AL LLEGAR A CASA
¿Han experimentado alguna vez al llegar a casa por las noches, la sensación aquella, de algo que debiste hacer y no lo hiciste? Seguramente si, esto se debe a las expectativas de vida que tenemos o a la insatisfacción que experimentamos por la falta de estas.
Fijar altas expectativas es positivo, aunque elevarlas demasiado, puede
provocarnos esa sensación de insatisfacción o de hambre insaciable.
Por otra parte, vivir sin expectativas, es como decir: “me da lo mismo”.
¿Quieres pan o tortilla? -Me da lo mismo- ¿prefieres rojo o negro? -Me da lo
mismo-.
“¿Ser o no ser?” decía Hamlet, la alternativa de dormir o morir, no resolvía el
dilema. ¿Hacer o no hacer? ¿Tener o no tener?
¿Seguir o no seguir? ¿Buscar o no buscar? Afortunadamente lejos de la vorágine del día, llega el momento de volver a casa y encontrar un respiro en familia.
Hablando de la familia, algo que disfruto mucho al llegar a casa, es el recibimiento de mi mascota, una perra Gran Danés de nombre Cala.
Cala reconoce perfectamente el sonido del carro cuando me estoy acercando y apenas detengo el auto frente a la casa, ella comienza a brincar, a correr de un lado a otro, a ladrar, aullar, y curiosa acciona una serie de sonidos guturales indescriptibles, para dejarme saber que está realmente feliz de verme nuevamente en casa. ¡Ah! Que placer llegar a casa.
Quiero compartirles las cosas que disfruto al llegar a casa.
Después de un agitado día lleno de actividades, mi marida y yo, nos hemos propuesto sentarnos a la mesa juntos para compartir nuestro día.
Me encanta sentarme a la mesa a cenar con mi familia, compartir nuestras actividades y experiencias resultantes del día es maravilloso y sin lugar a dudas enriquecedor.
Escuchar a mi marida por ejemplo; la forma en que describe su día: “…Y le dije y me dijo, y fui corriendo y el proveedor fulano de tal, y la junta y la gente…” es un arte seguirle el paso una vez que arranca, me divierte como narra las cosas, con tanta emoción que contagia.
Mi hijo por su lado es muy curioso, ya que siempre está muy atento a lo que platicamos mi esposa y yo, normalmente se más de lo que piensa acerca de nuestras actividades que de las suyas propias, pero me gusta mucho escucharlo y observarlo cuando al fin narra sus historias escolares y de amigos, lo hace con tanto gusto que se antoja ser joven nuevamente.
Así corren los días y como familia procuramos mantenernos unidos, insistimos en aquellas cosas que por más pequeñas e insignificantes que parezcan, mantienen la paz y la estabilidad de nuestra familia.
En ocasiones, después de la cena y la convivencia cuando ya todos se acostaron, me tomo unos momentos para meditar en lo frágil que puede ser la estabilidad de la familia; observo a mi hijo mientras duerme y le pido a Dios que lo guarde de todas las cosas que pueda encontrar mientras no estoy con él, es necesario que yo crea y este seguro que le he enseñado los valores correctos para fundamentar su vida y poder así solventar cualquier situación que se le presente, pienso en mis hijas que no están con nosotros, en mis nietas y mi nieto, siendo aun tan pequeños. Me es necesario creer que en sus corazones, llevan suficientes tesoros para enfrentar la vida.
Cuando veo a mi esposa entiendo el compromiso que adquirí con ella: amarnos, respetarnos, apoyarnos, sustentarnos, fortalecernos y guiarnos mutuamente, ser y estar el uno para el otro sin importar las circunstancias y a pesar de ellas.
En términos reales, la vida, no es fácil; pero… ¿Quién dijo que lo sería? Absolutamente, nadie y de eso se trata todo esto, lo mejor de la vida en familia es precisamente la posibilidad de luchar juntos, de apreciar el esfuerzo del otro y ser parte del siguiente momento.
Todo esfuerzo suma, por más pequeño que éste sea y me queda claro, que soy parte de este tan maravilloso núcleo familiar.
Es por esto, por lo que a pesar de la economía, de la mala política, del aumento de los precios, de la corrupción y de cualquier otra cosa, Dios creo a la familia, para mostrarnos lo mejor de nosotros mismos, para formar en cada corazón, acciones de bien y no de mal.
Que los momentos en familia, nos muestren lo mejor de la vida.
Este puede ser un buen momento para meditar acerca de la familia y en lo que nos gustaría sembrar en ella, seguramente hay muchas cosas buenas que contar y sino las hubiera o no las suficientes; este puede ser un buen momento para comenzar de nuevo y sembrar las mejores experiencias, para ver crecer una familia fuerte y saludable y sobre todas las cosas llena de amor y buenos tesoros de vida.
Al llegar a casa encontramos la verdadera riqueza de la vida, el motivo de nuestro esfuerzo, de cada motivo de vida y la razón de seguir luchando cada día.
Amados, amémonos unos a otros; porque el amor es de Dios. Todo aquel que ama, es nacido de Dios, y conoce a Dios.
El que no ama, no ha conocido a Dios; porque Dios es amor. Jesucristo.