Nilton Maa: El juego de la bestia

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Ya huele a otoño en Nueva York, lo cual me inspira a hacer un breve desvío en la tradición de mis columnas. Esta semana, quiero compartir con ustedes una reseña bastante interesante escrita por el poeta madrileño Miguel Foronda, quien celebra el lanzamiento del último poemario del prometedor poeta peruano Nilton Maa, ¿Qué bestia escoges hoy para morir?

La presentación tuvo lugar el 17 de este mes en La Nacional Spanish Benevolent Society, un espacio que vibró con la temperatura de la poesía, junto a Mar Russo directora y Editora de Nueva York Poetry Press, que publica este libro como parte de su colección Vísperas del sueño.

Para no perder la costumbre, acompañaré la reseña con una selección de poemas de Maa, que espero les inviten a reflexionar sobre las complejidades de la existencia que aborda.

Ale Pastore

Escribe: Miguel Foronda 

     En una de las acepciones de la palabra bestia, encontramos un juego francés de naipes cuyos orígenes se remontan a 1619, año en que se referencia en la literatura como una variación de otro juego español llamado hombre. Una de las adiciones a las reglas del juego en su proceso de transmutación de hombre a bestia es la necesidad de hacer apuestas en cada ronda, lo cual cada jugador decide con base al azar dictaminado por las cartas. Es esta una de las posibles lecturas que se pueden hacer del poemario más reciente del poeta Nilton Maa (Lima, Perú, 1988), titulado ¿Qué bestia escoges hoy para morir? (Nueva York Poetry Press, 2024). Escritor, editor y gestor cultural de ascendencia tusán residente en Nueva York, Nilton Maa ha publicado también las novelas Imperio de sombras (2020), Cuando muere la niebla (2022), y el poemario Mientras caen mis hojas (2021).

 

¿Qué bestia escoges hoy para morir? se plantea como un avance en la trayectoria poética del autor, quien nos propone un poemario compuesto por medio centenar de poemas en los que lo corpóreo y lo físico toman un protagonismo evidente, a veces nombrado directamente para mirarlos de frente en este cuerpo retorcido que abandonas, / siento tu bosque (p. 35) y a veces a través de la metonimia que busca cartografiar las coordenadas del daño ahora que tu peso enmudece / el grito de mi carne (p. 65). Unifican la colección de versos el deseo, la búsqueda, la cimentación de una realidad elusiva a la luz tenue de la noche, imagen especular de la urbe en perpetua construcción que es Nueva York: de un amor que se esfume / al contacto de la luz, cuando amanezca (p. 21), donde se nos somete a una exposición constante desde la vitrina del deseo: Así son las noches en mi ciudad / donde los muros nunca callan (p. 68). Maa se extraña ante la ciudad en sus momentos de reposo, pues la concibe como una entidad más, tercera actriz en este bestiario de la madrugada: ¿Qué hace el cielo sin sus pájaros / o estas calles libres de alimañas (p. 69)

 

Si en Mientras caen mis hojas el autor nos ofrecía una contemplación nostálgica encapsulada en forma de álbum familiar, se aprecia en ¿Qué bestia escoges hoy para morir? una mirada más cruda que busca la connivencia del lector toda vez que el sujeto poético tiende una mano que es puente y trampa simultáneamente. Una voz en segunda persona cobra presencia según se avanza en la lectura, que interpela a desconfiar del prisma con que se lee cada poema al maquillarse de pregunta retórica con afán de confabulación: Vuelvo al cuerpo caído / que no muere por saciar el hambre / […] ¿Qué bestia escoges hoy para morir?. Sin embargo, se percibe una redención (o deseo redentor) con los hados, que tal vez aparezcan con otra cara y otro nombre al despertar, al borrarse el maquillaje: pronunciando mi nombre y no el tuyo, / porque el tuyo será otro mañana (p. 91).

 

Para apreciar bien las sombras, es preciso iluminar la escena con el foco y la intensidad adecuados, y Maa modula ambos con maestría para dejarnos elegir el animal en que deseamos reencarnarnos y la apuesta que estamos dispuestos a jugar cada noche: la bestia tierna y desolada que tiende el señuelo de la propia emboscada Hoy te recibo cargado de estrellas / […] no buscaré tu silueta (p. 75), o la bestia sorprendida que devora las horas cediendo el control a la oscuridad por unos instantes: ¿Qué es esta voz creciendo en mi cabeza? (p. 32)

 

Leer este poemario de Nilton Maa es adentrarse en la madrugada neoyorkina y sus recovecos, dejarse vencer cada vez por la sensualidad y la seducción del peligro: ¿quién es el monstruo que nos observa callado desde el reflejo del neón en los charcos? En una suerte de juego de desdoblamiento en el que no se sabe ya si los adversarios son hombres o bestias en el azar de la noche y sus sombras, las calles dictaminan cómo afrontaremos la batalla por los márgenes del día.

Poeta peruano Nilton Maa

 

Selección de poemas 

¿Qué bestia escoges hoy para morir?

 

OQUEDAD

 

de mi ser,

oquedad de mi voz, 

oquedad,

oquedad

de mi pecho vacío,

de tu boca sin voz; 

oquedad que me envuelve, 

que disimulo con gracia. 

Oquedad que se expande 

y me deja solo la piel. 

Oquedad de tu nombre, 

de ti sin más,

que te vas y me dejas

con el vacío que crece 

oprime

gobierna

estremece

me empuja de nuevo 

hacia mi propia oquedad.

 

***

 

 

ESPEJO NOCTURNO

 

Mi cuerpo habita un vacío,

mi cuerpo respira y sonríe;

con ojos ciegos explora una cavidad, 

dolor que atenaza las manos, 

amordaza esta boca que gime,

este cuerpo que cruje.

 

En mi pecho crece un ser extraño: 

criatura que extiende mis brazos, 

domina mi voz,

me empuja a ser

quien nunca fui.

 

***

 

 

DESEO VACÍO

 

El sexo transcurre desprovisto de amor, 

como los cuerpos inermes

a merced de la noche.

 

Felar

es un verbo inconjugable 

con tu nombre, en los filos 

herrumbrosos de esta pared.

 

Canto ahogado, sin sonido 

sin musicalidad, sin son. 

Mi deseo yace sin rostro, 

sin contacto, sin deleite 

del que hace de aguas 

los vientres y los nabos.

 

Qué vacíos se han quedado 

nuestros ojos;

qué insensible que anochece 

nuestra piel.

 

***

 

 

ILUSIÓN DE TI

 

Yo no imagino la calle 

sin el roce casi dulce 

de tu sonrisa;

        aun así, 

voy por la acera,

camino contra el viento buscándote en rostros contritos, y no 

te encuentro.

 

Tantos no imagino

me repito;

a través del tiempo,

vuelvo hacia a mi voz

que, no sospeché, repetiría incesante 

un grupo marchito

de incontables imposibles. 

Hoy imagino otra vez la calle, 

y aún sin ella te sigo evocando.

 

Mi cuerpo, más allá,

se desnuda, se estremece; 

sigue adelante 

imaginándote.

 

***

 

 

GRAVEDAD

 

Imagina cómo caigo,

gota a gota,

y desparramo la sed de mi sangre; latido a latido,

extravío la voz que me vibra.

 

Ya no vuelves sobre mí,

te has marchado con la sonrisa en alto. Estiro un brazo, débil,

bajo los ojos que me inundan,

me señalan; impetuosos, me carcomen.

 

He caído frente al mundo;

en el aire, mi cuerpo se estira y perece, gimotea en su último intento

por devolverse digno al equilibrio, pero cae

y sigue cayendo.