+Historia de Tortería La Violeta y don Francisco Balderas Gómez
La frase
En respuesta al que critico a la clase media aspiracionista: El que nos roba los sueños, nos mata
CONFUCIO
LA HISTORIA DE TORTAS LA VIOLETA Y FRANCISCO BALDERAS
Visión de familia, alguien les pasó el tip, lo cierto es que casi un año antes de que la Terminal Toluca en avenida Juárez comenzara a funcionar sobre los terrenos que habían sido del cuartel general de la Vigésima Segunda Zona Militar que se cambió a lo que ahora es el Parque Metropolitano sobre Paseo Tollocan, donde termina la avenida Juárez, la familia Balderas, integrada por el papá y dos hermanas puso a funcionar la Tortería La Violeta, que más tenía pinta de miscelánea.
A un lado los Caldos Indianilla, al otro la Dulcería Lemus. Dentro de la Terminal, el Restaurante La Pagoda de don Marco Antonio Sam Chanes, que era muy grande, poco más de 30 mesas, abierto las 24 horas, una Vinatería de don José Ugarte. Antes de subir las escaleras estaba la Farmacia Terminal de Jesús Roldán, quien también era dueño de la Farmacia Universidad, que estaba a la siguiente cuadra y era atendida por su hermana.
Casi al mismo tiempo llegó la Pastelería Toluca, con su propietaria Patricia Gómez, quien llegó a tener hasta cinco sucursales, debido a su éxito. Dos locales después hacia el sur se instaló la Fuente de Sodas Flamingos, con tortas, jugos, nieves y mariscos.

Del otro lado de la Terminal, sobre Rayón estaba otro restaurante, llamado La Terminal de Jesús Flores Rubí.
En la siguiente cuadra, entre Instituto Literario que en ese entonces se llamaba Constituyentes, estaba la miscelánea y tortería El Estudiante y casi a media cuadra antes de llegar a Gómez Farías, la tortería y pollos rostizados Lolita.
La competencia era fuerte.
Una de las hijas del señor Francisco, el papá de quien murió el viernes pasado, y que al parecer dio origen al nombre de la tortería, trabajaba en la panadería Los Portales, propiedad de Miguel Angel Larregui, hermano de Fermín, quien a su vez era dueño de la Pastelería Cristal ubicada en la esquina de Bravo e Hidalgo, que funcionaba también como cafetería y cuya guapa cajera era Lupita Jardón, quien a la postre contrajo matrimonio con el portero peruano Eugenio “Mono” Arenaza.
La Pagoda, además de café y pan de chinos, tenía tortas de diversos precios. La más barata era de dos pesos, de huevo cocido con telera grande de 20 centavos.
Entonces para competir con posibilidades de éxito en La Violeta metieron telera de 10 centavos, más chica, pero con jamón y lechuga o bien otros ingredientes, con precio de un peso. Sí se fueron haciendo de clientela, por el sabor de las tortas, por la atención y además, porque a las personas de escasos recursos, no les hacía daño dicho producto. Luego las tortas fueron con precios diferidos según el ingrediente y se pusieron además jugos y licuados, especialidad de don Francisco Balderas Gómez, quien murió el pasado viernes 18 de junio.

Así La Violeta adquirió fama de tortería buena y barata, sin que la comida hiciera daño, porque siempre cuenta con la mejor higiene y además vasto y de la mejor calidad.
Tanta fue la fama, que el cineasta Gerardo Lara inmortalizó La Violeta en su cinta La aldehuela, historia de un gran amor, protagonizada por Arianne Pellicer y Javier Zaragoza, con guión del propio Lara.
A las tortas iniciales de jamón y milanesa, se añadieron las de salchicha, albóndigas, mole verde, queso de puerco, queso blanco, pollo deshebrado, chorizo y muchas combinaciones más, ahora acompañadas de jugos, licuados, cocteles de frutas.
Fueron por lo menos, diez o doce generaciones de toluqueños las que disfrutaron de sus tortas o licuados. Muchos de ellos dejaron uno o varios libros de prepa o de secundaria, con tal de llevarse una torta a la boca, Y lo más maravilloso, regresaban por el libro.

Cientos de viajeros, en los tiempos de auge de la Terminal Toluca en Juárez, degustaron de las tortas, por la rapidez con que eran atendidos, por lo sabrosas que eran, por lo bien surtidas que estaban y sobre todo, por lo económicas que resultaban.
Paquito, el dueño de la Tortería La Violeta, vio nacer, crecer y morir a la Terminal, su negocio siguió en pie, superó el auge del pasaje y se quedó con la clientela que supo hacer.
Muchos regresaron con sus hijos y algunos hasta con sus nietos y contaban las anécdotas que vivieron. Muchos estudiantes y empleados del edificio de Rectoría las degustaron, ahora en su más reciente domicilio desde hace unos 9 años, avenida Juárez 506 entre Juan Alvarez y José María Arteaga. Desde la mañana hay decenas de jóvenes en motocicleta que esperan su turno.

Hoy en una de las cortinas de La Violeta queda un mudo testimonio: “Paco gracias por hacer historia”.
Descanse en paz, Francisco Balderas Gómez.