Mariposas, camino por la calle

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La tarde cae lentamente en mis desteñidos cabellos. A lo lejos se escucha el crepitar de la catedral; anuncia las seis. Mientras respiro el smog que se desprende del autobús, el ruido de la urbe devora mis pasos.

Las mariposas sólo se enredan en mi mente. Hay días en los que me entretengo en cazarlas para hacerlas polvo y venderlas como tónico en la iglesia el domingo.

A veces, imagino que la ciudad combina conmigo, porque soy oscura y caótica; que por mi epidermis circulan los autos y los embotellamientos son gotas de lluvia resbalando y que el ruido de los motores, se mezcla con mis latidos.

Pero últimamente, soy consciente de que vivo con la sensación que el auto no se hizo para mí. Siento que, en cualquier momento, los fierros se incrustarán en mis entrañas.