El romancero gitano o el espíritu de la resistencia en la Guerra Civil Española
Federico García
hasta ayer se llamó: polvo se llama.
Miguel Hernández. Elegía Primera.
Memento, homo, quia pulvis es,
et in pulverem reverteris.
Génesis, 3,19.
¿Quién podría dejar de recordar, esos versos de Vallejo en España, aparta de mí este cáliz, que dicen: ¡Cúidate, España, de tu propia España! / ¡Cúidate de la hoz sin el martillo, / cúidate del martillo sin la hoz!*”? O los de Miguel Hernández: España, piedra estoica que se abrió en dos pedazos / de dolor y de piedra profunda para darme: / no me separarán de tus altas entrañas, / madre de El hombre acecha, en donde son notorios los dos segmentos, la España dividida entre el terror y la libertad, entre las hordas y la República. Los albores de esa España que se partía, de esa España que luchaba por justicia, que sufrió la más cruda polarización política, y cuya Guerra Civil, a decir del profesor Gabriel Jackson, estalló a causa de los agudos conflictos creados en la sociedad española (1965), fue interpretada en un libro fundamental, en un libro extraordinario: El Romancero Gitano (julio de 1928), un libro de poesía.
España, pueblo y tradición
Influido por Góngora, muerto hacía tres siglos, Federico García Lorca, autor de Romancero Gitano rescató en el libro el pensamiento (y el sustento material de éste) de la vida de los gitanos. No de la caricatura que la España formal había construido de éstos, ni la pretendida reivindicación que habían hecho de su cultura al folclorizarla presentándola como arte flamenco, que en realidad no lograba más que hacer digerible lo menos gitano para el consumo de la España oficial perpetrando la separación de los gitanos, que además de cargar con la mitología de su libertad, tenían que soportar no sólo la marginación de sus formas colectivas de vida social y de su cultura, sino también la persecución y la muerte. El mismo García Lorca, en una conferencia, disgustado por ser malentendido en su libro, tratado de libro flamenco, de libro folclórico, señala que este es: un libro anti–pintoresco, anti–folklórico, anti-flamenco.
Expone que en este hay un sólo personaje, la Pena, pero que ésta no tiene nada que ver con la melancolía ni con la nostalgia ni con ninguna aflicción o dolencia del ánimo, que es un sentimiento más celeste que terrestre; pena andaluza que es una lucha de la inteligencia amorosa con el misterio que la rodea y no puede comprender (1969). Aquí corroboramos entonces que los gitanos de García Lorca son reales, su pena, además de ser sentida individualmente es un sentir colectivo y no un acumulamiento de lloriqueos o melodramáticos ayes. Indica la misma ética cuando se refiere al personaje que hiciera famoso en dos romances, Antoñito el Camborio, a quien define como: Gitano verdadero, incapaz del mal como muchos que en estos momentos mueren de hambre por no vender su voz milenaria a los señores que no poseen más que dinero, que es tan poca cosa (1969). La reivindicación del gitano andaluz es la defensa del pueblo, de un pueblo antiguo, paridor de ideas y sueños y acciones solidarias.
Veremos luego como García Lorca nos presenta con base a esto una moral gitana, es decir una ética popular. Para Guillermo Díaz-Plaja, García Lorca revaloriza el romance y eleva estéticamente a la gitanería del folclore: En adelante, la gitanería deja de tener un simple perfil picaresco, para adquirir carne y sangre de realidad, presentándola en su complicada y profunda humanidad; orgullosa y perseguida, valiente y femenina, artista y soñadora, desarraigada y andalucísima (1954). Este libro enseñó en su época que un país puede tener dos o más tradiciones al mismo tiempo y que es justo luchar por comunicarlas. El conservadurismo fascista que se cernía sobre la península no admitía más que una tradición.
García Lorca, utiliza el romance como forma poética, pero lo moderniza, lo exterioriza. En sus romances no habla sólo él, se manifiesta un colectivo, una cultura milenaria, valiente, digna, plena. Crea así García Lorca la expresión ética y estética de todo un pueblo avasallado, en una época en donde los vientos de cambio y de guerra sonaban a diario y donde la sociedad ultraconservadora de España mostraba su molestia utilizando todas las formas represivas posibles. La redención de esta resistencia popular, primero cultural y luego armada se torna revolucionaria, no sólo por tratarse de la época, sino también por el lenguaje utilizado para ello.
García Lorca logra una revolución literaria de fondo y forma. Por eso decimos que es este un libro completo. A lo que García Lorca logra con sus romances, escritos entre 1924 y 1927, se les puede aplicar, lo que dijera el alemán Dieter Schiller sobre lo que debería ser la disposición literaria de un artista revolucionario: La configuración literaria del revolucionario de nuestros días logrará dominar con sentido realista la interrelación existente entre lo público y lo privado en la creación de una unidad político–moral del pueblo (1970). García Lorca no únicamente consigue la expresión política de la vida social de los gitanos, sino que le da formato a su estética, no para crear un molde, sino para canalizar su voz.
En el Romancero Gitano la vida colectiva de los gitanos adquiere expresión sonora, cromática, terrenal y paradisíaca. Al leerlo se ingresa a la sociedad comunal y se siente, por muchos; se llora, por todos. García Lorca logra plasmar un universo mítico y al mismo tiempo real en donde el gitano convive con una metafísica concreta, en total consubstanciación con la tierra, el clima y los astros. Analizando el problema del lenguaje en Hegel, el alemán Josef Simon escribió: Para que la conciencia pueda elevarse por encima de lo natural necesita de la experiencia natural de lo sobrenatural (1966), o sea de asir lo aparentemente inasible, de ver lo invisible, de sentir lo oculto, lo inexpresado. García Lorca logra un mundo intuitivo, pero manifiesto, premonitorio, pero contrastable, en donde la muerte, lo fatal, el más allá, están tan arraigados en el mundo real que nos es tan patente como lo vivo.
La poesía como política y como pedagoga
Muchos han pretendido negar la personalidad política de Federico García Lorca con la intención de esterilizar su aporte y disminuir las razones de su crimen a manos del fascismo. Felizmente hace ya mucho tiempo que la investigación de Ian Gibson y su gran labor compiladora de documentos lorquianos, han traído por tierra todas estas falacias. Ese viejo debate entre los que creen que la poesía debe ser ajena a la política o los que dicen que no, no escapó a la obra del poeta de Granada. Como señaló el norteamericano C. D. Bowra en su libro Poesía y política: A muchas personas les desagrada la idea de que la poesía pueda tener alguna relación con la política (1966). Sin embargo, el poeta y dramaturgo estuvo muy ligado a la política desde dos niveles bien delineados. El primero, el más directo, adhiriendo a declaraciones y manifiestos republicanos, socialistas y antifascistas. El segundo, a través de su obra: la extraordinaria defensa y reivindicación de la mujer en sus obras de teatro y en el erotismo de su poesía en una sociedad tan moralista y machista como era la España de entonces, la defensa del arte y la cultura de los pueblos y por lo tanto su oposición a formas antidemocráticas de vida social que reprimieran estas manifestaciones sociales solidarias y ancestrales.
El mismo García Lorca opinaría sobre la aparente división entre poesía y política y optaría claro está por una poesía pedagógica, por una poesía política sin ser panfletaria. El libro de Gibson, El asesinato de Federico García Lorca, transcribe parte de las respuestas a una entrevista realizada el día 10 de junio de 1936 a García Lorca por el diario El Sol de Madrid, dice el autor de Bodas de sangre: Ningún hombre verdadero cree ya en esta zarandaja del arte puro, arte por el arte mismo. En este momento dramático del mundo, el artista debe llorar y reír con su pueblo. Hay que dejar el ramo de azucenas y meterse en el fango hasta la cintura para ayudar a los que buscan las azucenas (1979).
Además, como se sabe, García Lorca era homosexual. Y esa situación en sí misma vivida de manera franca y sin hipocresías constituía un atentado directo contra el control eclesiástico y la concepción fálica de la sociedad, imperante en ese entonces. Y no por ser homosexual fue un agente social revolucionario, sino por la manera cómo actuó esa realidad. En el libro de Francisco Umbral, Lorca, poeta maldito, nos enteramos de que el poeta debate con Luis Cernuda, otro famoso escritor de su generación, la Generación del 27 (llamada así por cumplirse el tricentenario del fallecimiento del hasta entonces marginado por el academicismo, Luis de Góngora). Cernuda también era homosexual y el debate aparentemente literario y artístico entre el autor de Yerma y aquel, encubría una polémica sobre la manera de vivir. García Lorca se declara libre en sus acciones, Cernuda es prisionero de la sociedad. Según Umbral: A Lorca le atormenta la vida, que es manadero del hombre mismo. A Cernuda le atormenta la moral, que es una superestructura culta, una puesta en limpio de la vida (1977).
El Romancero y la Guerra Civil
García Lorca nació un 5 de julio de 1898, en el año en donde una generación de poetas, entre ellos Machado, Azorín, Unamuno, se había reunido para llamar a la españolización de España y entre otras cosas habían estudiado el romance. Ellos afirmaban que existía una España real, pobre y abandonada y una España oficial, falaz y fingida. Como vemos la Guerra Civil traía en ciernes desde hacía mucho tiempo el estallido de esta España partida en dos. En 1918 García Lorca publicó su primer libro Impresiones y paisajes y una década después publicaría el Romancero Gitano, libro característico de la Generación del 27. García Lorca sería asesinado el 18 de agosto de 1936 al iniciarse la Guerra Civil en donde el fascismo saldría vencedor. No obstante, dejaría una forma de interpretar la realidad como legado y su poesía se convertiría en el grito de resistencia de esa otra España olvidada, maniatada, burlada: la España del pueblo, de los gitanos, de las mujeres y madres, de los trabajadores, de todos aquellos de quienes habló en sus obras, tanto poéticas, como en prosa o dramáticas. Creemos que este libro pionero traduce el espíritu de la resistencia española durante la guerra que se inició con su muerte. Ese método de poetizar, lo utilizó también durante su estadía en New York, en donde a falta de gitanos, supo hallar en los negros que vio en los ghettos, que sufrían por el racismo y el hambre, los elementos constitutivos de una cultura de resistencia. Esto se lee en su Oda al Rey de Harlem del libro Poeta en Nueva York (1930 -1932).
De acuerdo con Christian De Paepe quien dice que el Romancero Gitano es un un romance épico–dramático–lírico (2003), creemos que la obra de García Lorca logra en este libro la conjunción exacta de estos diferentes géneros literarios, a los cuales da además un carácter narrativo sin perder una gota de dramatismo, heroicidad y posición de parte. Un carácter narrativo que posee un fino lirismo y una ruda y seca épica. Recordemos el Romance de la Guardia Civil española, en el cual deja bien sentada la idea de que la Guardia Civil no administra justicia sino intereses de las clases poseedoras en contra de todo aquello que le parezca subversivo, haciendo el feliz símil entre la familia de gitanos y la sagrada familia. La Guardia Civil como modernos Herodes persiguen al pueblo que es el niño, el creador, el que realmente vive.
Así como Homero une tradición, historia, leyenda y creación poética para crear sus rapsodias, así, García Lorca, logra la simbiosis estética y política del mito, la magia, la racionalidad y la gesta de todo un pueblo. García Lorca se alza y habla por el pueblo español y por el mundo marginado. De ahí que su arte rebase las demarcaciones del folclore. García Lorca crea nueva poesía para destruir la vieja y esa destrucción refrescará aún más la imaginería poética, en la ruta de la dialéctica de los grandes poetas que enseña el alemán Wilhelm Stekel, en su obra de 1912, Los sueños de los poetas. Su arte es tan innovador que necesita traspasar los límites de la simple creación, su arte se opone al arte oficial, por lo tanto, es un arte de ofensiva.
Pablo Neruda escribe en el llamado Documento publicado en el número 316 de la revista Claridad, en Buenos Aires: Después del asesinato de Federico García Lorca, en la plaza de Granada se hizo una hoguera y se quemaron miles de ejemplares del Romancero Gitano y todos los papeles inéditos del poeta (1937). Con esta acción narrada por el poeta chileno, la caterva fascista pretendía borrar de la historia un elemento de la memoria de la conciencia de un pueblo, empero, los republicanos, aunque perdieron en su lucha, llevaron bien en alto el recuerdo de su poeta, que ayer se llamara Federico y que hoy polvo se llama. Polvo de estrellas, vida.