ESE PUNTITO AZUL

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Hay una cosa que quedará para siempre

marcada en el alma del universo: mi amor.

Paulo Coelho

¿Qué es un puntito azul, corriendo en el jardín?  ¿Recuerdas la adivinanza? La hormiguita que usaba blue jeans y corría entre la hierba, ¡era un clásico de las fiestas infantiles noventeras!

Otro clásico noventero es una histórica fotografía: Un punto azul pálido, muestra a la Tierra desde Saturno, a una distancia de ¡6,000 millones de kilómetros! y es casi imposible distinguirla.

Esta imagen, inspiró al astrónomo y divulgador científico estadounidense Carl Sagan, a crear conciencia de cómo en la inmensidad del universo, nuestro planeta es apenas, una pequeñísima mota de polvo suspendida en un rayo de sol; al tiempo que, vista desde aquí, con ojos humanos, es nuestro enorme y preciado mundo, todo lo que somos, nuestro hogar y el hogar de los seres que amamos, de todo lo que hemos conocido y por lo que hemos luchado, algunas veces con violencia y total demencia, y donde quedará nuestro legado.

Millones de personas, entre curiosos, lectores de su libro Un punto azul pálido y televidentes de la popular serie Cosmos, fueron impactadas con las palabras de Sagan:

La suma de todas nuestras alegrías y sufrimientos, miles de religiones seguras de sí mismas, ideologías y doctrinas económicas, cada cazador y recolector, cada héroe y cobarde, cada creador y destructor de civilizaciones, cada rey y campesino, cada joven pareja enamorada, cada madre y padre, niño esperanzado, inventor y explorador, cada maestro de la moral, cada político corrupto, cada “superestrella”, cada “líder supremo”, cada santo y pecador en la historia de nuestra especie, vivió ahí

– en una mota de polvo suspendida en un rayo de sol.

Arthur C. Clarke, el científico que, en 1974, profetizó el internet como lo conocemos hoy, aseguró que la astronomía, como nada más podría hacerlo, enseña a los hombres la humildad. Un punto azul pálido, nos permite comprender a quienes no tendremos la experiencia de ver nuestra casa desde una cápsula flotante en el espacio exterior que, en esa infinitud que es el universo, somos todos ¡tan pequeños!, ¡tan similares y vulnerables!, ¡tan prescindibles obreros en aquel inmenso campo estelar! Al observarlo, cobran sentido las palabras de Buzz Aldrin, uno de los astronautas que pisó la Luna con la misión del Apolo XI. El dijo, con claridad: Me prepararon para llegar a la Luna, pero no para regresar a la Tierra. Aquella fotografía produjo en muchos, el mismo efecto.

Es decir, ¿cómo recuperarse de una imagen así?, ¿cómo volver a la Tierra, luego de atenderla, si el ser humano se ha considerado el centro del universo y el asunto favorito de los dioses ¡por tanto tiempo!? ¡¿Cómo, si a través de la embriagante ilusión del poder, la humanidad ha sido tasada y separada, en categorías y etiquetas, con las que unos pretenden el dominio de otros, a conveniencia y mérito de quién posee más recursos materiales?! Lo más absurdo de todo es que le hemos entregado al poseer, la responsabilidad por la felicidad humana. Segregados, polarizados, juzgados, deshumanizados y en peligro de extinción, soñamos con traspasar las fronteras de este mundo y conquistar otros planetas: ¿Cómo, si aún no hemos logrado conquistar nuestros propios instintos, ni siquiera los más básicos, iríamos ir por ahí, clavando banderitas en otros mundos?

¿Cuántos mundos más planeamos destruir? Porque hasta hoy, no hemos sido más generosos o inteligentes que un virus, con la extraordinaria mota de polvo en la que nos tocó vivir. ¿No ha sido acaso, la hormiga de la adivinanza con la que empezamos esta columna, una vecina más humilde y eficiente? Creo que si entendemos la Humildad, como la disposición inteligente para aprender de todo y todos, entonces ella y un punto azul pálido, pueden enseñarnos algo y devolvernos la esperanza. Suena duro, pero es que la foto desafía todo lo que hasta hoy, ha apuntalado al habitante de un mundo que suele mirar desde el propio ombligo, hacia afuera. Vista desde tan lejos, la Tierra se ve tan poca cosa, tan poco importante, tan difícil de notar y tan fácil de borrar…

… y sin embargo, esa imagen nos da la oportunidad de mirarnos desde afuera hacia adentro, desde la grandeza del universo hacia lo más profundo de cada ser vivo, hacia aquello que nos cohesiona y que a la vez, nos convierte en esa singularidad maravillosa dentro de una mota de polvo que trasciende la mera casualidad de estar vivos. ¿Será casual vivir obsesionados con la trascendencia, el legado positivo y el propósito? ¿Acaso no son éstas, expresiones del amor, que es a fin de cuentas la fuerza creadora que da comienzo y sostiene cualquier forma de vida? ¿No es esa fuerza una huella que convendría mantener, indeleble, tras nuestro paso por la Tierra?

¿Aprenderemos de la historia, que los pueblos florecen al expandir, multiplicar, cooperar; al crecer desde adentro (donde siempre está la salida), y por oposición, la ruina, el olvido, el tan temido final, llegan al pelear por los recursos de un espacio finito hasta que solo queda confusión y una memoria dolorosa? Un punto azul pálido, minúsculo desde afuera, puede crecer si empezamos a dibujar con trazos firmes, desde adentro.

Sería triste que algún extraterrestre encuentre, ese par de discos de oro que vagan por el espacio con nuestras memorias más hermosas, y que estos instrumentos inertes y helados le cuenten la historia de una extinta civilización. Albergo la esperanza de que esas cápsulas del tiempo, las halle algún terrícola del futuro, y que la belleza y los sentimientos más nobles de la humanidad, allí sintetizados, los inspiren a recuperar lo mejor de un legado amoroso, consciente, que encienda sus bríos con un nuevo, primer fuego.

Bibliografía:  SAGAN, Carl; Un punto azul pálido: una visión del futuro humano en el espacio, Editorial Planeta, Cuarta Edición, 2003.