NO NOS CORRESPONDE

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Qué puede hacernos merecedores del título de juzgador o qué nos puede otorgar el derecho de criticar o entrometernos en los asuntos de los demás, sin que a solicitud expresa se nos abra la puerta para hacerlo.

Hablar y juzgar las acciones de nuestros semejantes, ¿acaso nos hace mejor que ellos? A mi parecer quién tal hace, deja de ver sus propias imperfecciones y errores.

Sócrates (470 AC-399 AC) Filósofo griego dijo: “Habla para que yo te conozca.”

Efectivamente, cuando hablas, dejas ver quién eres y cuáles son los valores de tu vida.

Es por esto, por lo que Sigmund Freud (1856-1939) Médico austriaco. dijo: “Uno es dueño de lo que calla y esclavo de lo que habla.”

Hablar más de la cuenta y en especial cuando se trata de alguien más, crea compromisos éticos que van más allá de una percepción particular, los juicios que emitimos en forma de crítica o comentario, pueden resultar en lo que nos ate o haga esclavos de lo que resulte a consecuencia de tales criticas o comentarios.

El apóstol Pablo dijo: “Por tanto, tú, que juzgas a otros, no tienes excusa, no importa quién seas, pues al juzgar a otros te condenas a ti mismo, porque haces las mismas cosas que hacen ellos.” “porque ante Dios todas las personas son iguales.”

Cuando juzgamos las acciones de otros, dejamos abierta la puerta para que la nuestra propia sea también juzgada, no nos percatamos que la crítica, establece un punto de partida y denota nuestra incapacidad de hablar con verdad y ser honestos, con integridad y valor, hablar las cosas de frente cuando se debe.

Posiblemente este asunto sea de los más imperantes en los diferentes sistemas de gobierno por ejemplo; todos critican y juzgan a los demás sin presentar objetivamente una razón para no ser juzgados ellos también; sin propuestas y con engaños, caminando en lo oscurito, cómo coloquialmente se dice, ocultando el verdadero rostro entre las sombras de la ignominia.

Muchas cosas se leen entre líneas, cada asunto de la vida sin importar de qué forma se desempeñe este, o cual sea su destino final, siempre será mejor si aprendemos a vivir en paz, con nosotros y con nuestros semejantes.

La paz produce, equilibrio, estabilidad y un verdadero estado de libertad.

Cuando amo a mi prójimo y lo respeto, entonces sin embrollos, desarrollo la capacidad de vivir la vida sin egoísmo ni vergüenza.

Cuando respetamos a nuestros semejantes, la vida se percibe más sencilla. Los valores restituyen la grandeza de la humanidad, nos permiten ver lo que otros ya no logran ver, oír lo que se ha dejado de escuchar y percibir lo que hemos dejado de sentir.

No nos corresponde hablar en contra de los demás y mucho menos juzgar sus acciones, lo que nos corresponde es ser mejores, dar lo mejor de nosotros mismos, aportar con orgullo acciones de cambio y ser verdaderos en todos nuestros dichos.

Es en todo caso es importante recordar que, con la vara que midamos seremos medidos, es bueno tener presente la regla de oro: “todo lo que quieras que los demás hagan contigo, así también hazlo tú por otros”.