Dos Prosas Poéticas

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Seductora espalda

Siempre quise ser libre, volar más allá de donde mis pies me llevaran, saltar hacia la destrucción y salir avante. Fui al encuentro de retos y de la nada, cubriendo mi rostro, amparé mi realidad y con clara hipocresía evadí maldiciones que caducaron al llegar al abismo.

A tientas, conversé con la espada y el fuego, dispuesto a rodar hacia donde no germinan ataduras.

Sé que existo y me asombra la luna, y me gusta despertar arrullado al canto de aves que habitan mi jardín. Siempre me espera una seductora espalda sobre la arena, postrada, erotizada.

No quiero perderme vacío, ausente de sensualidad, caminaré lentamente, invitando a la indiferencia a murmurar en mis oídos, sobre la herencia rutinaria que me desveló en las andadas de agosto.

He sacrificado la dicha al perderme en laberintos de bruma, he bloqueado las manchas que hacen caducar al manicomio purpura, al que te arrastra ineludible el viento de estrellas.

De nuevo sumerjo mis sueños, los que merecen una precisa recompensa. Pensé alcanzar en noches de desorden, las ansias de aromatizar las grotescas líneas de una vida comprometida, con suaves rumores de niebla deslavada.

He bañado mi piel en el vaho de unos labios rosados, contagiado por altivas sensaciones, inéditas, y maravillosas sensaciones, encantado de admirar el perfume de las rosas en invierno.

Punto final

Sin palabras, flotas hacia otra historia, abandonando un puerto a tu medida, a tus memorias. Pasajera fugaz a media tarde, exprimiendo fantasmas de alucinantes aventuras. Te vas abrazada a tu belleza, al bálsamo de manecillas párvulas, rechazando el café de mi suicida dulzura, no existen pausas cuando me sé perdido y el desmentir no desvanece al arcoíris, ni da sabiduría a mis asustadas expresiones.

Despierto cansado, entre el tartamudeo de unas pupilas, que se volvieron gritos de almohada pecando en secreto. Duele el suspenso, las pesadillas perfumadas, las estrellas de barro perturbando descaradamente al penoso y trasnochado labial, que descalzo se hunde fuera de tus luces. Llévate los colores, la arena compatible con tus huellas, los sentimentalismos de cortinas de fantasía.

Por siempre, la virgen de los puntos suspensivos y encanto perfecto, se volvió aullido de errores fundidos en alcobas de carne esclava, de aventura enmascarada en luz neón. Los hilos tiritando saliva se ensombrecen agonizantes en la escena del punto final, donde los corceles acuñan inconclusos jardines de círculos prohibidos.

Antes de las tentaciones, a mi lado envolvimos untadas de sediento veneno, sobre máscaras de vestidos y pestañas eternas, que trascendieron de las sábanas rompe-mares, expulsadoras, embelesadas, de ausencia y gracia favorable donde se erizan libertades de letal cordura, en desfiladero de lamentos. Llévame a donde tus miradas resplandecen, donde mojas la tibieza del eclipse complaciente en la ventana de salvación.

Caminas colgada en el canto plateado de indiscreta silueta, bebiendo mareas sin sentido, donde es, pero no es; un destierro de mierda, escondiendo adioses en tierra recatada y de ciclos homicidas de asilo, donde se desborda llovizna desvanecerte, con envoltura de espirales desmesuradas con final de rehén etílico, incomodo, desgarrado en confuso y ciego objetivo, nombrado bajo el maquillaje de una herida.

Sobrevolando la distancia culpable de la succión, escondida en el vaivén de un dibujo carente de personajes y ficción estructural, que remueve el pasado gracioso, y el presente de cabello largo y euforia brotando en infantiles despertares, de sudor y embate trastocado por esencias de alcoholes, adheridos a tontas caminatas de lamentables círculos, donde te lamo en mi despertar de lobo ascendido.

Al reconstruir trozos de tiempo, resucitamos obsequiando espíritus de transparentes certezas, que meriendan bajo la lámpara arroja-besos, donde se anclaron las pistas de abrigos nocturnos y esféricas ausencias inundadas de pliegues, sintiendo los muelles de emergencia; valiosos, de ideas privadas, de canas y arrugas volcando miel.

Recuerdo las extrañas costumbres de encender fuego en los tejados del planeta que nos acogió, cuando resbalamos en el sendero de otro universo. Llévate tus cabellos, tu espalda, las imágenes de luna que nos encubrieron, los latidos sudorosos bendiciendo el cruce de miradas en el momento equivocado, y dices tú, con la manzana equivocada.