DON MANUEL ARRIAGA QUINTANA, MI PERSONAJE INOLVIDABLE

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Desde niño me ha gustado leer. Para los de mi generación de los Baby Boomers, era una lectura mensual obligada la revista Selecciones del Reader’s Digest. Mis tres secciones favoritas eran: Mi personaje Inolvidable, Citas Citables y Enriquezca su vocabulario. Es por eso, que tomé prestado el título para recordar, en ocasión del primer aniversario de su fallecimiento, al Ingeniero Manuel Arriaga Quintana, un gran amigo, mi personaje inolvidable.

Don Manuel fue de ese grupo selecto de seres humanos íntegros y congruentes que describió muy bien Nelson MandelaUn ganador es un soñador que nunca se rinde.

 

Su destino determinó que su partida a la vida eterna fuera precisamente un 28 de junio, el mismo día en que se celebra el Día Mundial del Árbol, una grata coincidencia con quien fuera un amante de la naturaleza, un sembrador de vida, un árbol que aún sigue ganando tronco y altura, cobijándonos con su sombra e inspirándonos a quienes lo atesoramos en el cofre de nuestra vida como un referente de vida plena y con propósito.

No creo que haya ninguna otra cualidad tan esencial para el éxito de cualquier persona, como la de la perseverancia cuyo combustible inspirador siempre será el amor. El patriarca de la familia Arriaga Albarrán, trabó relación con seres espléndidos, encabezados, por supuesto, por su señora esposa a quien cariñosamente siempre le llamó Nena. Su tono amable, amoroso, cálido, con el que se dirigía a ella, nunca cambió. Su historia de amor fue ejemplar.

Desde muy Niño inició su preparación para la vida en el libro de las nubes de su querido terruño La Asunción de Malacatepec hoy Donato Guerra, Estado de México. Agudo observador y apasionado autodidacta, empezó a cincelar su futuro soñando y visualizándose como un triunfador. Desde entonces, donde puso su atención, puso su energía.

Hombre de a caballo, en sus alforjas siempre llevaba sus talentos que con el tiempo y disciplina espartana, los convirtió en sus fortalezas para enfrentar los retos de la vida de un joven inquieto que siempre tomó distancia de su zona de confort. Poseedor de una inteligencia contextual, nunca despegó los pies de la tierra, mostrando una gran habilidad en el aprovechamiento de las diversas herramientas que tuvo a su alcance, como el teodolito que le ayudó a dimensionar sus retos y abordarlos con éxito. Creció mesurado y equilibrado. El ingeniero Arriaga, nació con estrella, la buena suerte siempre estuvo de su lado, entendida ésta como la conjunción de inteligencia y oportunidad.

Fue un ingeniero virtuoso, todo terreno, creativo, sensible, enérgico pero de un gran corazón al que pocos tuvimos acceso y pudimos valorar su verdadera dimensión de ser humano. Cada una de nuestras reuniones, significaba una lección de vida para mí, tenía que estar atento para pescar al vuelo sus flechas de sabiduría debidamente envueltas en una dulce humildad. Sin proponérselo, siempre me acicateaba y me dejaba tarea para enfrentar los tiempos de incertidumbre y disfrutar el momento.

Su comportamiento circunspecto, no estaba reñido con sus múltiples habilidades, una de ellas, la de un gran conversador, ameno, ilustrado y reposado que  escuchaba con atención y que como los grandes líderes, te hacía preguntas que además de interesantes, te despertaban la curiosidad para profundizar en tus conocimientos. Siempre me pareció de esas personas a las que te gustaría tenerlas del lado de tu trinchera, un ser humano llamado a cruzar el umbral de las puertas del Reino de la leyenda.

He intentado hacer un apretado recuento de su carrera prolífica, de una vida fascinante cuyos cimientos se fraguaron en una época de enorme importancia histórica para nuestro México, fueron los tiempos del Desarrollo Estabilizador, de una nación en plena construcción, con grandes esperanzas encuadradas en el llamado Cine de Oro mexicano.

Con gran respeto puedo decir que Don Manuel encarnó el Sueño Mexicano; el de la historia de éxito con un final feliz, cuyo protagonista salió de su pueblo llevando consigo todos sus sueños y años después, volvió como triunfador habiendo cumplido con creces y puntualmente, todos sus anhelos de juventud.

Desde su infancia se caracterizó por ser un negociador hábil. Así lo narra en sus apuntes de vida: Yo fui corredor de semillas de mi padre. Esto sucedía los domingos y los días festivos. Considero que con esta actividad comercial, siendo niño, ayudé a mi padre a aumentar sus compras, lo cual me trajo enemistades fuertes con los señores Benjamín Reyes y Ramón Guadarrama, así como sus corredores representantes. Es intrascendente si mi padre me daba una comisión, no lo recuerdo, pero sí tengo presente cómo disfrutaba el poder convencer a los señores de mi municipio –quienes me conocían y me llamaban Manuelito– de que nos vendieran a nosotros sus semillas.

 

Tal pareciera que su impronta de vida marchaba sobre los rieles de la sabiduría aristotélica inspirado en esta frase: Somos lo que hacemos cada día. De modo que la excelencia no es un acto, sino un hábitoDon Manuel veneraba el trabajo y adoraba a su familia. Su corazón albergaba un poder fascinante en su interior. Una capacidad para transformar los ideales en resultados, los contratiempos en éxitos y las promesas en proezas.

Todavía recuerdo cuando a sus 86 años de edad, muy animado, me compartía sus nuevos retos por emprender, le preocupaba la situación política de nuestro país y la problemática derivada de la globalización como el cambio climático. Una de sus prioridades era el cuidado, el respeto y la conservación del medio ambiente. Le encantaban los perros.

Así recordaba su niñez: Me considero un amante de la naturaleza, no por reflexión, sino porque broté de la tierra donde nací, de ella misma como las plantas silvestres que crecen en mi pueblo y que en los leves inviernos se estacionan vigorosas y al comienzo de la primavera hacen surgir por encanto sus botones en flor para dejar escapar al aire sus fragancias. Campirano por  nacimiento, desde mis primeros años de conciencia anhelaba ser un permanente y apasionado andariego de los senderos naturales.

 

Me gusta reflexionar sobre la circunstancia de que a veces solo se necesita una conversación con una persona extraordinaria para darle un nuevo rumbo al resto de tu vida. Seguramente como le sucedió a Don Manuel quien así lo recordaba:

Cuando tuve que decidirme por la profesión de mi vida, escogí la Escuela Nacional de Agricultura Chapingo por dos motivos: el primero, un joven llamado Francisco Reyes Domínguez, oriundo de mi pueblo, había estudiado en ese plantel y, de vez en vez, cuando regresaba de vacaciones con su traje de cadete, lo rodeábamos un grupo de chiquillos embelesados para escucharlo: hacía descripciones asombrosas de aquella escuela, de sus prácticas en los campos experimentales, de su convivencia con la ganadería, con el agua; la otra razón, y más importante, era que abrigaba la ilusión de ser ingeniero como aquellos primeros hombres que pasaron por La Asunción y se quedaron en Colorines para construir el más grande de los sistemas hidroeléctricos de América Latina…

… Al regreso de la visita, ya en la Ciudad de México, una reflexión profunda me hizo ir a saludar a uno de los mas trascendentes hombres que han existido en mi vida: el licenciado y diputado don David Romero Castañeda, en esa época, líder de la Cámara de Diputados de la Legislatura XL. Con entusiasmo y audacia llegué hasta su despacho ubicado en un suntuoso edificio de la Avenida 20 de Noviembre.

 

Anonadado, orgulloso y satisfecho, dejé el edificio de 20 de Noviembre. Ya en plena calle, no alcanzaba a aquilatar el premio que la vida me había regalado ese día. Me detuve un poco a reflexionar para hacer un compromiso conmigo mismo: vivir eternamente agradecido; guardar lealtad y respeto, para siempre en vida o en muerte, a mi ahora querido amigo don David Romero Castañeda. Me prometí, asimismo, aprovechar la oportunidad para aspirar a ser un digno y distinguido estudiante, un buen ingeniero.

 

Fue un destacado miembro de ese selecto grupo de reconocidos ingenieros mexicanos que al lugar que llegaban lo transformaban. Recorrió todo el territorio nacional: en el desierto, construyendo obras de irrigación; en las montañas y valles, construyendo caminos, carreteras, túneles y puentes; en los pastizales, levantando potreros en su faceta de ganadero; en las cuencas hidrológicas, construyendo presas y grandes sistemas para llevar el vital liquido a diversas poblaciones.

En las ciudades y metrópolis, edificando naves industriales, viviendas y levantando empresas generadoras de empleo. Fue el responsable de la construcción del Paseo Tollocan, obra emblemática que dio personalidad a nuestra ciudad capital.

Ningún día fue lo suficientemente largo para él. Como patriota consumado, cuando estudiante, portó con gallardía nuestra bandera nacional como abanderado del Instituto Politécnico Nacional. Líder estudiantil, catedrático, constructor, empresario, político, filántropo, líder social y mentor de generaciones.

De trato amable, sencillo y generoso, tuve la fortuna de su amistad y de disfrutar de su virtud narrativa; por eso conocí sus anécdotas con grandes personajes de nuestra historia como el General Lázaro Cárdenas, Don Adolfo López Mateos, Don Alfredo del Mazo Vélez, con el Profesor Carlos Hank González, quien siendo Presidente Municipal de Toluca  en el año de 1955, lo invitó a desempeñarse como jefe de la oficina de obras públicas del H. Ayuntamiento de la Ciudad de  Toluca, atendiendo obras de urbanización, drenaje y agua potable.

Fue un reconocido empresario que en sus inicios abrevó de la experiencia de grandes empresarios de Toluca de los cincuenta, como de Don Nemesio Diez. El 2 de marzo de 2014, el Gobernador del Estado de México, Dr. Eruviel Ávila Villegas, le entregó la presea Estado de México al impulso económico Filiberto Gómez.

La Cámara Nacional de Comercio, Servicios y Turismo de la Ciudad de México le impuso la Medalla al Mérito Empresarial por su contribución al desarrollo económico de México. La Asociación Mexicana de Distribuidores de Automóviles también le reconoció.

En el ámbito de la sociedad civil, participó en diversos proyectos de desarrollo regional y de estudios políticos, económicos y sociales, así como en consejos ciudadanos de seguridad, electrificación, agua y saneamiento. En la filantropía, destacó su participación como fundador y promotor del Patronato de Arte y Decoro de la Catedral de Toluca.

 

Conservo en mi mente, un mosaico de recuerdos agradables con Don Manuel Arriaga Quintana, Pero hay uno que retrata a nuestro recordado como un bisabuelo sensible y amoroso tirado en el piso jugando con su bisnieto Noa, al que llamaba el jefe. Pues el destino quiso que el jefe, naciera un 21 de abril, el mismo día en que éi había nacido. La vida sigue y la dinastía sigue su ejemplo.