Política digital

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En México, 2023 será un año marcado de manera importante por el tema electoral, las elecciones del Estado de México y Coahuila son el calentamiento, no la antesala, de la elección presidencial de 2024, que tradicionalmente resulta relevante puesto que marca la brújula de las políticas de nuestro país.

A diferencia de otros lugares, en México el efecto de las redes sociales ha permeado de manera diversa a la sociedad y por ende, estas cuentan con características diversas en la ciudadanía digital e impactos distintos, provocando que de manera genérica influyan de manera indirecta en la opinión pública de la ciudadanía, salvo una, grandemente extendida y poco conocida como red social, pero cuya efectividad comunicativa será prueba en estos dos años en nuestro país: las conversaciones, grupos y comunidades de mensajería instantánea, principalmente, whatsapp, mismas que representan la interacción diaria de las personas con su entorno.

Después de la pandemia nos enfrentamos a una sociedad digital y construida en datos, no en información de opinión, pero sí en los datos que convergen para la comunicación de las sociedades y que, hoy en día son un efectivo canal comunicativo si éstas se ocupan de manera inteligente, ya que el mismo Presidente ha hecho referencia a las benditas redes sociales, mismas que, en ocasiones parecían dirigidas únicamente hacia el Twitter, pero que, sin afán doloso el Presidente generalizó sabiendo que el efecto de su victoria y la defensa de su movimiento no derivó de un solo medio o sector, sino que, orgánicamente logró la interacción de diversos medios comunicativos y de expresión a su favor, fenómeno que no fue orquestado ni organizado por su equipo (quienes sí tuvieron cercanía como líderes de opinión e influencers políticos en redes, pero que, fueron una serendipia del movimiento que surgiría para otorgar la Presidencia ), sino que surgió como una expresión orgánica del fenómeno sociológico y sus expresiones de decisión política que tanto se han cuestionado desde su origen y hacia su legitimación como mecanismos de control social y de administración de un Estado en el equilibrio entre la necesidad técnica, el reconocimiento de los intereses de los poderes económicos y fácticos de una sociedad, así como la representatividad y cohesión de la población a la cual dirigirá sus acciones.

A pesar de las grandes brechas económicas y sociales en nuestro país, considero que en el ámbito político y social, la política de hoy es digital y negarlo no es sólo negar la realidad, sino que posiblemente no logra advertir el enfoque correcto. Sin embargo, el hecho de que nuestra política y sociedad sean digitales no representan una aseveración en torno a que la forma de hacer política en nuestro país haya cambiado, sino que, uno de los principales hitos de la participación política como lo es, llegar a la ciudadanía, cuenta con medios complementarios de contacto, lo cual, puede representar una ventaja para los actores que logren potencializar adecuadamente los efectos perseguidos en la población que participará a través del voto y que, como una breve digresión, valga señalar que los sectores que no forman parte de la sociedad digital, si bien tampoco podrían formar parte de los grupos políticos activos puesto que, generalmente son sectores marginados o excluidos de la sociedad que, si se hiciera un somero análisis se corroboraría que tampoco participan a través del voto, sí deberían ser aquellos destinatarios de las políticas públicas en el poder para la inclusión puesto que, eventualmente se verificaría que su representatividad es mayor de la que se piensa y que la abstención de participación pudiera ser un fenómeno que va más allá de la indiferencia, sino que más bien, es un efecto de la falta de capacidades para poder acudir dicho día a emitir un sufragio, sin embargo, ese tipo de participación quedaría para otro tipo de lecturas de política social digital.

No obstante, en lo que respecta a la población potencialmente votante cabe señalar que las campañas en redes sociales tradicionales, poco variaría el impacto que en ocasiones anteriores y que, por ello, los mecanismos de difusión en poco variarán de los medios de comunicación tradicionales en espacios físicos como lo son los anuncios espectaculares, en bardas y en carteles, así como la promoción política de casa en casa y en eventos, por lo que dichos mecanismos variarán poco y deberán ser seccionados de manera inteligente para llegar a población objetivo, con la única ventaja de que las redes sociales permiten segmentar contenidos para adherentes, no adherentes, y votantes neutros, a quienes además, para una estrategia efectiva debería identificarse y segmentarse en torno a sus intereses con el objeto de identificar sus necesidades políticas a fin de canalizar las propuestas que más se alineen a sus intereses y generando los motivos que les permitan salir del ambiente de neutralidad a fin de hacerles acudir a las urnas conforme las posibilidades de cada uno de dichas personas, valorando que, inclusive sería importante ponderar el porcentaje real de personas que no acuden a votar por una razón simple: su residencia real no corresponde con la de su credencial para votar y por ello, las posibilidades de que acudan a alguna urna se reduce de manera significativa. Todos estos escenarios que sin duda, también como se señaló con el sector que no participa por marginación, sería materia de políticas públicas en materia electoral por parte de los organismos especializados, a fin de advertir posibilidades de solución para valorar alternativas que promuevan una participación efectiva en la toma de decisiones.

Sin embargo, estas redes sociales tradicionales, por muy efectivas que sean tienen sesgos en torno a la población objetivo muy importantes, por lo que las campañas implementadas en las mismas deben contar con la cautela de que la efectividad para lograr el cambio de preferencia de usuarios tendrá un alcance bastante limitado, aún cuándo se tratara de supuestos parecidos al de Cambridge Analytica, el consumo de información de redes sociales no es comparable o equiparable con el de otros países puesto que seguimos teniendo una comunicación más oral, y, en el ámbito político, marcada por sectores de poder e influencia.

Lo anterior provoca que, como se ha insistido en este espacio, el medio por excelencia para generar política digital sean los mecanismos de mensajería instantánea que poco a poco demuestran la eficacia de su uso por parte de empresas que a través de estas herramientas logran una vinculación bastante estrecha con sus usuarios y que permiten, a través de estrategias adecuadas de seguimiento una fidelización más fuerte y, por ello, la adecuada gestión de bases de datos y estrategias comunicativas, sin duda, pueden representar una nueva corriente de participación política si se logra trascender de los signos a la empatía de la situación de las personas que son usuarias de una línea telefónica a través de una estrategia multitemática y multisectorial que permitirá una mejor gestión de la percepción política de la ciudadanía.

Para ello, no se volverá necesario que, como en la elección de 2018 en que se alinearon los factores para que las redes sociales fueran el canal de promoción del actual Presidente de la República, el uso efectivo de estos canales de comunicación puede facilitar un crecimiento político en el que los partidos políticos, para evitar campañas sucias a sus nombres, puedan generar canales únicos de comunicación para que adherentes y no adherentes, cuenten con medios de vinculación efectiva con los partidos políticos de manera permanente, y que, no sólo en elecciones, estos números sena utilizados para compartir su plataforma y propuestas, a fin de que la ciudadanía cuente con la información para poder decidir a quiénes otorgará su voto de confianza para dirigir la administración de su Estado en cualquiera de sus formas de gobierno. Hasta la próxima.