BARRIOS Y SOCIEDAD
Insistir en recordar al filósofo y sociólogo del Instituto de Frankfurt que aportara al conocimiento humano tantas cosas, primera que, el terminar con cualquier ideología totalitaria, viniera de donde viniera. Pensar de manera diversa sin que por ello debamos de pelear o entrar en guerra, enseñó que las ideologías totalitarias y dictatoriales, asesinas en muchos casos como sucedió con el nacismo de Adolf Hitler, el fascismo de camisas negras de Benito Mussolini o el socialismo en un solo país, de José Stalin. Dictaduras que tantas amarguras y muerte dieron a familias de sus países y de fuera de los propios, sin ningún miramiento o piedad. Pensar en ello debe hacernos ver las aportaciones de don Javier Ariceaga Sánchez al estudio de Toluca en el tema de los barrios, pues sus investigaciones sociológicas, permiten comprender a Toluca en su expresión social de aquellas décadas de los cuarenta a ochenta del siglo pasado.
Sociología, es decir y no sólo literatura, escribe: Allí en el barrio es donde todos se conocen, saben de la abundancia y la carencia del vecino, conocen cómo visten el niño y las muchachas, saben que los del “ocho” sostienen su barriga con atole y tamales, y que los del “tres”, que son un matrimonio de viejitos, beben su chocolate remojando las “conchas” calientitas sacadas del amasijo del panadero Isaac, el frontonista bueno que fue una institución en el frontón toluco. Saben también que el “Zorro” plateado de doña Norberta, la del “diez” —quien siempre está de fiesta—, está muy desteñida por el tiempo. Y que al par de zapatos que se compró “don Chayo”, en San Mateo Atenco, le faltan mediazuelas y tacones. Además, saben que don Felipe, el agente arbitrario de la Procuraduría, anda estrenando Mustang, y agregan con coraje: con lo que gana de sueldo miserable”. Queremos saber de la crónica cotidiana, del presente que se cuenta por miles de lenguas en un mismo idioma. Vayamos a una vecindad donde todos saben de todos y, todo el tiempo se recriminan por andar de chismosas o chismosos, pues en eso del chisme el sexo no tiene diferencia. Todo queremos saber de los otros, y decimos que está mal el entrometerse en la privacidad de los demás, sin que nos interese que todo el tiempo hablamos del Otro y de los Otros, ofendiendo así la libertad y el libre albedrio que cada quien, se dice vino a vivir según sus intereses y preferencias.
Por eso relata el cronista Ariceaga: Y mientras sigue el chismorreo en todos los lugares a donde acuden las señoras de casa, va llegando el barbero a descansar después de la cotidiana papalina, entonando una canción de moda: Quise hallar en el aliento de otros labios / el perfume que embriagara mi tristeza… Y todo ello, no es una característica exclusiva de los barrios tolucos ni privilegio de las zonas residenciales ricas donde sinceramente es más notoria la mala vida. Pero el desfile interminable de recuerdos nos hace añorar aquellos tiempos que se antojan cercanos. Quién ha sido más infeliz en su vida: ¿Los ricos o los pobres? ¿quién tiene una mejor moral y comportamiento ético: los pobres o los afortunados en dinero? Aprendí, porque una intelectual me dijo que no sólo entre los ricos hay personas faltas de ética y moral válida. Entre los pobres se haya también, y lo puedes comprobar viendo el film del director de películas español Luis Buñuel, Viridiana, donde el principal corresponde a la actriz mexicana Silvia Pinal. Ver el comportamiento honesto de los pobres desalienta, pero así es, así sucede en la vida real. La crónica es sendero de las letras que define comportamientos —cuando es verdadera crónica— para bien o para mal del hombre y la mujer en todas sus edades.
Por eso es importante el promover el género literario de la crónica, ya como crónica oral o escrita, pero definiendo en ella la capacidad de revisar y señalar comportamientos entre los diversos estratos sociales. Y atender en ello, que el cronista parte de su propia herencia y realidad social. Por eso no existe el cronista que pueda escribir y hablar de toda la sociedad en conjunto y mucho menos en descifrar la riqueza de las clases y estratos sociales. Por eso ayuda tanto tener una preparación sociológica y una capacidad para comprender cómo es cada quien en su vida social: burgueses o capitalistas, obreros y campesinos, habitantes de barrio que pueden juntar a los integrantes de clases medias o de aquellos que apenas logran llegar al fin de quincena porque no cuentan con trabajos fijos.
Sigue relate y relate Ariceaga: Y quién no podrá recordar al “Caballo” Alberto Mendoza, quien fuera el mejor futbolista del Toluca. El mismo que le diera prestigio al barrio de la Merced hace ya muchos años. Ni nadie dejará de recordar a los profesionistas aquellos que moraron en toda la barriada toluqueña. Por allí solíamos frecuentar al licenciado González Argüelles, al licenciado Carlos Mercado Tovar, al maestro Filiberto Navas, a don Emilio Gómez Carrillo, a los hermanos Odilón y Mariano García, de la Garcesa, y también, por qué no, al padre Vargas, el mismo que nos llamó “pendejos” sacrílegos por comernos las ostias de la iglesia; ostias que nos “bajábamos” con el vino de consagrar del sacristán Escobar, que en un mal día nos lo cambió por aguardiente. Para ser cronista de verdad hay que andar en el ajo como se dice cuando de verdad está ahí, en el chisme real, viviendo la real realidad que puede espantar o hacer vivir la felicidad inesperada. Porque los barrios están llenos de esa piñata de la alegría o de la amargura en igual medida. Eso lo sabían bien don Poncho Sánchez García y Javier Ariceaga Sánchez.
Toluca en un párrafo, ese es el poder de las palabras de don Javier: Quién no recordará a don Abdón, el de Huichila, quien tenía su cerería a un lado de la “quebradora”, el mismo que hacía su centaviza en los días de “muertos”, vendiendo veladoras y borregos de azúcar. Ni el grito de guerra de doña Vicenta Romero (alias la “Chenta” o la “Reina de la Bala Fría”), quien aullaba: ¡Ya llegó Chenta Romero, pinches güeyes, con muchas drogas y poco dinero! La misma que agregaba en el mero centro de la pulquería “La Coyotera”: ¡Tizne a su madre el que no diga saluuuuud! ¿Quién no conoció a don Salvador Luna, dueño del hotel “Rosario”, y quién no escuchó los gritos del Panano, el grillero del barrio de San Juan Chiquito? Muchos escucharon las hazañas del “Tilingas” y del “Lunares”, rateros conocidos y asiduos concurrentes de la “Gayola” del H. Ayuntamiento; eran del barrio de San Juan, donde hace ya tiempo salía corriendo a su trabajo el cronista de la ciudad de Toluca, don Alfonso Sánchez García, conocido cariñosamente como el Profesor Mosquito. En la Retama vivió José Toluco López, Marcelo Reyes, el Kid vejigo, José Becerril El carpintero y el Flaco Medina, manager de campeones de box. Eran otros tiempos, cuando el famoso Gallo tuerto, organizaba los bailongos en una vecindad que aún existe, antes de hacerse rico con su Lerdo Chiquito. Otro barrio toluco es el Calvario, allí donde pintaban venado los muchachos de entonces, que se escondían en la Cueva del Diablo o la del Chivo, y donde algunos profesionistas que se quedaron chaparros se tejían una Manoletina mirando una revista de mujeres desnudas. Y otro barrio que no dejamos pasar desapercibido es el de San Sebastián, donde los García Manjarrez y los Ortega se despertaban con la sirena de las fábricas de jabón Salgado, el estruendo de la fábrica de café con tortilla quemada de los Montes de Oca, y las campanitas del templo que apagaban los gritos de bronca del taxista Alberto Zarco. Y así puedo seguir citando a Ariceaga y en su mente de capacidad enorme por tener nombres, datos, fechas y acontecimientos que son totalmente ciertos. Nos da otra lección de crónica de barrio: muchos de los nombres conocidos llevan seudónimo; les hace sentir orgullo por llevar tal reconocimiento por su físico, por su manera de ser, por su forma de hablar o caminar. Nada escapa a la mirada juzgadora del barrio o la vecindad y, en ello está su sabiduría extrema.