Renovando retos
El ser humano, para trascender, tiene que mirar hacia adelante; la única manera para avanzar en la vida es perfilando retos cada vez más complejos, que signifiquen esfuerzo y deseo por encontrar una mejor versión de nosotros mismos.
Desafortunadamente, lo que encontramos –con mucha frecuencia– ha personas que, por comodidad, porque no les quedó de otra, porque tienen miedo, porque se sienten satisfechas con lo que tienen, porque no se quieren lo suficiente o porque simplemente no encuentran motivos, deciden estancarse en una mediocridad que espanta.
Porque por más doloroso que sea, esa es la realidad, hay una inmensa mediocridad que los lleva a nadar de muertito en la lógica de que eso es mejor que atreverse a renovar sus retos de existencia.
Esto nos obliga a exigirnos con mayor ahínco en todo los ámbitos y, desde todas las esferas; en la vida personal, no permitiendo que la falta de plenitud se convierta en un estilo de vida, no queriendo justificar que porque es lo que hay no decida incrementar mis estándares de calidad, no corriendo riesgos porque la cobardía resulta buena consejera.
Profesionalmente, entendiendo que permanecer en un mismo sitio puede transformase en un uso y costumbre sumamente peligroso; hay que seguir aprendiendo, hay que seguir preparándonos, hay que seguir estudiando. Nada tan inquietante y perturbador como el querer anclarse en una misma posición por muchos años, otro signo innegable de la mediocridad, tan presente en nuestro contexto.
Ideológicamente, buscando en el debate de las ideas alternativas diversas para enfrentar los retos; no se trata de convencer al otro, sino de tomar aquello de ese otro que me pueda nutrir e intentando que ese otro pueda llevarse alguna idea de mi parte. Quedarse callado, no contraargumentar, no atreverse a ser diferente, son, también, síntomas de conformismo.
Moralmente, haciendo un ejercicio de conciencia que nos lleve a reconocer que, en ocasiones, no es que seamos morales, sino moralinos; absolutamente nada en malo, todo dependerá de la manera en que argumentemos las cosas y la convicción que tengamos de las decisiones que tomamos. Es más inmoral quien finge y simula que aquel que se atreve y, con conocimiento de causa, hace las cosas con la razón en su mano.
En los espacios educativos, estamos retomando las actividades normales; es justo en estos espacios en los que la renovación debe ser una constante, aludiendo a ese viejo adagio que nos dice que, si no queremos obtener los mismos resultados, no sigamos haciendo las mismas cosas.
También se dice: renovarse o morir, pero suelen ser palabras huecas que aparentemente no logran impactar en nuestras mentes, en nuestros corazones, en nuestras emociones.
Quien no arriesga no gana, de buenas intenciones están llenos los panteones, mas vale malo por conocido que bueno por conocer; todas ellas doctrinas de vida que reflejan el sentir de muchos hombres y mujeres que, con lo que tienen, optan por dos opciones: jugársela y mejorar, o conformarse y vegetar.
Maldita mediocridad, tan poderosa que gana adeptos de manera permanente.
¿Eso queremos para nosotros?
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