Tomar decisiones

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Versa el eslogan de una compañía de seguros que vivir es increíble, sin demeritar la intención de brindar un mensaje de aliento para enfrentar los avatares a los que nos exponemos diariamente, creo que es importante asumir una postura más mesurada porque en los hechos, la vida en ocasiones no suele ser tan justa como supondríamos.

Y no lo es porque hay ocasiones en las que la ironía del destino nos obliga a enfrentar encrucijadas que necesariamente nos llevan a tomar posturas puntuales ante los hechos, forzándonos a recapitular, analizar, evaluar y discutir los asuntos de manera integral, llevándonos a la tan compleja toma de decisiones.

Es claro que transitar por la vida conlleva derechos y obligaciones, en conjunto representan una serie de responsabilidades y también significa construir una ruta en la cual la toma de decisiones resulta toral para el adecuado seguimiento de ésta.

Pareciera un tema fácil de atender, pero la realidad es que es extremadamente complejo asumir que, un porcentaje importante de lo que decidimos hacer, depende de una adecuada selección de entre las opciones planteadas.

Si todas las posibilidades fueran claras y sencillas, no habría problema alguno; lo que sucede es que usualmente hay que aventurarse a tomar riesgos y es ahí en donde hay temperamentos que no están dispuestos a vivirlos. Hay posturas claras que nos dicen con todas sus letras que quien no arriesga no gana.

En este contexto, el peso que tiene el decantarse o no sobre cualquier situación resulta agobiante para muchas personas, al punto de que lejos de enfrentar y tomar al toro por los cuernos, prefieren darle la vuelta a las situaciones, porque también se pone en entredicho nuestra sabiduría y nadie quiere cargar con el estigma de haberse equivocado.

El temor por equivocarnos es tan poderoso que lleva a muchos a la inacción, personas que prefieren pasar desapercibidas, hacerse invisibles antes que permitir que el otro le juzgue por una decisión tomada.

Por tanto, la toma de decisiones se convierte en un proceso complejo, precisamente porque tenemos miedo a cometer un error y arrepentirnos. Paradójicamente, ese miedo nos conduce a la indecisión, una trampa que nos inmoviliza y nos deja a merced de las circunstancias, versa un adagio que mejor que nos regañen por lo que hacemos y no por lo que dejamos de hacer.

Es claro que hay condicionantes que evitan que tengamos esa asertividad en nuestra conducta y frene nuestra voluntad por hacer las cosas; la falta de autoconocimiento es una de ellas, cuando no se quien soy en plenitud, sufro ante la posibilidad de que el otro me descubra.

La tendencia al perfeccionismo es otra, me idealizo de tal manera que no tengo capacidad de autocrítica; intolerancia a la incertidumbre, cuando esa ignorancia por lo que habrá de suceder me carcome profundamente, pero sin duda la más presente es la existencia de conflictos internos, cuando una parte de nosotros quiere una cosa y la otra parte quiere justo lo contrario.

Al final, siempre será mejor tomar la decisión porque medias tintas no son recomendables; jugar el todo por el todo siempre será mejor opción, ¿o será que no?

horroreseducativos@hotmail.com