Suicidio intelectual
Se habla mucho de la postura del mexicano, que le hace ser agachón, se deja influir, tolera la corrupción, la mentira, la desvergüenza, la imposición. Es capaz de renunciar a su esencia, a su voluntad a cambio de unas cuantas monedas, de algún apoyo o de una ideología que le penetra hasta el tuétano, aunque no esté fundamentada de forma alguna.
Permite, además, que todos le pasen por encima, que le suban los impuestos, que le incrementen los precios, que su poder adquisitivo se merme poco a poco, que su sistema de salud esté al punto del colapso, que su seguridad se vea comprometida o que tenga que pensar cinco veces si vale la pena hacer ese viaje en carretera, so riesgo de ser interceptado, robado, secuestrado o asesinado en el trayecto.
Ha dejado de ser, ha dejado de luchar y se conforma con lo que tiene a la mano, sin capacidad de mirar otros horizontes que le den mayor estabilidad, mejores condiciones de vida o una mayor certeza sobre el entorno.
Se ha dejado de pensar, se ha perdido la capacidad de hacer análisis de las situaciones y esto ha significado un estado de conformismo tal, que cualquier esfuerzo por tratar de poner las cosas en el lugar debido, es visto como un atentado contra la libertad.
Sorprende la forma tan irracional con la que un número importante de la población se ha dejado infectar, personas que han bloqueado sus habilidades cognitivas más elementales, dando cabida a posturas, ideas, expresiones y dichos que el sentido común grita a los siete mares que son ilógicos, imposibles y falsos.
De facto, se está cometiendo un suicidio intelectual, nosotros mismos estamos perdiendo terreno y esas capacidades de razonamiento están disminuyendo a pasos agigantados; es cuestión de tiempo –y muy poco– para que nos encontremos en un estado de indefensión, de pobreza cultural, de incapacidad de reacción.
Esta crisis intelectual ha llegado; los espacios educativos son cada vez más permisivos, los medios de comunicación son cada vez menos profesionales, no hay espacios para el pensamiento plural, los investigadores ven como desde la cúpula se reducen sus presupuestos, se inhiben las iniciativas para la generación de conocimiento, se cuestiona a quienes optan por el posgrado como forma de crecimiento personal y se está convenciendo a las personas de que es mejor tener un poco de dinero a cambio de lealtad en tiempos de elecciones.
Las ideas están pasando a un plano secundario, cuando eso ha sucedido a lo largo de la historia, las consecuencias han sido catastróficas: reinan los extremos, la violencia, lo primitivo, generando condiciones en las que se odia al que sabe más, por la sencilla razón de que tiene la capacidad de sustentar sus respuestas.
Ningunear a la racionalidad es la ruta perfecta para la decadencia; no importa que todo se sustente en mentiras, no importa que haya voces en contra, esa arrogancia mezquina les hace suponer que siempre tendrán la razón.
Lo preocupante es que, intelectualmente, nos estamos matando, dando como bueno aquello que a todas luces es perverso.
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