Santa Marta
Como si hermanar la arena
grano a grano no bastara,
tarea fácil para una diligente
apresurada, de familia, dama.
Marta, La Señora, la dueña de casa,
quien habrá de decirnos cuándo,
hasta dónde y por qué dejarla.
Sus simientes en Betania, santos,
de las virtudes más escasas:
la amistad, el amor, la devoción
y la disipación de los quehaceres.
Cualquiera de dos, lo mejor.
Sólo Dios en secreto una losa mueve,
porque Marta lo pide, las sepulturas
se abren a su ruego y las mujeres dóciles
vuelven sus almas al rezo,
al respeto que da la calma.
Marta, aburrida y buena, una santa,
corazón de hielo destemplado,
pasión de ardiente calza, deseo inconcluso
de fervor aclamado por Uno solo,
el favor de su mirada, pobre ilusa,
Marta, querida pero ignorada.