DOS CUENTOS AGUADOS

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Chubasco en el Alma

La lluvia estaba a todo. Pegaba en las ventanas y se escurría. Alguien con humor diría que querían meterse a la sala para resguardarse de la lluvia. Pero en esa sala no había buen humor sino también una tormenta, pero esta era de verbos encendidos y coléricos:

-¡Eso es lo que eres una puta y lo peor desgraciada es que no me pusiste el cuerno con un desconocido sino con mi propio compadre!

La mujer, el rostro colorado y la voz de trueno le contestó:

-¡Y ahora te pones digno cabrón! Dime sino haz andado con la pinche güereja vecina que esa si para que veas anda con medio mundo. Y te aguanté más de lo que te imaginas porque ¿Cuándo me haz llevado al cine? ¡Desde cuando que no me sacas a comer a un restaurante?

Afuera, la lluvia en todo su esplendor y en la discusión hasta pareciera que el florero del centro de la sala se movía al influjo de los insultos. Las voces resonaban con las palabras que lastimaban:

-¿Sabes qué? pero esto fue lo último que me haces desgraciada porque voy a solicitar el divorcio y te aseguro que te voy a dejar en la calle.

-Ja, ja, ja, ¿Y crees que podrás cornudito? acuérdate que nos casamos por sociedad conyugal y que uno de los que quieren conmigo es el licenciado Ramírez quién es experto en Derecho Civil.

-¿Ah sí a esas vamos? Veremos quién sale más quemado infeliz hetaira.

– Y ahora qué es eso de heraita.

-Hetaira ignorante que viene desde tiempo de los griegos y es tu profesión, zafia mujer.

-¿Zafia? sígueme insultando cabrón.

En eso de la según ventana de la sala, entró un enorme chisguete que bañó inmediatamente a todos.

Caído del techo apareció un muchacho blandiendo una manguera de bombero y el agua literalmente fumigó a los dos actores que se reclamaban infidelidades, al director de la película, a los iluminadores, al sonidista, sshhh el chorro de agua incontenible con trabajos dejó escuchar al muchacho de efectos especiales -que viendo al director furioso- sólo atinó a decirle:

-Pepeperdón me caí.

El Staff de la película Tormenta en el Alma seguía soportando el chubasco y el encabronado director sólo tuvo tiempo para gritar:

¡Corte! y luego por bajo:

-Pendejo muchacho.

Amor y desamor en la lluvia

La pareja de enamorados, frente a una Iglesia hablaban de cómo hacerle:

-¿Porque no me dijiste que eras casado?

-Simplemente porque me hubieras dejado.

-Y no te parece una cobardía mentir, tú que eres tan derecho en tus cosas, tan a toda madre y que me hiciste, más bien me has hecho que te quiera como a nadie he querido.

-A ver con calma… si te digo que mi esposa no me da el divorcio y que además no te he mentido, te adoro con toda el alma y me moriría si me dejas.

Primero fue una gota, luego otra y en cinco minutos se vino el chaparrón. Una lluvia fría casi granizo como la que se da en el Valle de Toluca, hizo que los enamorados subieran las escalinatas y se pusieran a buen resguardo en uno de los huecos de la Iglesia cercana.

A pesar de que se habían mojado el asunto no era para borrarlo. En el quicio que los resguardaba ella volvió a la carga con lágrimas que se habían revuelto con las gotas de lluvia y que hicieron que el rímel bajara por sus mejillas.

-No se vale Pedro, en serio que me hiciste quererte mucho.

-¿Entonces qué, ya no me quieres?

Quién sabe cómo de un auto estacionado se escapaban los violines de los “Románticos de Cuba”: Amor perdido si como dicen es cierto que vives dichosa sin mí.

La lluvia se revolvía con la canción y con airecillo cambió de rumbo lanzándose contra la pareja lo que hizo que se tuvieran que juntar más los cuerpos, pegados, juntitos, tanto que el beso y el abrazo salieron naturalmente. Y de nuevo el feroz cachondeo y los besos que querían comerse el uno al otro y sólo la voz de él salió opacada por el ruido de la lluvia y la lejana canción:

-Te quiero.

Y aunque se habían mojado, Pedro igual que los campesinos que sembraron su maíz, le dio gracias a la lluvia.