HOMBRE DE SU SIGLO
Nace en 1832, en ciudad de México, capital del nuevo país, ciudad que es la más bella, grande y majestuosa de toda América. Vicente Riva Palacio y Guerrero es un hombre de su siglo. Nace siete años antes de que muera el poeta y político cubano-mexicano José María Heredia y Heredia, 14 años después del nacimiento de Ignacio Ramírez El Nigromante, y 24 años después de que nace Benito Juárez. Pertenece por diferentes hechos a la generación de hombres y mujeres más brillantes de nuestra patria y, de ello nos habla en apartados que señalan sus obras de manera magistral la escritora Clementina Díaz y de Ovando. Los apartados de su Introducción, que aparece en el texto publicado por el Consejo Nacional para la Cultura y las Artes junto a la UNAM y otras instituciones, es un ensayo en el que se expresa la riqueza de cualidades de nuestro personaje. Cito dichos apartados: El nieto de Vicente Guerrero; Los Gregorianos; El autor teatral; El soldado de la República; La campaña de Michoacán; Las armas de la crítica; Adiós Mamá Carlota; Sin temores ni rencores; La actividad política; La invención de “Rosa Espino”; Contra Lerdo y con Porfirio; El general en Madrid; La fundación de una literatura nacional; La historia como novela; El folletín como tribuna popular; La calumnia europea; “Los ceros” semblanza y crítica; “Los cuentos del general”.
Si vemos a vuelo de pájaro dichos temas, hablan de un personaje, pero también de un pueblo o país que está ahí: individuo y colectividad como un todo. Lo que le sucede al ciudadano del siglo XIX en ese país refleja las inquietudes de un personaje que ha sido dotado por Dios o por sus padres y la naturaleza de muchas fortalezas para ser lo que fue. No por nada se señaló por la imagen de ser Pluma y espada a la vez. De pocos ciudadanos en la actualidad podemos decir lo mismo. Jorge Luis Borges, por ejemplo, que tanto alabó la espada a través de sus antecesores, lo que le llevó a sentir tristeza de no ser como ellos con el uso de la espada y de los hechos militares, con el fin de lograr la Independencia de Argentina, o en los siguientes años de guerras civiles, por alcanzar el poder en esa nación: no heredó esas cualidades y en lugar de ello fue elegido para usar solo la pluma. Es necesario recordar una serie de ensayos de Henrich Böll, escritor alemán ganador del premio Nobel de Literatura, quien escribe que es más importante la pluma que la espada o las armas para lograr la victoria en la vida de los pueblos. Primero es la idea y después la acción, señala entre otras, de cualidades que tiene la pluma sobre las armas. Es decir, como aviso a los dictadores y regímenes autoritarios que basan su fuerza en matar a su pueblo, en infundirle miedo o terror, por sus acciones de destrucción de aquello que gobiernan y que al final les han de despreciar por sus acciones.
Vicente Riva Palacio y Guerrero fue un privilegiado, pues la pluma y la espada fueron sus aliados con verdadera pasión de un ciudadano ejemplar en todos los tiempos. Cuánto fue el miedo a su personalidad multifacética que el porfirismo le exilia nombrándolo ministro de México en Madrid, para que diez años más tarde fallezca: el 22 de noviembre de 1896, en pleno auge del gobierno de Porfirio Díaz; al que ciertos sectores ven ahora como un viejito que no era peligroso. Es claro que dejó un reguero de víctimas —como es propio de toda dictadura—, o de aquellos a los que no puede matar, pero sí alejarlos de la patria para que no inicien revueltas o funden periódicos como El Ahuizote en aquel año de 1874, por parte de Riva Palacio. Recordemos que Martín Garatuza/Memorias de la Inquisición, es publicado en el año de 1868, y al revisar la existencia de Vicente Riva Palacio, sorprende que en plena lucha por el poder político en México, a la caída del imperio de Maximiliano de Habsburgo, refleja que era un intelectual y escritor que podía manejar los hechos de la guerra, es decir asuntos de inmediato pragmatismo, junto a una mente que era capaz de vivir al interior de su mente, con los textos que como escritor-río pudo realizar para nuestra admiración.
Retornar a la Introducción del libro citado Antología, donde la escritora Clementina Díaz y de Ovando cuenta: En el año de 1832 era presidente interino de la República Mexicana el general Anastasio Bustamante. Aún causaba indignación la felonía del gobierno reaccionario contra uno de los héroes de la Independencia: General Vicente Guerrero, capturado con engaño en Acapulco y asesinado proditoriamente en Cuilapan, Oaxaca. Muere Vicente Guerrero y ese año nace Vicente Riva Palacio, su nieto por lado de la madre. Muere para forjar su estrella que ante la deslealtad que le acompañó desde la firma del Acta de Independencia, donde los criollos no permitieron que pusiera su firma, siendo el principal líder del movimiento que tardó once años en alcanzar su última victoria para desterrar a los españoles y su imperio sobre México.
Clementina cuenta en el subtema de El Nieto de Vicente Guerrero dice: En medio de esa agitación política, nació en la ciudad de México el 16 de octubre de 1832, el inquieto abogado, general, poeta, prosista satírico, crítico literario, novelista, cuentista, orador, historiador, político y diplomático: Vicente Riva Palacio. Con el nombre de Vicente, Florencio, Carlos fue bautizado el día de su nacimiento en la parroquia de El Sagrario de la ciudad de México. La sola cita que hace la escritora sobre las actividades de Vicente Riva Palacio asombra, ya que pocos hombres de su siglo y de los siguientes siglos en México reúnen tantas actividades nobles como él. Hay que citarlo, pues si revisamos con cuidado las aportaciones de nuestros personajes en la historia no es fácil encontrar algo parecido. Señalaba anteriormente sobre el ejemplo de Jorge Luis Borges, el mayor escritor iberoamericano del siglo XX que sin embargo para asuntos de la política más bien fue reacio a la misma. Tanto que su honestidad le llevó a expresar que no tenía ningún interés por algún cargo político siendo tan popular en aquellas décadas de la Argentina de los veinte.
Cito a Clementina Díaz y de Ovando quien dice: La musa popular aludiría alguna vez a la prosapia de Vicente Riva Palacio como dignísimo nieto del general Vicente Guerrero: ¡Aquí está Riva Palacio / no lo había yo conocido! / ¡Bien haya lo bien parido! / ¡Viva el nieto del Estado! Nada menos que esa era la imagen que tuvo en su siglo este hombre excepcional, y podemos con objetividad ver entonces, lo que un dictador como Porfirio Díaz sentía al saber que en México existía una dinastía que tenía mayores blasones, que los que él se imponía sobre el pecho, para darse la imagen, que nadie podía competirle en vida en los asuntos del poder político e histórico.
Sus padres fueron Mariano Riva Palacio y María Dolores Guerrero. De su padre, dice Clementina: Fue un talentoso y muy prestigiado jurista, participó en la política de su tiempo y ocupó elevados cargos públicos, militó siempre en las filas del partido liberal. Fue regidor del Ayuntamiento de México, diputado y senador, ministro de Justicia, de Hacienda, y varias veces gobernador del Estado de México. Así que de herencia el periodista y escritor vino a resultar también político, que buscó competir por el Ayuntamiento de la ciudad de México, encontrándose siempre con la oposición de Porfirio Díaz como lo relata la historia. Herencia es la que el crítico y dramaturgo heredó del cómo gobernar un naciente Estado, Clementina cuenta: Durante su mandato como gobernador prestó gran atención al Instituto Literario del Estado de México, pues la educación pública fue una de sus preocupaciones de Mariano Riva Palacio […] La labor de político honesto, republicano de firmes convicciones, así como sus servicios a la patria fueron ampliamente reconocidos por sus conciudadanos. El 16 de diciembre de 1871 la legislatura del Estado de México lo declaró benemérito. Mariano Riva Palacio murió el 29 de febrero de 1880. Pertenece Vicente, por ello, a una prosapia que dignifica a la patria y a sus ciudadanos.