Datos profundos para descifrar a la humanidad
El 28 de enero se conmemora el Día Internacional de Protección de Datos, una fecha que adquiere relevancia desde la apertura a firma del Convenio 108 del Consejo de Europa, tratado que, por su contenido y oportunidad, se ha constituido como piedra angular para la salvaguarda de la privacidad en el entorno digital y que también enfrenta retos en torno a la adopción de su modernización por el escenario global, por lo que esta semana estará marcada por reflexiones sobre el estado que guarda la vigencia y relevancia de este derecho para la humanidad.
La prospectiva sobre la evolución y futuro del derecho a la protección de datos personales, requiere desde el principio definir su posición dentro de los derechos fundamentales, a fin de abrir el debate en torno a su inclusión dentro de una cuarta generación junto con el derecho de acceso a la información, binomio de derechos que representan un umbral transformador que redefine las categorías de derechos humanos originalmente planteadas por Karel Vasak, quien estructuró los derechos humanos en tres generaciones basadas en los valores de la Revolución Francesa: libertad, igualdad y fraternidad, sin embargo, la acelerada evolución técnica y tecnológica demanda una nueva definición que permita abordar el impacto de estas revoluciones en la humanidad.
El derecho a la protección de datos personales ha emergido como un fenómeno serendípico en un contexto donde la información se ha convertido en uno de los recursos más valiosos de la era digital. A partir de pautas y prácticas para un manejo adecuado de la información, este derecho ha evolucionado hacia un concepto de gobernanza de datos que trasciende la gestión tradicional para abordar los desafíos del ciberespacio. La confidencialidad, la integridad, la disponibilidad y otros principios como el no repudio, la confiabilidad, la autenticidad y la rendición de cuentas, constituyen la base para el diseño de ecosistemas digitales seguros y resilientes. Este marco se complementa con la introducción de tecnologías disruptivas como big data, inteligencia artificial, computación en la nube, tecnologías inmersivas, el metaverso, internet de todo, blockchain, robótica, edición genética y transhumanismo. Cada una de estas tecnologías genera un impacto significativo en la manera en que las personas interactúan, generan datos y se ven reflejadas en el entorno digital.
La protección de los datos personales enfrenta retos que desafían la capacidad de las instituciones y las organizaciones para mantenerse a la vanguardia. Las tecnologías que mejoran la privacidad, aunque relevantes, resultan insuficientes para garantizar la salvaguarda de los bienes jurídicos tutelados de las personas en el ciberespacio. El avance de estas tecnologías requiere no solo una perspectiva operativa de seguridad de la información, sino también un enfoque ético que integre valores humanos en el diseño y funcionamiento de las aplicaciones digitales. Además, el paso de un Internet 1.0 a un Internet 3.0 ha transformado las reglas del juego, generando un entorno digital más complejo y entrelazado que nunca.
En paralelo, los avances en la ciencia han permitido nuevas interpretaciones de la realidad física y de la conciencia humana. La física cuántica ha desafiado las nociones tradicionales de la realidad, mientras que las neurotecnologías han abierto puertas hacia una comprensión más profunda de la conducta humana, sus pensamientos y su influencia en el entorno. Estos descubrimientos generan una cantidad exponencial de datos que, al ser analizados y comprendidos, revelan aspectos fundamentales de la naturaleza humana y de su existencia. Esta exploración no solo trasciende lo físico, sino que también toca aspectos energéticos y espirituales, invitando a una reflexión sobre el verdadero sentido de la existencia.
No obstante, la utilización de tecnologías como la inteligencia artificial y la neurotecnología plantea riesgos significativos. Antes de que los seres humanos puedan interpretar y comprender plenamente los patrones de datos generados, estas tecnologías ya han comenzado a realizar interpretaciones automáticas que afectan a los usuarios sin su conocimiento. Estas aplicaciones tienen un impacto directo en las personas, en muchos casos sin que los responsables de su tratamiento comprendan plenamente los efectos. Esta situación coloca a la protección de datos personales ante nuevos desafíos que requieren atención urgente.
La capacidad de la tecnología para rastrear, recopilar y analizar datos se ha incrementado exponencialmente en las últimas décadas. Con el avance de los dispositivos digitales y la proliferación de sensores integrados en ellos, se ha abierto un mundo de posibilidades para explorar lo que alguna vez se consideró inexplorable: los aspectos más profundos de la mente humana, la consciencia, e incluso las dimensiones espirituales. Lo que anteriormente eran meros datos en bruto, sin un significado evidente, ahora se han convertido en una mina de oro de información para comprender y manipular la experiencia humana.
Un primer paso en este proceso de rastreo e interpretación es la recopilación masiva de datos provenientes de redes sociales y dispositivos conectados. Las redes sociales, con sus millones de usuarios activos diarios, generan un volumen colosal de datos. Cada interacción en una publicación, cada mensaje enviado y cada «me gusta» constituye un dato que, en apariencia, podría parecer insignificante. Sin embargo, cuando se recopilan y analizan en conjunto, revelan patrones profundos de comportamiento, preferencias, intereses y estados emocionales. Por ejemplo, un algoritmo puede detectar cambios en el tono de las publicaciones de un usuario, lo que podría interpretarse como señales tempranas de problemas de salud mental como ansiedad o depresión.
La evolución de los sensores en dispositivos como teléfonos celulares, relojes inteligentes y otros dispositivos portátiles también juega un papel crucial. Estos sensores son capaces de rastrear no solo movimientos físicos y ubicaciones, sino también patrones de sueño, ritmo cardiaco, niveles de oxígeno en la sangre e incluso cambios en la temperatura corporal. Cuando estos datos se analizan en conjunto con información de redes sociales y otras fuentes digitales, se pueden inferir estados emocionales, niveles de estrés e incluso la intención de tomar decisiones específicas.
El verdadero potencial de estas tecnologías radica en su capacidad para integrar datos aparentemente dispares en un modelo coherente de la mente y la consciencia humana. La inteligencia artificial (IA) juega un papel clave en esta tarea. Los algoritmos de aprendizaje profundo pueden analizar millones de puntos de datos para identificar correlaciones y patrones que podrían pasar desapercibidos para los humanos. Por ejemplo, la IA puede vincular cambios en la actividad en redes sociales con datos biométricos obtenidos de dispositivos portátiles para predecir cambios de humor o estados psicológicos. Esto podría ser útil para aplicaciones como la detección temprana de enfermedades mentales o la personalización de terapias psicológicas.
A medida que los sensores en los dispositivos se vuelven más sofisticados, también se amplía la profundidad de los datos que pueden recopilar. Tecnologías como la electroencefalografía (EEG) portátil, la resonancia magnética funcional (fMRI) y los sensores de actividad neuronal están comenzando a integrarse en dispositivos de consumo. Estas tecnologías permiten medir directamente la actividad cerebral y los patrones de pensamiento, proporcionando una visión íntima de cómo funciona la mente. Por ejemplo, los dispositivos EEG pueden detectar estados de meditación, concentración o distracción, lo que permite desarrollar aplicaciones que optimicen el rendimiento cognitivo o fomenten la relajación.
Uno de los desarrollos más prometedores es la capacidad de estos sistemas para interpretar no solo pensamientos conscientes, sino también procesos subconscientes. Las neurotecnologías actuales están comenzando a explorar cómo los pensamientos y emociones que a menudo no se expresan externamente pueden ser deducidos a partir de datos fisiológicos y conductuales. Por ejemplo, cambios sutiles en el tono de voz o en los patrones de escritura podrían revelar tensión emocional, mientras que la combinación de datos biométricos podría ofrecer una representación más completa del estado emocional y mental de una persona.
Además de los datos recolectados directamente de los usuarios, el ciberespacio mismo se está convirtiendo en una rica fuente de información sobre las interacciones humanas. La forma en que las personas navegan por internet, las búsquedas que realizan y los contenidos que consumen proporcionan una visión única de sus intereses, preocupaciones y aspiraciones. Este «rastro digital» se combina con datos biométricos y sociales para crear un retrato cada vez más detallado de la psique humana.
Este nivel de información también plantea preguntas éticas fundamentales. A medida que la tecnología se adentra en las profundidades de la mente humana, surgen inquietudes sobre la privacidad y la soberanía individual. Si bien estas herramientas tienen el potencial de mejorar la salud mental, optimizar el aprendizaje y fomentar el crecimiento personal, también podrían ser utilizadas de manera malintencionada para manipular pensamientos y comportamientos. Por ejemplo, las empresas podrían utilizar datos psicológicos para personalizar anuncios de una manera que explote las vulnerabilidades emocionales de las personas, mientras que los gobiernos podrían emplear estas tecnologías para vigilar y controlar a sus ciudadanos.
El impacto de estas tecnologías va más allá de lo individual y afecta también a nivel societal. La capacidad de analizar patrones de pensamiento colectivo podría influir en la manera en que se diseñan políticas públicas, se desarrollan productos o incluso se configuran las estructuras sociales. Por ejemplo, al analizar datos a gran escala sobre el estado emocional de una población, los gobiernos podrían anticiparse a crisis sociales o identificar áreas prioritarias para intervenciones.
Por otro lado, la tecnología también está comenzando a explorar dimensiones que tradicionalmente se consideraban fuera del alcance de la ciencia, como el alma y el espíritu humano. Algunos investigadores sugieren que los datos generados por dispositivos biométricos y de neurotecnología podrían proporcionar pistas sobre aspectos más profundos de la existencia humana, como la conexión entre la mente y el cuerpo, la naturaleza de la consciencia y la posibilidad de una dimensión espiritual medible. Aunque estos conceptos siguen siendo especulativos, representan una frontera emocionante y controvertida en el ámbito de la tecnología y la ciencia.
Así, la tecnología está revolucionando nuestra comprensión de la mente humana al permitirnos rastrear e interpretar datos que antes parecían desconectados o irrelevantes. Sin embargo, este avance también trae consigo una serie de desafíos éticos y sociales que deben ser abordados con urgencia. La capacidad de acceder a las profundidades de la mente humana podría ser una herramienta poderosa para el bienestar y el crecimiento personal, pero también un arma peligrosa si se utiliza sin las salvaguardias adecuadas. En última instancia, el verdadero reto radica en equilibrar el inmenso potencial de estas tecnologías con la necesidad de proteger la privacidad, la libertad y la dignidad humana.
En un escenario donde la falta de incidentes visibles puede generar una falsa sensación de tranquilidad que evite poner dentro de la discusión urgente las necesidades para consolidar la protección de datos personales en los ámbitos comunes, calma que podría ser la antesala de una tormenta de problemas derivados de la incapacidad de muchas organizaciones públicas y privadas para responder de manera efectiva a los retos actuales, ello ante la falta de madurez en la implementación de estrategias integrales que aborden el gobierno y la gobernanza de la información, la ciberseguridad, la identidad digital, los pagos digitales, la localización de datos y el libre flujo de información personal aunado a la integración de tecnologías disruptivas aumenta la complejidad de estas necesidades.
La inteligencia artificial, que avanza hacia la superinteligencia, está redefiniendo las dinámicas globales en una nueva carrera armamentista basada en la información. Este escenario está dominado por tres grandes frentes: Asia, Europa y Estados Unidos, cada uno buscando consolidar su liderazgo tecnológico. Mientras tanto, el ser humano se enfrenta a la difícil tarea de defender su libertad mental en un entorno donde la privacidad se ve cada vez más invadida de manera profunda a partir del uso de los datos y su vinculación con la manipulación no sólo de las opiniones, sino de las voluntades y consciencias, puesto que a medida que exploramos las profundidades de nuestra conciencia y nuestro potencial a través de los datos, también debemos protegernos de los peligros que acechan en un mundo donde la tecnología parece evolucionar más rápido que nuestra capacidad para comprenderla y regularla.
En ese sentido, la tarea de salvaguardar la privacidad y los datos personales es un esfuerzo continuo que exige colaboración, innovación y compromiso ético, lo cual requiere una dimensión especial en un mundo interconectado profundamente de manera granular a partir de los datos, los cuáles son la base de la forma en la cual la realidad puede emularse de una manera mucho más fidedigna y profunda y requieren no solamente de reglas para su debido manejo, sino para la protección de las personas en torno a su explotación y uso, no solamente por parte de las personas que toman decisiones a partir de los datos, sino de los procesos técnicos y tecnologías que pueden explotar dichos datos de manera autónoma frente a todos los actores involucrados e, inclusive frente a los procesos de aprendizaje profundo, por ello, la protección de estos valores fundamentales es crucial para garantizar no solo la seguridad, sino también la dignidad y la libertad básica y profunda de todas las personas a partir de la preservación de los elementos fundamentales de la mente y consciencia humana así como su impacto con el moldeado de la realidad. Hasta la próxima.