¡Sin amor!

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La maldad humana parece no tener límites, es inconcebible que, en la tercera década del siglo XXI, en medio de la sociedad del conocimiento, cuando contamos con todos los recursos para ser mejores seres humanos, encontremos conductas de entes –pues no merecen ser referidos como personas– que aluden a  procederes dignos del medievo.

Me fue compartida la experiencia de un grupo de voluntarios que acudieron a una casa hogar, sólo para descubrir que casi todos los pequeños que ahí habitan llegaron por abandono, abuso y violencia, lo que les ha marcado la vida de forma tan negativa que, dependen de las terapias o medicamentos para paliar su lastimosa situación; la vivencia fue catalogada por una de las asistentes como una de las experiencias más cabronas de su vida.

¿Por qué suceden estas cosas?, ¿No se supone que la llegada de un hijo resulta uno de los momentos más gratificantes para una pareja?, ¿Cómo es posible que seres inocentes, de luz, acaben en el mismísimo infierno?

La respuesta, dolorosa de facto, es que nos hemos olvidado de dar amor; estamos tan preocupados en lo nuestro, tan absortos por encontrar el éxito, que no ponemos atención en esos pequeños detalles que nutren al otro de cariño y reconocimiento.

Sin amor, no puede haber sociedades sólidas; sin amor, no se pueden construir células sociales confiables; sin amor, no hay forma de armonizar al mundo. Es impresionante como la realidad resulta más perversa que cualquier historia de terror.

Señores adultos, si no van a cuidar cabalmente a los hijos que engendren: ¡no los tengan!, ¿Cuál es el sentido de traer al mundo a un niño o niña si no va a gozar de las condiciones óptimas para su desarrollo?

¿De que se trata entonces?, simplemente decir que son padres o madres para cubrir un requisito.

Con todo lo doloroso que pueden resultar algunos orfanatos, al menos esos peques se han librado de ambientes hostiles y contradictorios y, con la atención adecuada y el amor permanente, están más cerca de sanar.

Pero ¿qué sucede con esos niños que viven en familia, pero en total abandono?, a cuantas personas conocemos que no se involucran en la formación de sus retoños, y suponen que comprando cosas resultan padres modelo.

No se puede ser tan miserable en la vida, no se puede ser tan insensibles, no se puede ser tan valemadres.

Lo aún más grave es que, con toda certeza, lo mismo sucede en muchos asilos, en los que encontramos abuelitas y abuelitos que han sido arrojados como trapos viejos por aquellos a los que cuidaron por toda una vida. ¡Maldita ingratitud!

Hay mucha gente mala, mala de verdad; desafortunadamente corremos el riesgo de encontrarlos en todas partes.

¡Enerva hasta el tuétano!, lo único que nos queda, es rechazar a esa miseria humana porque es claro que no hay absolutamente nada que hacer por ellos.

Que coraje y que impotencia.

horroreseducativos@hotmail.com