el dueño de la discoteca que antes se llamaba Boss y ahora es Mambo Café, en broma, es que Carmela tuvo, por respeto a sus familias no digo sus nombres, pero como 50 pretendientes de aquella época, me casé con el peor, pero no importa, no me arrepiento.

Me casé con alguien que lo quise mucho, nos llevamos muy bien, nos llevamos como novios, muy bien, el papá de mi hijo, Pedro García Iniestra, es igualito a él, a mi hijo.

Donde trabajo acabo de ir a ver, que ya me pienso jubilar, lo de mi pensión y me dice una de las chicas que está en una vitrina, y una de las secretarias platica, a mí cómo me hubiera gustado casarme con alguien, me volteo y le contesto, no te hubieras perdido de nada, ese fue mi marido, doña Carmelita, ve el apellido, la foto de mi hijo y ve cuando era joven, es igualito.

Hay cosas que creo que si hubiera seguido con Pedro, no tuviera al Pedro que tengo ahora, mi hijo fue muy estudioso.

Yo nunca imaginé que hubiera sido hijo de él.

Es al revés, eduqué a mi hijo, siempre he dicho y estoy orgullosa de él, soy una mamá divorciada, en aquel entonces el divorcio era pecado, separada 33 años, él hizo su vida, pero yo jamás, vengo de una familia tradicional, me dediqué a mi hijo y de los ocho hermanos que somos, le puedo decir que soy la que he trabajado para mi hijo.

Daba todo por él y nos íbamos a México a comprar libros, a Chapultepec, Fausto es mi hermano, vengo de esa familia, son tremendos.

Son cinco hermanos, soy una de las más chicas. Es Fausto, Juan Carlos, Efraín, Agustín Raúl, su servidora, Eduardo y Paty, somos ocho hermanos.

Soy la única que me quedé con un solo hijo, lo saqué adelante trabajando, he trabajado toda mi vida, tuve los comedores, hice muchas cosas, omito nombres, muy lindos conmigo, una persona que ha sido mi hermano, mi papá, mi todo y gracias a él he hecho muchas cosas, trabajar.

¿Le lloró al negocio cuando lo cerraron?

Mucho, lo sigo añorando, sería para mí lo máximo: volverlo a tener.