No puedo hacer más…

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En este mundo eres reemplazable como una bombilla, para nadie eres indispensable, lo que haces tú, lo puede venir hacer cualquiera.

¿Cuántas veces no he escuchado esas palabras? ¿Cuántas veces esa situación, me ha obligado a quemar mis cartuchos? Por qué… ¿Por qué me siento que estoy en la guerra sin cartuchos y para acabarla sin fusil?

Las ganas de moverme están varadas las teclas de mi computadora, cuántas veces no me he reconstruido para encajar en un mundo donde la vanidad está a la orden del día.

Desde hace muchos años, sé que mis sentimientos son fríos, que si la situación lo amerita calculo las cosas, que cuando me pongo de pestañas y huraña no hay poder divino que me haga mover.

Y los pensamientos me han explotado en la cara como cuando dejas en el congelador un envase de vidrio con soda, ahora estoy en la etapa de levantar las estillas y ya tengo los dedos lastimados.

Me duele no encontrar la punta de la hebra, saber que el hilo negro ya fue inventado es algo que uno asimila y busca las variantes del negro, pero las cosas en el sector laboral no son color de rosa, sabemos que la crisis sanitaria tiene en colapso la economía, que muchas empresas están en jaque mate, que todos estamos en la trinchera de la resistencia y la sobrevivencia.

Todos los días te levantas para asegurar tu permanencia, en un ambiente competitivo, donde eres medido por los resultados, no te queda otra más que resistir y romper con tu lado humano. Volverte ese lobo que siempre está al acecho.

La semana pasada me percate que lo que más me urgía salir del horario laboral, apagar mi celular, porque hay días en que no deja de sonar, que estoy perdida cada vez que me enfoco en el problema en vez de las soluciones, que los cuestionamientos –sin fundamento– me atosigan y tuercen, que las juntas son  caóticas y que me pagan para ejecutar, mas no para pensar.

Además, estoy y tengo la sensación de que echo mis palabras a un saco con agujeros, y hay días en los que invierto energía de más en apagarme; porque me he levantado a medianoche sobresaltada con la sensación de que he olvidado algo.

Pero eso no es todo ni mucho, es más, ni tanto el grado de mi asfixia es tal, que mis sentidos están alerta todo el tiempo, que el cuerpo me duele, que el mal humor me acecha, pero no me queda más que agachar la cabeza, callar mis pensamientos, decirle a mi Pepe Grillo que no es el momento, que es mejor sonreír, hacer lo que se puede con lo que se tiene, porque no quieres tener en la yugular una sanguijuela que terminará secándote la poca energía que te queda con esas retroalimentaciones y platicas sensibilizadoras para hacerte ver que estás mal.

Y sí, estoy mal, porque me siento como el ejercicio del mono que encierran con otros ocho y todos lo jalan al intentar alcanzar la banana, porque ellos ya fueron condicionados para actuar de esa manera.

No puedo hacer más que resistir, cerrar el puño, aguantar mis ganas de arrojar al fuego mi nueva esclavitud.

2022