Hipoacusia, más allá de solo escuchar

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Es parte ya, de la atención primaria a la salud, realizar gratuitamente el Tamiz Auditivo a los niños nacidos en territorio mexicano, a los dos o tres días en que nacen. Esto con el objetivo de detectar oportuna y tempranamente pérdidas auditivas para así brindar el seguimiento necesario a esas familias en las que se confirma que el recién nacido tiene hipoacusia, proporcionando una mejor oportunidad y calidad de vida para el desarrollo de sus habilidades de comunicación y lenguaje.

Para que lo anterior funcione, se debe realizar la prueba de tamizaje y si el resultado nos arroja una sospecha de pérdida de audición entonces un médico especialista audiólogo debe hacer un estudio más detallado que nos ayudará a confirmar el diagnóstico: HIPOACUSIA. En cuanto se confirma la pérdida y el grado de ésta, comienza un situación confusa y complicada para los padres y familiares.

Para los especialistas que brindamos el seguimiento y atención oportuna, nos resulta familiar la información que a partir de ese momento otorgaremos, en lo particular como terapeuta en Comunicación Humana, sé que es lo que debo hacer a partir de tener la confirmación del diagnóstico. Eso es de gran ayuda para los padres y familia, ya que habemos profesionales que les brindamos ese acompañamiento; sin embargo, lo que cada uno de ellos vive y experimenta de manera personal llega a ser indescriptible. He visto miradas de desconcierto, de dolor, de culpa, miradas que reflejan coraje y sobre todo temor. Miedo a lo desconocido, miedo a no saber, a ciencia cierta, qué pasará con su hijo o hija; he visto familias que se desintegran, matrimonios que se culpan uno a otro buscando una respuesta a la situación que se esta viviendo. Madres que se sienten responsables por haber pasado un mal embarazo, por haber estado tristes, por haber llorado mucho o por haberse dejado maltratar física o psicológicamente por su pareja… Así también, madres o padres de familia que abandonan su hogar, asegurando que con una situación así no pueden lidiar.

Aunado a todas estas situaciones de carga emocional, es importante comenzar a hacer lo pertinente y que los padres o responsables del cuidado del menor comiencen a buscar la habilitación auditiva, es decir sus auxiliares auditivos. ¿Podrán comprarlos con recursos propios? ¿Tendrán que ir de una institución de salud a otra buscando apoyo para obtenerlos de manera gratuita? ¿Le donarán uno, o los dos? ¿Los auxiliares donados, serán útiles, le brindará una adecuada ganancia auditiva? ¿Tendrá la familia para cubrir los costos de mantenimiento de los auxiliares? ¿Podrán comprar las pilas para poder usarlos? Y así, podría continuar con un sin fin de cuestionamientos y situaciones que atraviesa cada una de estas familias.

Cuando por fin, el paciente tiene sus auxiliares auditivos, se debe resolver el periodo de adaptación a los mismos, los bebés deben acostumbrarse a tenerlos puestos comenzando solo por unas horas al día hasta lograr usarlos durante los periodos de vigilia. Siendo ésta situación un reto para toda la familia, que además es determinante para el buen pronóstico en la evolución del tratamiento. Se debe contar con un terapeuta en Comunicación Humana  instruido en Terapia Auditivo Verbal para que ese pequeño o pequeña reciba sesiones con ese enfoque mínimo tres veces por semana, teniendo como objetivo enseñar a escuchar primero, y, después a hablar.

En realidad, podría seguir escribiendo de cuestiones técnicas o teóricas, respecto a la intervención que se le debe proporcionar al paciente. Sin embargo, quiero reflejar un poco lo que como terapeuta veo en cada una de las familias que atiendo. La discapacidad Auditiva es mucho más frecuente de lo que creemos, y el tratamiento o intervención adecuada requiere de muchos factores que predisponen el pronóstico. Pero más allá de ello, la situación familiar y la aceptación del diagnóstico es determinante para lograr lo propuesto. Como profesionales de la salud es nuestro deber orientar y sobre todo acompañar a cada familia en su propio proceso, reconociendo que no sólo dar instrucciones o actividades a realizar en casa o en la terapia es suficiente. Reconociendo que nuestro acompañamiento, escucha y empatía puede motivar y lograr que se apegue al tratamiento teniendo como resultado una mejor calidad de vida en el paciente.