Silencio aparente

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¿Por qué la vida sucede de ese modo? La realidad es estremecedora. Recuerdo que a días del confinamiento definitivo por la pandemia, estaba parado frente a la inmensa montaña de San Pedro Zictepec. Era diciembre y colina arriba, las pequeñas casas desprendían su borregas de humo. Había un azul pletórico en el cielo. En la radio comenzaban a sonar las primeras noticias de un entonces irreal virus que mataba a miles. Tensa calma.

Parece que el desastre precede inauditos momentos de paz. Justo como pasaba cada fin de temporada en Dragon Ball y una nueva amenaza llegaba. Tuve un par de días buenísimos. Esperanzadores, diría yo, para la cultura de mi ciudad. Me desentendí la tarde del miércoles del teléfono, hice algo de ejercicio por la noche, pero al poner el culo en la silla del comedor para cenar: la guerra había comenzado.

Entras a Twitter y todas las tendencias hablan de lo mismo: Rusia, Ucrania, Kiev, Putin, Urgente, Última Hora, Biden, Tercera Guerra Mundial. Surreal. Llevábamos todas la semana en el vaivén de noticias por el amague de Putin de atacar Ucrania. Memes, por supuesto que hubo memes. No vamos a caer en el absurdo de criticar moralmente a quien los hace. Los noticieros discutían el tema y no se hallaban las palabras de por qué de una guerra. Nadie sabe cómo se debe decir: estamos en guerra. Es eso, inaudito.

Había otro silencio aparente en la sala proveniente de la calle, el confort de ducha en el cuerpo era uno y el sabor de la cena cobraba nuevas sensaciones. Cambio de canal. Más mesas de análisis. En Twitter, los primeros videos de urgencia: gente huyendo de Ucrania, la sirena de ataques aéreos en Kiev con su siniestro trinar y el nerviosismo conque los corresponsales urgían la mesura ante los primeros bombardeos.

En Facebook, la fiesta aún sigue. De pronto, un bailarín en Barcelona escribió: ha comenzado la guerra esta noche. Las primeras notas surgían. Increíble. Algo se sentía en el pecho. Puse Miss Sarajevo, de U2 con Pavarotti. Finalmente me quebré con la voz del tenor en el coro.

Me alejo de las ideas facilonas del porqué el ser humano se destruye a sí mismo. Mejor avanzo al lado oscuro que siempre es más útil: la violencia es inherente a la condición humana. La violencia es una enfermedad del espíritu –mente– que puede llegar a tales alturas. Entenderlo, dejar ese ilusorio sueño de absoluta benevolencia, sería lo mejor.

Tengo la sensación de que, ante este mundo convulso y vertiginoso, vivimos bajo el yugo de una sociedad en que la voluntad del imbécil impera. Además, la inacción de los buenos contribuye y mucho.

Recuerdo una velada hace unos años. Todos la pasábamos bien. De pronto, un ebrio lo arruinó todo. Golpes, gritos y amenazas. Eran celos y rabia anquilosada por cosas que aquel no entendía. Literal. Al final quien tuvo que irse fui yo. Así otras. Como aquella en que luego de una velada y un beso, otro ebrio decidió que era momento de demandar a su familia como la yunta de un ganadero. Ahí fue más obvio. Supongo que la situación era de más riesgo, pues entre disculpas y suplicas, me invitaron a alejarme de ahí por el bien de todos, dijeron.

¿Cuántas veces hemos escuchado a una mujer decir?: es que no va a cambiar, es que no quiero arruinar la vida de mis hijos, es que la verdad no quiero batallar. ¿Cuántos muertos tuvieron que ser para que dejaran de atacar al personal médico en el trasporte público por la paranoia del Covid-19? ¿Cuántos veces el homófobo decía?: no mames, sí hasta tengo amigos putos, pero que no se pasen de verga. ¿Cuántas veces escuchamos a la estrella del equipo de fútbol del barrio, decir?: que le pongo un putazo a la cabrona porque me contestó. ¿Cuántas veces se le permite al guapo o a la popular ser clasista, elitista y cruel? ¿Cuántas veces una mujer le dirá puta a otra y la juzgará por sus hábitos sexuales frente a otras mujeres?

Todas esas situaciones tienen un común denominador: el silencio aparente. Callamos. Parece más difícil lidiar con el infractor, a ponderar la justicia. Se ha perdido el juicio por completo, entramando un sistema que funcione alrededor del infractor para no tener que fastidiarnos la existencia con esa dictadura del imbécil, y ha donde mires, se comete una omisión de cualquier tipo. Te invito a hacer la prueba ahora mismo, deja el texto y mira a tu alrededor. Yo, de verdad no creo que en Suiza vivan con la pena de perderse todo eso.

El imbécil de Putin nos vio la cara a todos. Mientras la junta de las Naciones Unidas y los países del mundo agotaban los recursos diplomáticos pidiendo piedad –¿piedad?– para los ucranianos, aquel nos dio atole con el dedo a todos, pues parece que no estaba pensando en frenar sus intenciones, ya que luego anunció un ataque estratégico que por algunas sospechas de grupos nazi. Mientras el mundo especulaba sobre una invasión, Rusia lo hizo, comenzó a atacar Ucrania. No tuvo piedad.

A Putin se le metió en la cabeza que Ucrania le pertenece y está decidido a recuperarlo. Todos se han dedicado a mirarlo a la distancia. Los ucranianos han plañido: dijeron que no hay purgatorio para quienes hacen la guerra, que van directo al infierno. La invasión, a la que todos rehuían en los medios, era una realidad en Kiev y otras ciudades esenciales.

En una de las declaraciones más desoladoras de las que se tenga memoria, la comunidad ucraniana ha dicho que se sienten abandonados, y que siempre supieron que tendrían que pelear solos. Los gobiernos del mundo salieron a condenar el ataque injustificado, EUU dijo que le harán rendir cuentas a Rusia, pero mientras eso pasa, los tanteadores de muertos han comenzado marchar.

El mundo mira la avanzada de Rusia en Ucrania. Habrá exquisitos que justifiquen la guerra, pero creo que hay cosas que escapan a la demagogia. Putin dijo, quien interceda recibirá una repuesta inmediata de su parte, amenazando al mundo con una guerra nuclear. Eso es lo que hacía que el mundo tuviera esa tensa calma, pues mientras la palabra moría en la boca de quienes buscaban conciliar la paz, el salvaje imbécil gobierna, y a pequeña y gran escala, parece siempre se cae de rodillas ante la voluntad del tirano.

Rusia se burla de las sanciones internacionales. China mira con atención para intervenir o para hacer lo propio con Tailandia y EEUU ve amenazado su papel protagónico, y de mediación en el asunto.

Habían sido dos buenos días, la cultura es una buena respuesta ante el oprobio de las ciudades en el planeta. Claramente tuvimos un miércoles negro. Fuimos derrotados una vez más por la vileza. No olvido los ánimos populacheros que festejaban las fotos de Putin bajo la lluvia rindiendo homenaje a sus ejércitos caídos con los que ahora destruye un país. Con sus perros, con el torso descubierto en el lomo de un oso, mientras asesinaba homosexuales y cuartaba la libertad de expresión. Nunca fue un mesías.

No tardarán en llegar las oraciones que con los días se convierten en ronquidos. Llegará este texto y también morirá. Se harán conciertos y hasta mercadotecnia de la guerra. Plicas, libros, cancines y poemas, pero lo cierto es que el último acto valeroso de aquella era, lo tuvo una mujer parándose frente a un tanque de guerra.