¡Educación moribunda!

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Quienes laboramos en el ámbito educativo hemos llegado al límite de tolerancia, es urgente, necesario, indispensable, imperioso, imprescindible, impostergable y preciso gritar a los cuatro vientos que no es posible seguir con actitudes tan absurdas en los procesos de formación de las nuevas generaciones

El grado de intolerancia, incongruencia y necedad de algunos actores de ese proceso, resulta lastimoso y profundamente doloroso.

Por un lado, profesores en zona de confort que son incapaces de hacer nada por el colega y, por el contrario, buscan la manera de denostarlo bajo la mirada soberbia de quien se siente superior al otro, por decreto. No existe respeto por la autoridad y buscan el mecanismo para boicotear los procesos sin medir consecuencias.

No es suficiente ser un profesor de élite, si ese conocimiento no va acompañado de una actitud humilde, de servicio y resiliente ante los retos del contexto, es tan falso como un billete de dos pesos; hay gente muy mala pretendiendo enseñar.

Por el otro, todavía más preocupante, la insolencia con la que cada vez más padres de familia dejan de asumir su rol de formadores y educadores, y se transforman en cómplices de las inadecuadas conductas de sus hijos.

Justifican lo injustificable y tienen el poco tacto de buscar conflicto a cualquier costo; hacen usos maquiavélicos de sus chats de padres, encandilan y envalentonan a otros para buscar causas justas mostrando una hipócrita actitud cuando se les habla cara a cara.

Además de todo, incongruentes, recién leía una publicación que compartió un entrañable profesor mío, Narciso Cureño, que a la letra dice:

Papa y mamá: Tu me mandas a un niño con un moretón a la escuela, pero si yo te lo devuelvo accidentado, tu me pones una demanda. Tu me mandas un niño grosero, sin modales, sin valores, sin reglas, pero cuando regresa a casa a contarte que le he llamado la atención y he intentado enseñarle, tu me juzgas de acosador, injusto, entrometido y aprovechado.

Tu me mandas a un niño sin bañarse, sin lavarse los dientes, pero si los amiguitos le hacen comentarios al respecto, tu me culpas de no estar al pendiente. Tu me mandas a un niño con bebidas gaseosas o azucaradas y frituras en la lonchera, pero si tu hijo no aprende, me juzgas por ser un mal profesor.

Preocupante, ¿no?, adicionalmente, es cada vez más común que esos grupos en redes sociales de padres de familia se transformen en una suerte de Nueva inquisición, porque ante la menor provocación, se organizan y como en el medievo, se acercan a la autoridad con la intención de linchar a quien osó tocar a sus retoños.

Con estas actitudes, la educación está en terapia intensiva, moribunda, esperando el momento de fallecer.

¿Por qué no asumir nuestros roles con mayor prestancia?, ¿Por qué no el profesor se dedica a trabajar en lugar de buscar la grilla permanente?, ¿Por qué los alumnos no van a la escuela a buscar aprendizajes en lugar de victimizarse todo el tiempo?, ¿Por qué los padres de familia suponen que ellos son los dueños de los procesos educativos en los colegios?

Bien nos decía Abraham Lincoln; no puedes fortalecer al débil debilitando al fuerte, no se puede formar el carácter mediante la eliminación de la iniciativa e independencia de las personas, no se puede ayudar a las personas de forma permanente haciendo por ellos lo que ellos pueden y deben hacer por sí mismos, no se puede promover la fraternidad del hombre incitando el odio.

¡Carajo!  ¿Cuándo haremos lo correcto?

horroreseducativos@hotmail.com