Semblanza de un libro Pabellones y Museos de Pedro Ramírez Vázquez

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De libro de Ramón Vázquez Salguero, titulado Pabellones y Museos de Pedro Ramírez Vázquez, encuentro datos que hablan del hombre que en Toluca deja honda huella de su paso como artista y arquitecto; dice: Pedro Ramírez Vázquez nació en Ciudad de México el año de 1919. Se tituló de arquitecto en la Escuela Nacional de Arquitectura de la Universidad Nacional Autónoma de México. Inició su práctica profesional en 1944 como jefe de zona del CAPCE en Tabasco, en donde realizó la primera planeación de escuelas del Estado. Datos tan simples que nos hablan de una juventud dedicada al estudio. Sí, porque no hay genio que llegue a ser grande en beneficio de la humanidad o de su comunidad, que no haga en el estudio –desde pequeño– para saber más y más; siempre siguiendo la huella de los niños genios como W. Goethe, Sor Juana Inés de la Cruz, Jorge Luis Borges o Alfonso Reyes, que leyendo panza al suelo debajo de la mesa del comedor de la casa-hogar, consumieron la biblioteca de los padres o del abuelo, como sucedió con la Décima Musa.

Así lo habrá hecho Pedro Ramírez Vázquez, a quien se le sigue por sus obras materiales, por igual en el Paseo Tollocan que lleva de los municipios de Lerma y San Mateo Atenco al municipio de Toluca. O al contrario de ciudad de Toluca hasta el kilómetro 13 de entrada a Ciudad de México. Corredor que pasó por el arco histórico y legendario, para fortuna nuestra, aún tiene la frase escrita por el poeta toluqueño Horacio Zúñiga que dice: La patria es la provincia y la provincia es México, en lo que era parte de la antigua carretera de Toluca a México, pasando por municipios referidos, bajo una larga hilera de ambos lados de los memorables sauces llorones: árboles emblemáticos del Valle del Matlatzinca en tiempos que llegaron a mitad del siglo XX. Eso es el pasado, con los gobiernos de Juan Fernández Albarrán, en la transformación de Toluca a través de la avenida José María Morelos y Pavón, y después en el gobierno de Carlos Hank González que armó la hecatombe arquitectónica en el Valle de Toluca, al construir el Paseo más hermoso del país: Paseo Tollocan.

Vázquez Salguero, señala en su texto: Se ha desarrollado con gran éxito tanto en el ámbito del proyecto arquitectónico, como en el de la planeación y el urbanismo, todo ello sin dejar de lado su participación en la administración pública, la docencia, la difusión cultural y el diseño. Sin dejar nunca a un lado, pues así lo ha de decir en una conferencia dada en el Aula Magna de la UAEM en la década de los noventa, que bien se dice sin ser artista no se puede ser arquitecto, y claro que Ramírez Vázquez lo fue en todo sentido y obra material cual sucede con la Basílica de Santa María de Guadalupe (la Villita), recinto religioso que recibe cada año a millones de feligreses y turistas de todos los países que vienen a conocer el retrato sagrado de la Virgen que más nos ahonda preguntas sobre su creación.

Cuenta Vázquez Salguero: La maestría con la que ha desarrollado sus actividades ha dejado amplia huella y le ha valido gran reconocimiento tanto en México como en el extranjero. Dentro de sus obras arquitectónicas más destacadas, sobresalen como proyectos innovadores: el Conjunto de Quince Mercados que llevó a cabo entre 1955 y 1957, la Planeación y Prefabricación de Escuelas, el Plan de Construcción de Museos —ambos proyectos realizados durante la gestión de Jaime Torres Bodet como secretario de Educación Pública—, el Aula Casa-rural y el Museo Nacional de Antropología e Historia en Ciudad de México. La lectura del libro Arquitecturas finiseculares en México, de Alejandro Aguilera y Juan B. Dolores, publicado por la Universidad Iberoamericana ha de darnos idea de la importancia de Ramírez Vázquez en la época contemporánea del México urbanizado, que pasó de una enorme mayoría rural y campesina en ideología y vida social para convertirse en aquella década de los ochenta en un 72-75% de país urbanizado, comprobando con ello la influencia que la revolución de 1910 trajo en el siglo XX a la patria. La cambió no sólo en el sentido social, sino en el de su rostro arquitectónico. Lo comprobarán las obras que desde 1904 al año 2000 le trajeron un rostro de modernidad impensable cien años antes.

Lectura obligada el libro de Vázquez Salguero leo: Hablar de Pedro Ramírez Vázquez es tener presente al fundador y coordinador de la Unidad Artística y Cultural del Bosque, es recordar al organizador de la Olimpiada Cultural que se efectuó con motivo de los XIX Juegos Olímpicos, es evocar al rector primigenio de la Universidad Autónoma Metropolitana y, naturalmente, rememorar al secretario de Asentamientos Urbanos y Obras Públicas. Si existe una diferencia de don Pedro con respecto a otros grandes arquitectos que tiene el siglo XX en la nación, es precisamente su capacidad para intervenir en experimentos y promociones de la comunidad y en la participación de las cosas del pueblo. No fue un arquitecto al servicio sólo de las clases pudientes surgidas de la posrevolución.

Leer la biografía de artistas y arquitectos como Felipe de la Ureña, Ramón Rodríguez Arangoiti, Vicente Suárez Ruano, Vicente Mendiola Quezada, y varios más en la vida de Toluca, obliga a seguir los pasos de don Pedro, el autor del libro citado dice: De la polimorfa obra de Ramírez Vázquez, destaca el conjunto que conforman sus pabellones y museos; algunos de los pabellones que se incluyen en este volumen, han representado a México en la exposiciones y ferias mundiales y universales realizadas en Bruselas, Seatle, Nueva York y Sevilla, ejemplos de los museos que ha realizado se encuentran en Dakar, Asuán, Santo Domingo y Lausana. Así los más grandes arquitectos que han pasado y están hoy en ciudad y municipio de Toluca. En esa carrera contra el tiempo, pues tiempo seguramente es lo que les falta, para poder hacer proyectos uno tras otro, cual si fueran pintores al óleo, a la acuarela o en técnicas mixtas de tinta y acuarela o al pastel y lápiz. Sus proyectos en el extranjero le trajeron la fama de gran arquitecto con prestigio bien reconocido en el extranjero. Orgullo de los mexicanos de fin de siglo XX y del presente lo fue con toda esa bella personalidad de bonhomía con sus alumnos y con aquellos que laboraron de cerca.