Asignaturas pendientes
Primera columna del año, un nuevo inicio, otra oportunidad. Sí, así cerramos la columna del año que terminó, y por mucho que sorprenda, a veces los temas aparecen de ese modo. Literal, aparecen caminando. 11 de la noche, en una escena atípica, el edil de Tenancingo de Degollado aparece caminando tan campante junto a su doncella y un tercero por las calles de la ciudad a escasas dos cuadras de la alcaldía. Se le ve tranquilo, la charla es más bien amena y serena. El frio no impide la armonía. La escena es alterada por un par de policías, uno de cada lado a buen recaudo del presidente entrante.
La escena da que pensar. Dice Carlos Ballarta: técnicamente no hay nada de malo, pero como que algo no cuadra. Por un lado, esa imagen casi surreal fuera de una sucia treta populista, me provoca un agradable sabor de boca. Son los policías los que estorban en la escena, pues, son los dos puntos de un 2022 que se convierte en otro reto de exigencias, vigilancias y asignaturas pendientes.
Bien, hablemos de los policías que escoltaban al presidente con fusil en mano. Unos meses atrás, a esa misma altura, en un pleito callejero en que una ciudadana alarmada plañía auxilio para ella y sus amigos, el oficial de guardia en la puerta de la presidencia municipal se resumió a escuchar con parquedad el informe de lo sucedido. Luego, pidió auxilio. Luego, no se movió un centímetro cuando el asunto estaba a espaldas del inmueble. Es decir, no se les ve recurrentemente a los policías municipales a pie para patrullar la periferia. Ni siquiera bajar de sus patrullas que yacen como boyas a algunas cuadras en el radio del centro.
Hace dos semanas un ampón intentó entrar en un domicilio de la calle Guadalupe Victoria: nadie apareció. Sin embargo, de todos modos, creo que el mensaje del presidente en caminata nocturna es bueno. Lo digo en serio.
No hace ni un mes que la actual administración entró al quite. Han sido semanas entretenidas en que han presentado al cabildo y cada uno de los entenados del ayuntamiento ha hecho gala de la mejor de las fotocracias para demostrar no sólo ímpetu sino mucha voluntad. Ahí es que se jode la misión. Más de lo mismo. Sin ir más lejos, la semana pasada una página aficionada aplaudía que se compusieran semáforos de un crucero transitado en la ciudad. Entonces, o estamos ante un servilismo lamentable o, por qué en tres años nadie cambió unos semáforos, las expectativas ahora son bajísimas.
Volvamos al ejemplo de los policías. Hace un mes, en las campañas de vacunación de refuerzo, esas mismas fuerzas policiales hicieron acto de presencia para mantener el orden. La vacunación es en la unidad deportiva de la ciudad. Entonces, cierto ciudadano olvidó su cubrebocas y por ende, fue escoltado a las afueras del recinto, pues sin contemplaciones había cruzado la valla de burócratas, todos ignorantes en el estricto sentido de la palabra.
Veamos, en la primera vacuna, no había forma de que alguien además del interesado, entrara en unidad deportiva con o sin cubrebocas. Es más, el lugar llevaba un año cerrado al público. En la segunda dosis, estaban dejando pasar a hacer ejercicio. En la siguiente aplicación, tres meses después, ya no. Un mes más tarde, sí, hasta sin cubrebocas. En esta ocasión, un año después, de nuevo, no. Te lo dicen a gritos. Lo peor, la ciudad y casi todo el país está en semáforo epidemiológico verde, ¿no? Es decir, no hace falta el cubrebocas en espacio abierto y sobre todo si estas aislado. Peor, la unidad tiene dos entradas, y sólo una útil por los siglos de los siglos. Además, la jornada ya había terminado hacía más de una hora. El ómicron dura 20 minutos en el aire, máximo. Todos, mejores argumentos que sólo el no se puede joven, no se puede, y haga caso, que porque van a llamar a la puta unidad.
Cierto sujeto tenía una importante reunión –una posada de azotea– si no, de buena gana se subía a la patrulla para que no triunfara la temeraria ignorancia y el arcaico poder. Una semana después, otra amable oficial analizó las circunstancias y de buena manera, pues la unidad deportiva casi siempre está desierta, dejó entrar al sujeto. Al salir, éste le agradeció por ese pequeño gesto, el de anteponer la razón a los arrebatos de insuficiencia.
Un presidente que hace caminatas y una policía que dialoga es algo bueno. Una mejor respuesta ante los semáforos sería señalar los muchos otros semáforos en la ciudad que no funcionan, las calles y carreteras llenas de baches o el transito sin tregua de cada semana. Y es que lejos de las fotos y la demagogia, útil solo para los tontos y los sirvientes de la casa grande, quedan muchas cosas por hacer y esas dos cosas son, tal vez, una señal de que hay que comenzar por las pequeñas asignaturas pendientes. Por ejemplo: el porqué la policía municipal no atiende a los llamados del 911, por qué no hay un enlace que vele por la seguridad de animales en la ciudad en comunión con los albergues existentes, que de una vez por todas se promueva conscientemente la profunda cultura del pueblo, que se trabaje en políticas de turismo integradoras de una zona tan rica o que se desintoxique la ciudad de las muchas ofertas de charlatanes de salud que desde hace tantas administraciones se validan desde el mismo ayuntamiento.
Sí, seguramente habrá cosas de mayor urgencia y mayor gravedad, pero ceñido al discurso y publicaciones de los representantes de cada área en la alcaldía, en una semana, con oferta y demanda de espejitos, estamos listos para convertirnos en Roma en un año cuando lo que más urge es quitarse el polvo de los zapatos.