CULTURA, VOCACIÓN QUE LE DEFINE
Qué define a don Alfonso Sánchez García… ¿Acaso su labor periodística, o su trabajo como cronista, o su vida de funcionario público, sus poemas o sus observaciones en política, de la que fue más un teórico e historiador, que pragmático participante a través de sus relaciones de generación o por amistad con altos jerarcas de su tiempo?… le define y le dignifica más, mucho más su amor por la cultura, como cultura renacentista. Nada le era ajeno, ciertamente no sólo a él, sino a una generación de toluqueños que, por origen o por haber venido a vivir a ciudad capital de la entidad: Mario y Guillermo Colín Sánchez, don Gustavo G. Velásquez, José Yurrieta Valdés, Alejandro Fajardo, Clemente Díaz de la Vega, Guillermo Servín, y otros más. Lo sorprendente con don Poncho es que su sabiduría no la hacía sentir como un peso sobre aquellos que le visitábamos a preguntarle todo tipo de temas.
Otros de su generación, son de varias maneras presumidos de lo que saben. El profesor Mosquito para nada. Tenía la cualidad que tuvo el poeta nayarita Alí Chumacero, que lo mismo se sentaba con altos jerifaltes de la cultura y, con ellos rivalizaba —aunque sea amigablemente—, tal era el caso de sus relaciones con Octavio Paz o Rubén Bonifaz Nuño, a la vez, le encantaba andar con aquellos que comenzábamos a ir a comidas que eran un banquete del saber. Recuerdo que se sorprendía de lo poco que sabíamos del Grupo sin grupo de Los Contemporáneos, quienes fueron antes de los cincuenta del siglo XX, expresión avanzada de poesía mexicana en Iberoamérica. Con paciencia nos explicaba quién era Gilberto Owen o Xavier Villaurrutia. Igual era el comportamiento de don Poncho, no hacía diferencia en el trato, ni se la daba de Doctor académico, que se hace llamar así, porque se le olvida que el nombre de uno es más importante que cualquier título de estudios superiores en la vida. Esa diferencia, saber que su nombre: Alfonso Sánchez García, es más importante, que dársela de académico, con títulos que la abuelita con sabiduría resume así: el título de Doctor no le quitan a uno lo tonto. Sabio y humanista lo que le define es su amor por la cultura humana, por el conocimiento del patrimonio cultural del hombre en la tierra. Le define en su totalidad su amor por la humanidad y su cultura. Eso es importante para no quedarnos sólo con alguno de sus cargos o tareas realizadas.
Todas estas reflexiones me llegan al leer su texto de Hitos culturales en nuestra urbe, leo: En el año de 1830, ya bajo el Gobierno Liberal Republicano, Toluca fue designada como cuarta capital del estado de México y los poderes locales permanecieron hasta la fecha, salvo breves interrupciones. En 1828, el gobernador Lorenzo de Zavala inició el notable desarrollo cultural de Toluca al decretar el establecimiento del Instituto Literario, que unos días permaneció en Tlalpan. Zavala fundó también la primera biblioteca y dio inicio a la educación primaria oficial. ¿Qué junta en este simple párrafo el cronista de la ciudad?… En primer lugar, el tema político, después la idea que parece no ha de tener importancia, ante la revolución política y militar que se había enfrentado hasta hace pocos años, al terminar con el imperio español en 1821. Cultura es palabra que aparece en el nuevo gobierno liberal, por cierto. Así que llega el tema ideológico que es cruel lucha durante el siglo XIX. Aparece también el tema de la educación. La creación del Instituto Literario de Toluca es un hito de la mayor importancia no sólo en la entidad, pues pocas entidades se pueden dar el lujo de separarse de la educación del clero que con mano férrea tenía el monopolio de la misma en todo el nuevo país: una biblioteca que ha de llegar hasta nuestros días como prueba del amor a las letras y a la cultura en general.
Una escuela que inicia el largo caminar de la educación primaria en un país que no tenía un sistema educativo que se pudiera ufanar de serlo ante sí mismo y ante los demás países de América y, mucho menos, de Europa.
Bien dice el culto cronista: Con algunos lapsos en que estuvo cerrado, el Instituto de Toluca ha sido, sin lugar a dudas, una de las instituciones de la cultura superior más notables del país. Así entendemos su vocación de pedagogo al asistir a la Preparatoria Adolfo López Mateos, número Uno de Toluca a dar las clases de Historia de México e Historia del Estado de México; él sabe que no está yendo a una escuela patito. Sino a un espacio de la Universidad Autónoma del Estado de México, cuna y cimiento de la educación liberal venida triunfante del siglo XIX. Hay hombres cultos que presumen de ello don Poncho no. Él sólo sabía que el conocimiento servía para ser repartido a los demás y con ello fundó su escuela de alumnos espontáneos que después nos fuimos a vivir nuestra vida dando flores y frutos cuando así fue la fortuna de trabajar sin más, con esa pasión que serena en su comportamiento fue ejemplo para nosotros. Fue el Instituto Literario de Toluca uno de sus amores, porque él sabía de la importancia de sus maestros y alumnos que habían pasado por su recinto, cito: Por sus aulas (como maestros o alumnos) pasaron gentes tan notables como el gran poeta José María Heredia, Ignacio Manuel Altamirano, Ignacio Ramírez, Felipe Sánchez Solís, Juan A. Mateos, Anselmo Camacho, Felipe Villarello, Horacio Zúñiga, Enrique Carniado, el presidente Adolfo López Mateos, don Isidro Fabela y muchos otros nombres.
Se dicen fácil estos nombres y todos ellos representan el origen venido de algún pueblo de la entidad o del país, para darle a la capital mexiquense el lustre que le hace relevante en la historia nacional. Representan dos siglos ahora de vida independiente y, son, como me lo decía don Poncho en nuestras charlas: Toluca no ha aportado nombres de guerreros o militares —como sí lo hace el norte del país— su importancia está en haber dado a la patria, teóricos liberales y progresistas, que hoy dan rostro democrático y jurídico al país.
Cultura y educación su pasión. No por nada lleva el reconocimiento de profesor. Interesante hubiera sido saber qué opinión tenían educadores sobre don Poncho: don Adrián Ortega Monroy, Juan Rosas Talavera, Agripín García Estrada, Manuel Hinojosa Giles, Carmen Estrada, Refugio Alejandre Tarello, Carlotita Camacho y, varios más, que son su generación por edad y estudios magisteriales. Reconoce la educación como pilar de la ciudad que es capital de la entidad: En 1881, el gobernador José Zubieta fundó la Escuela Normal de Profesores, que aparte de sus méritos académicos, tiene el de haber sido anterior a la nacional de Maestros, que comenzó a funcionar hasta 1887. En esa misma época se estableció, en Toluca, la benemérita Escuela de Artes y Oficios. Educación que es sinónimo de Cultura. Así lo entiende el educador que fue el profesor Mosquito. Cuenta, además: Toluca ha sido notable por sus grupos artísticos y literarios y sus museos. Por su Teatro Principal desfilaron las más grandes compañías de arte representativo. De su viejo Museo que guardaba objetos de todos los renglones, surgieron el Museo de Bellas Artes, el de Arte Popular, el del Charro y el de Historia Natural. Fernández Albarrán creó un Departamento Cultural en el Ramo de Educación y luego la Casa de la Cultura, pero Jiménez Cantú quiso que se creara una Dirección de Patrimonio Cultural y Artístico del Estado, con una acción múltiple de gran utilidad.
Desde su atalaya del periodismo que fue profesión de vida, no pocos profesionales en el gobierno pueden llegar a ocupar cargos importantes en el sector Cultura y, salir libres de enojos y antipatías. Su sensibilidad en temas de educación y artes le permitió salir con la frente en alto y, siempre, bien recordado y amado. Educación y cultura, periodismo y crónica, se entrelazan en personalidad multifuncional y polivalente, que mucho sirvió al sector público y a sus alumnos que fuimos. Sus palabras son elocuentes sobre la ciudad: A Toluca confluyen jóvenes del extranjero y de toda la república para educarse, en virtud del prestigio que la ciudad ha ganado en ese aspecto. Nada se le escapa.