TIEMPO DE PATRIARCAS

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Son varios los investigadores de la enorme obra epistolar de Alfonso Reyes. Qué bueno que sea así, pues la visión de cada investigador viene a enriquecer el universo llamado Alfonso Reyes Ochoa. El libro titulado Alfonso Reyes / Enrique González Martínez / El tiempo de los patriarcas / Epistolario 1909-1952, cuya compilación, estudio introductorio y notas de Leonardo Martínez Carrizales publicado en la colección Letras mexicanas del Fondo de Cultura Económica es una joya publicada en 2002. Aunque joyas son todos los libros de correspondencia que por doquier se encuentran con el nombre de nuestro Sabio universal. Las relaciones entre escritores es una fortuna de buenos deseos, cierto, escribo de los nobles de corazón, y no de aquellos, envidiosos, que con negro corazón o se quedan callados y jamás dan alguna nota de referencia de lo que recibieron de buena fe, pues por dentro se están quemando en el odio por lo que no pueden hacer. Se quedan callados o se dedican a vilipendiar al que escribe, en lugar de reconocer que. por lo menos hace el intento. 

Para ser bueno se necesita ser como Julio Cortázar que tanto a Carlos Fuentes o Mario Vargas Llosa fue capaz de decirles lo que no le parecía en su obra, pero a la vez ser capaz de decirles con ternura y afecto dónde sí habían atinado en su narrativa, Carlos en su novela La región más transparente y Mario Vargas Llosa en La ciudad y los perros. Alfonso Reyes pertenece a los nobles de corazón, por ello le escribe un texto cortito a Enrique González Martínez, quien nació en 1871 y murió en 1952, le dice lo siguiente en fecha del 23 de abril de 1909: Estimado compañero: Tuve mucho gusto en recibir su libro Silenter, y mayor en leerlo. Agradezco a Ud. Muy de veras la distinción que me hizo con el envío, más aún cuando juzgo que su libro es de lo mejor que se ha publicado entre nosotros en los últimos años. Téngame Ud. Por amigo y admirador agradecido y créame que valoro con mucho su labor de poeta. Cuánto bien le haría a los envidiosos que pululan por todas partes en la sociedad mexicana —en todas las áreas conocidas— el reeducar su vida teniendo por maestros a Cortázar y Reyes, para entender que darse es la mejor manera de ser recordado. ¿Cuántos recibieron de Alfonso Reyes sus parabienes, su juicio certero?… En una carta Enrique González Martínez le expresa: Distinguido amigo: Acabo de terminar la lectura de su libro Cuestiones estéticas y estoy encantado de su talento y cultura. El puesto de primera fila que ocupa en la joven intelectualidad mejicana (tan llenas de promesas consoladoras) lo tiene usted bien merecido porque es raro que, a los años de usted, un esfuerzo de disciplina intelectual se cristalice en muestras tan acabadas de comprensión (ya se ha dicho que comprender es crear) como las que nos ofrece en su libro. Su estudio sobre las tres Electras cuya lectura aprendí por curiosa casualidad a raíz de un repaso delicioso del Teatro de Eschylo, es revelador de un gran sentido crítico y de una inteligencia bien firme en orientaciones estéticas. Lo mismo digo de lo que ha escrito sobre Góngora, Stéphane Mallarmé, por quien tengo una devoción casi religiosa, y La cárcel de amor de Diego de San Pedro. Sus conocimientos clásicos y su amplitud de criterio me dejan sorprendido. Ya que usted, poeta de los que de verdad lo son, ha querido enviarme esta obra que ricamente descubre otra nueva faz de su talento, permítame que le dé por ello las más cumplidas gracias y que con toda mi alta estimación le estreche cariñosamente la mano. ¿Cuándo en este país se perdió la conciencia de comunidad, cuándo es que nos volvimos las personas más individualistas, lo que ha echado a perder a México?…

Porque ese es el mal que corroe a la Patria. El exacerbado individualismo que se permite despreciar la vida del Otro y matarlo sin ningún miramiento. Ese es el peor pecado de la educación en el país, el haber enseñado a los mexicanos que primero es uno y después los demás. Que lo que importa es ganar, aunque haya perdedores por todos lados. No era así en otros siglos y en otras décadas. Por lo menos había ese sentimiento que decía que el mexicano era capaz de darte su camisa si la necesitabas. La mala educación que no nos enseñó que ganar, ganar, es mejor que sólo uno lo logre y el otro sea un perdedor. Eso ha dado por resultado nuestro peor pecado: el despreciar la vida de los demás. Y las cartas de Alfonso Reyes y Enrique González Martínez son prueba de respeto, comunicación, cariño fraternal, admiración por lo que cada uno hace. Porque Alfonso Reyes sabía que estaba frente a un gran poeta y no se cansaba de decírselo a Enrique, el gran Enrique, que en cierta época fue su contrincante mexicano al premio Nobel de Literatura, ya que los ‘nacionalistas’ apoyaban la candidatura de Enrique por encima de la de Alfonso Reyes. Pues Reyes no era mexicano, su culpa, tener décadas fuera del país. Bonito papel hicimos en esos tiempos, donde la envidia se atrevía a confrontar a dos grandes de las letras mexicanas, sin tener en cuenta su amistad y respeto que les viene de muy atrás el tiempo. 

Veamos que Cuestiones estéticas, el primer libro publicado por Alfonso Reyes apenas nos hace recordar que tiene la edad de 22 años. Ya para entonces han cimbrado el ambiente cultural e intelectual de México al haber creado el Ateneo de la Juventud de México en el año de 1909, con la participación de aquellos hombres que tanto orgullo nos ocasionan: Pedro Henríquez Ureña, José Vasconcelos, Antonio Caso, Carlos González Peña, Isidro Fabela, Julio Torri, y varios más Ser agradecidos y saber admirar a quien lo merece. Esa es una tesis pedagógica que mucho bien le haría a México, tomar como regla principal para aplicar didácticas que en disciplina y organización nos lleven a la meta de ganar, ganar por igual dentro de la sociedad a todos los ciudadanos. En otra carta fechada el 1 de agosto de 1920, Enrique González Martínez le expresa: Mi muy querido amigo. Acabo de recibir su carta del 5 del pasado, tan cariñosa, tan cordial como todas las suyas. ¡Qué lástima que la vida nos haya traído al trote en estos últimos años y no hayamos tenido la comunicación espiritual que yo quisiera! A pesar de ello, ¡si viera usted cómo lo sigo en su ruta de ascenso y cómo me doy cuenta de su gran labor! Lo de la Revista ya cuajó. Probablemente recibirá usted el primer número al mismo tiempo que esta carta. Véalo con ojos de piedad y no con la mirada severa del crítico. Hallará muchas deficiencias y tendrá muchas cosas sobre las cuales habrá reparos; pero tome en consideración que las (revistas) no salen al primer intento. La prisa con que salió este primer número disculpará muchos errores. Con cuanta facilidad los ‘enanos’ de este tiempo mexicano, donde el individualismo se sobrepone a todo lo que se vive cotidianamente, censuran, que no critican, todo intento por escribir, publicar o promover la literatura. 

Es claro que no han leído nunca a don Alfonso Reyes, que siendo un gigante era capaz de atender los errores de sus conocidos en las letras, y sabía dar el concejo, igual que Cortázar tomando en cuenta el esfuerzo, y felicitándolo. Antes que irse sobre el error como padre militar, que por considerarse un ‘General’ se atreve a ofender al otro sin autoridad moral ni intelectual. Alfonso Reyes era de otra madera. Una madera que ya no se encuentra con facilidad en este país. Con fecha 7 de marzo de 1927 le dice: Querido Enrique mío: Me dice Alfonso que su señora y Enriquito vendrán por París hacia el 15. Alberto Pani ha llegado ya, encantado, en éxtasis y explosión de alegría. Embarcaremos pronto para México. Prepare sus órdenes. Me asegura Carlos Puig [Casauranc] que a [Carlos] Trejo (y Lerdo de Tejada] lo trasladan a Cuba. Parece, pues, un hecho que ya vaya a Buenos Aires. Es —con un rodeo por París, la misma combinación de hace dos años y pico. Aunque ahora yo tengo menos ilusiones. Envíeme Ud. Los siete mandamientos que han de gobernar y orientar mi vida en la Argentina. Sea generoso. Tú que tienes la luz, dime la mía. Eran solidarios. Esto lo aprende uno leyendo cartas. Oro de enseñanza. Y eso lo sabían nuestros personajes, hombres y mujeres del siglo pasado.