Feminismo ayer y hoy
Es raro que los hombres nos preguntemos cuánta es la importancia que tienen las mujeres en el desarrollo de la humanidad. Nos enteramos de todas las injusticias que cometemos contra ellas en hechos del mundo que son éticamente una vergüenza para quien se llega a llamar ser humano —en el caso del hombre—, pues llega a vender a sus hijas u ofrecerlas al mejor postor. Existe al hacer investigación en el tema gran cantidad de biobibliografía al respecto. Por esta curiosidad es que el título de Las rebeldes de la escritora Mónica Lavín me llamó la atención, novela de la revolución mexicana en los inicios del siglo XX. La cuarta de forros, resume dicho texto:
Las rebeldes narra la historia de dos mujeres y de muchas otras que participaron en la Revolución mexicana. Siguiendo las vidas de Leonor Villegas, quien fundara la Cruz Blanca Constitucionalista, y de Jenny Page, una joven que huye de su casa para ser periodista y encontrar su propio camino. Es interesante atender la participación de las mujeres en la revolución que abrió nuevas perspectivas a los países el siglo pasado. Al leer los renglones escritos por Mónica me acuerdo de corridos que a mujeres bravías fueron dedicados; legado que informa de la participación de la mujer en La Soldadera o en aquella otra película titulada: Enamorada, film mexicano con participación de Pedro Armendáriz y María Félix, así como por el guion que expresa el alma de México, en aquellos tiempos de caballos, carabinas y relaciones entre hombres y mujeres bajo la lucha civil.
Al inicio del texto de Mónica Lavín, se lee: Adela con su belleza insolente, la teniente coronel María de Jesús ocultando sus senos rosados, Aracelito preparando hipodérmica, Aurelia consolando con una canción, Lily entablillando una pierna, Jovita vendando una cabeza, Trini mandando un telegrama, Antonia comprando los uniformes, Leonor organizando la brigada. La banda tocando, el cabrito al fuego, Eustacio apuntando con la cámara. “Dejen sus tareas. Reúnanse aquí todas. Jenny, tú también.” Yo, sonrojada. “Enfermeras, muestren la banda en su brazo. Sonrían. Ésta es la memoria de la Cruz Blanca Constitucionalista.” Yo no aparezco en ninguna de las fotos que Leonor Villegas de Magnón guardó. El que se mueve no sale en la foto. La foto que tomó Eustasio Montoya. Y yo salí huyendo. Mucho tiempo ha de pasar para que la verdadera historia de hombres y mujeres se cuente tal cual es, y no tal cual la inventan ideólogos pagados, para hacer la historia al acomodo de algún gobernante o de aquél que paga, para que le cuenten el cuento como él quiere que sea.
La historia de la revolución mexicana tiene grandes vacíos y entre ellos, el saber qué cosa hicieron miles de mujeres por lo que es tarea obligada. Injusticias para la mujer es pan diario en el mundo que vivimos. Extenso es el tratado y la investigación donde se presenta el origen de la familia, que no inició tal y cual la conocemos los que vivimos en mitad del siglo XX o en este siglo. Si se atiende la lectura del libro que escribe en el siglo XIX Federico Engels —en la juventud leímos a propuesta de don Agripín García Estrada en sus clases del Estado y la política social, dentro de la Escuela Normal del Estado de México— titulado El origen de la familia, la propiedad privada y el Estado nos da luces al respecto. Miles de años atrás se presenta la diversidad del desarrollo de la familia a partir de la poliandria: donde la mujer ejerce la poligamia y es la persona que manda dentro de la comunidad. De los inicios de la sociedad humana han de pasar muchos siglos, que hicieron que la mujer perdiera el mando trayendo el atraso del desarrollo femenino en sus luchas por tener igualdad con el hombre: injusticias y desigualdades se presentan en nuestro país tanto como en América Latina. Al revisar dicho desarrollo a través del movimiento social de la Revolución mexicana se dice que se llevó a cabo por la movilización de las fuerzas campesinas a principios del siglo XX, pero se piensa que sólo los hombres participan y que la mujer queda suspendida y fuera del movimiento guerrero, como si no hubiera habido muchas muertas en las refriegas de los bandos que peleaban por territorios y entidades.
Fue una revolución sobre todo de campesinos contra el gobierno dictatorial de Porfirio Díaz; sus principales exponentes no son ideólogos del proletariado o de la pequeña burguesía como tales, sino aquellos que bajo el lema de Tierra y Libertad piden el cambio del viejo régimen, por uno que promueva el desarrollo social para México que tenía características rurales. Emiliano Zapata y Francisco Villa son expresión de la misma inquietud. Se habla de la revolución por sus líderes principales, mártires todos: Francisco I. Madero, José María Pino Suárez, Emiliano Zapata, Felipe Ángeles, Venustiano Carranza, Francisco Villa, Francisco Serrano y Álvaro Obregón, entre muchos otros, ellos y cientos de miles quedan en el camino de la guerra civil que tuvo por lo menos un millón de muertes a lo largo de dos décadas.
En esta historia la participación de la mujer se reconoce de manera marginal. La Soldadera personaje legendario, sólo se recuerda por algunos corridos de la etapa en la revolución de 1910. Por investigaciones históricas se relatan sacrificios que pagan con su propia vida: al seguir a sus esposos o padres, así como a sus hijos. Existen casos por su deseo de cambiar ellas la situación del viejo régimen dictatorial y clasista. La mujer sufre la dura violencia de ver a sus parejas o a sus hijos, ser llevados a la leva por órdenes de los jefes políticos enquistados en la nación.
Sin embargo, los hechos y las investigaciones poco señalan con material que compruebe lo que la mujer sufre en esa guerra civil de manera fehaciente. Es interesante ver una y otra vez, en fotografías de aquellos tiempos sólo aparecen hombres en todos los momentos: de vida legislativa o representación gubernamental, de la lucha donde hay como excepción momentos icónicos en que aparece una mujer colgada del pescante del tren en movimiento. O cuando, como sucede en la película Enamorada donde va la mujer —la actriz María Félix—, al lado del hombre que ama, representado por el actor Pedro Armendáriz. Eso sí, el montado en el caballo y, ella al lado siguiendo el paso del animal. La Revolución mexicana parece que es sólo hecha por campesinos, sin la aparición de su mujer. Y eso, es falso en todos sentidos. Ejemplos hay muchos. En la creación de un partido político que propugna poner por encima: las instituciones dejando a un lado el país de caudillos o caciques. Esto a finales de la década de los veinte del siglo pasado. El Partido Nacional Revolucionario (PNR) nace el 4 de marzo de 1929 en el Teatro de la República en la ciudad de Querétaro. Resulta interesante ver que no asiste ninguna mujer como representante de dicha institución partidaria. Sólo aparece detrás de las gestas revolucionarias. O a la entrada triunfal de Francisco I. Madero con su esposa Sara Pérez a ciudad de México.
Todos escribimos sobre el cruel asesinato de Gustavo A. Madero, hermano del presidente del país. Asesinado un día antes que el presidente Madero y su vicepresidente José María Pino Suárez, nadie se pregunta: ¿Qué sucedió con doña Sarita Pérez de Madero?… Como si fuera actriz de segunda, o extra de la tragedia nacional: la que no tiene importancia al desaparecer el primer actor. Al revisar textos y fotografías del libro Revolución e Instituciones, donde destacan las fotografías del Archivo de la Revista Siempre: aparece del brazo de Venustiano Carranza una mujer y Francisco I. Madero, los dos en un ángulo rodeados en su mayoría por mujeres. Eran primeros lustros del siglo XX y, la mujer que aparece es aquella que está bien vestida, arreglada para festejar el triunfo de la revolución. Raro es reconocer a la mujer campesina que fue la que se entregó a la lucha muriendo también. Raro es recordar a Carmen Serdán en Puebla, dos días antes del inicio de la revolución el 20 de noviembre de 1910 quien es herida en el ataque que los militares del porfirismo hacen a su casa. Mucho hay que revisar en la historia de México y la humanidad para darle el lugar que merece.