PROHOMBRES DEL ESTADO DE MÉXICO
En la serie Testimonios del Estado de México publicada por el gobierno mexiquense y su Dirección del Patrimonio Cultural, en el año de 1976, aparece el libro Prohombres del Estado de México escrito por el investigador Manuel López de la Parra, su índice es muy objetivo sobre a quiénes se considera tener categoría de prohombres, cito: Presencia de Nezahualcóyotl / Fernando de Alba Ixtlilxóchitl, El historiador indiano / Fray Pedro de Gante, el insigne educador; Sor Juana Inés de la Cruz, la de Nepantla; José Antonio Alzate, precursor de la conciencia nacional; En memoria de Don Anselmo Camacho; Felipe N. Villarello, el educador; Raigambre del pensamiento de Andrés Molina Enríquez; Recordando a Gilberto Fabila; Narciso Bassols, maestro y guía; Isidro Fabela, humanista y político; Evocando a Josué Mirlo. Señalo que el índice del libro no presenta los nombres de algunos de quienes aparecen y son parte de lo más grande que ha dado la historia de nuestra patria chica. Ninguno de ellos queda fuera de ese nombre que acertadamente les da Manuel López de la Parra, porque hay que felicitar que en tan pocas páginas, dentro de esta serie ejemplar por su concepción y sencillez, traiga otros títulos como: Sor Juana Inés de la Cruz, de la escritora María del Carmen Millán; José María Luis Mora y la erección del Estado de México de Gustavo G. Velázquez; Clemente Díaz de la Vega, Horacio Zúñiga, semblanza biográfica; Víctor Ruiz Meza, Altamirano, bocetos juveniles; Ignacio Manuel Altamirano, Biografía de Ignacio Ramírez.
No es pues, el texto de Manuel López de la Parra un material inicuo, sino la prueba de que en varias ramas del saber humano y la praxis de vida que las circunstancias ponen en su tiempo a los genios, son las mismas que dejan en su huella a quienes logran saltar las trabas de la crítica prueba a que se ve sometido el ser humano, hombre o mujer, en la odisea que para todos es nuestra propia existencia. Junto a Nezahualcóyotl y Sor Juana Inés de la Cruz está don isidro Fabela Alfaro, del cual dice el investigador citado: Evoquemos, en esta ocasión la figura señera del maestro Isidro Fabela, ahora que sus restos reposan al pie del Xinantécatl, en la siempre bella Toluca. Isidro Fabela, así, como quería llamarlo uno de sus críticos, sin el don, que por derecho propio le corresponde, pero con mayúsculas, porque mayúsculas fueron sus esfuerzos, y sus ansias, su trabajo y su dedicación en pro de México y de su pueblo y del mundo entero. No hay afán peyorativo en la supresión de la partícula que ennoblece y dignifica. Es, al contrario, como pretendía Durán Rosado, un factor para sentirnos más cerca de él, pues nos lo pone en contacto más íntimo y fraternal, le hace más hermano nuestro, el hermano mayor siempre respetado y admirado por haber sido siempre respetable y admirado. Estas últimas palabras hablan de la mayor cualidad que un ser humano puede tener, y que por desgracia en el mundo de la política muy poco se da. Ser un hombre ético, que es lo que da la admiración y la respetabilidad ante los vecinos y conciudadanos. Ante los propios familiares. Escribe Manuel: Isidro Fabela, Maestro, Humanista y Político, desde el comienzo de su vida dio muestra de una fina sensibilidad literaria. Cuando recibió el homenaje en la casa donde nació, allá en su entrañable Atlacomulco. De igual modo evocaría con vehementes palabras el panorama de su pueblo, cuando en su niñez contemplaba desde la torre parroquial el verdor del valle de Ixtlahuaca, que se extiende al pie del montecillo del Calvario.
Nada le es ajeno a don Isidro Fabela, ni la vida ciudadana, en su pasado, presente y visión del futuro, como tampoco se aleja de comprender lo que tiene en riqueza el país y su entidad por el patrimonio natural que le alberga. Sus poemas han de reflejar su ternura hacia todo lo que aparece por doquier, ya desde el valle de Atlacomulco que se extiende como una tacita por lo cercano que están los cerros que le rodean, siempre viendo hacia el imponente cerro de Jocotitlán, el señor dormido que en cuclillas reposa de manera permanente. Ha de ser un hombre de su tiempo, que viene con el espíritu de los primeros mexicanos que han de amar a su recién patria independizada del coloniaje español, y de pronto se admiran del milagro de ver a su patria como propia con sus bellezas naturales, con sus personajes que cada vez son más grandes que la propia vida y su destino de mortales que se han de ir algún día.
Manuel escribe: Su vida campirana le despertó su amor por la naturaleza que guardaría su existencia, y que inspiraría su pluma, para hablarnos de la belleza de los árboles y pájaros, del perfume y variedad de las flores, de la sabrosura de las frutas, de las peñas donde anidan las águilas, del canto del agua transparente, del verde vivo de los trigos, de las lomas yermas y escuetas y de las espigas floridas del maíz. Declaraba sin ambages, que la naturaleza, “es la artista suprema, ningún genio la supera, porque los mismos genios son obra suya”. Está en la línea del cubano-mexicano José María Heredia, que ama por igual el patrimonio natural de este continente, que el patrimonio cultural que la historia humana ha dado en miles de años.
Siguiendo las huellas de don Isidro Fabela, es posible compararlo con el sabio gobernador de esta entidad: quien en el siglo XIX vivió terribles batallas en guerra de Reforma, y lucha contra el imperio del emperador Maximiliano: Vicente Riva Palacio Guerrero es el adalid. Isidro Fabela se parece al creador de la enciclopedia titulada: México a través de los siglos; en su pasión por la lectura y sabiduría de lo nuestro, y de lo que llamamos universal: nada de lo humano les fue ajeno. Por saber del pasado y amar lo que está ante su vista, ofreciendo paisajes de ensueño, pero también, al ver desde la Plaza el palacio de gobierno de ciudad de México: portento de grandeza y belleza artística a la vez. Mucho escribe Manuel López: Ese es el Isidro Fabela literato, que cultivó los géneros: desde el cuento y el ensayo hasta el periodismo. La polifacética personalidad del Maestro no se limitó a la letra escrita; también lo fue en la expresión alada de la oratoria, en ese tan difícil menester con que, quienes lo saben manejar, como lo manejaba Fabela a la perfección, subyugan a las multitudes, las dejan pendientes del desarrollo de las ideas traducidas en frases y giros preciosistas que caen sobre el auditorio como mirífica lluvia de gemas o cual desbordador impetuoso de cataratas que, al ser besadas sus linfas por los rayos solares los convierten en rápidos raudales iridiscentes. Un texto breve para decir quién es el personaje que viene desde Atlacomulco y que al igual que Sor Juana Inés para Nepantla, o Gustavo Baz para Tlalnepantla y, Gabriel Ramos Millán para Ayapango dejan en el lugar que nacen su huella imborrable. Dice bien Manuel: Para el maestro Jesús Silva Herzog, Isidro Fabela es un héroe civil y santo laico por su vida limpia y fecunda, por sus virtudes, por la claridad de su cerebro y la bondad de su corazón.
Sí, las mejores mentes del siglo XX rodearon a don Isidro, como maestros en la figura del dominicano Pedro Henríquez Ureña, en las relaciones con Alfonso Reyes, Antonio Caso o Vicente Lombardo Toledano o el propio Lázaro Cárdenas del Río y Andrés Molina Enríquez o Narciso Bassols. Escribe Manuel: radicado en el corazón de su pueblo, perpetuado en el calendario de las glorias nacionales, le tocó el raro privilegio de estar siempre presente al llamado de la patria, defensora de otras patrias, sin retroceder ante el más fuerte en actualidad y brutalidad. Dice Manuel: El maestro, el diplomático, el político, el escritor nunca dejó de manifestar su intenso amor por el paisaje de su terruño nativo; por eso Villaespesa, en el prólogo que escribiera para el libro de Isidro Fabela La tristeza del amo, lo considera como un hombre que tenía esencialmente mexicanas su alma y su intelecto. Buscar con lupa a los gobernadores que tuvo el estado de México en altas cualidades es tarea urgente, —han de ser ellos—, los que den el sentido democrático y libertario, que ellos lograron a través de experiencias, lectura y amor a la humanidad.