Una conciencia a prueba de todo…

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«Hago más caso del testimonio de mi conciencia que de todos los juicios que los hombres hagan por mí»

— Marco Tulio Cicerón

 

Los valores establecen principios que aportan en diferentes formas una guía para nuestra vida.

 

Aunque en esta ocasión, hablaremos particularmente de lo correcto y lo incorrecto, a la luz de la conciencia. En este momento, es importante señalar que este tema no es de incumbencia total de los valores, sino de la moral.

 

Los valores sientan la base angular, el cómo aplicarlos dependerá de la moral y de la ética.

 

Los valores por si mismos no tienen conciencia, ese es el ámbito de la moral.

 

Desde niños recibimos valores y antivalores por igual, cada uno con su sentencia correspondiente, una regla moral que los activa y una acción ética que los juzga.

 

Hablando de que es correcto o incorrecto, deberemos hablar de la envoltura de la conciencia y sus motivos.

 

La palabra “conciencia” en español surge de dos raíces del latín: el prefijo con, y la palabra ciencia, que significa saber.

 

La conciencia es ese juez interno, que nos da testimonio… que nos permite tener claridad del bien y del mal… ya sea aprobando nuestras acciones,  o acusándolas.

 

La conciencia funciona como un tragaluz, no como una lámpara. No produce su propia luz, sino simplemente deja que la luz moral entre.

 

A la conciencia se le puede comparar con una ventana que permite que entre la luz. Si insistimos en hacer el mal, la ventana se ensuciará más y más, hasta que la luz ya no puede entrar. Esto lleva a una “conciencia sucia”.

 

Una “conciencia sucia” es aquella contra la cual se ha pecado tanto que ya no es sensible a lo que es bueno, o a lo que es malo. Incluso es posible que la conciencia esté tan sucia y tan endurecida,  que apruebe cosas que son malas, y que acuse, cuando la persona hace el bien.

 

Es como ejercitar los músculos, mientras más trabajes se harán más fuertes, así la conciencia, mientras permitimos que los valores trabajen y sean fortalecidos en nuestras vidas, resultará en una conciencia más sensible al bien y al mal.

 

¿Cómo puede ayudar una buena conciencia en tiempos difíciles?

 

Pues claramente, cuando llegan tiempos difíciles a nuestras vidas, las decisiones en ciertos asuntos se tornan complicadas, como, por ejemplo; cuando la cantidad de trabajo disminuye y repentinamente nos llega una oferta de trabajo o de negocio.

 

Que alegría, pero sucede que para que nos otorguen dicho trabajo o tal contrato más rápido, nos piden la famosa mordida, o comúnmente dicho: “ponernos la del Puebla”

 

Una vida llena de valores crea una conciencia bien fortificada, porque sabe que no tiene nada que temer, tomará la decisión correcta.

 

Inscrito en el monumento de Martín Lutero en la Ciudad de Worms, Alemania, están sus valientes palabras dichas ante el concilio eclesiástico del 18 de abril de 1521: “Aquí estoy, dijo Lutero. No puedo hacer otra cosa. Que Dios me ayude. Amén”. Su conciencia, unida a la Palabra de Dios, le dio el valor para desafiar ¡a toda la iglesia!

 

Tener una buena conciencia, te permite vivir en paz, dormir bien por las noches y ver a los demás a los ojos, de frente y sin temor alguno.

 

La felicidad es ese estado de conciencia que procede de la consecución de los valores de cada uno.-Ayn Rand.

 

 

Muchas gracias.