La Casa de las Diligencias
La voz de Gerardo Novo y de quienes hacían la revista Arquitectur, es prueba de que el paso de un hombre genial dejó su huella en la ciudad de Toluca, que no terminaba por realizarse como una gran ciudad a pesar de ser capital de una entidad tan importante. Quien le trajo ese espíritu de grandeza y belleza fue sin duda José Ramón Alejo Rodríguez Arangoiti, sus obras aparecen regadas en el centro de la ciudad en la Casa de las Diligencias, por ejemplo, por suerte aún no derrumbada por la inquina, sino salvada como ha debido ser por un gobierno estatal. Pensar en la Casa Barbabosa de añeja belleza y de admirable construcción, igualmente derruida por la ignorancia de que los edificios de un pueblo son el espíritu, el alma que contiene su grandeza artística y arquitectónica. La Catedral, como señalan sus estudiosos, el edificio más deslumbrante del genio de Rodríguez Arangoiti, ha llegado a inaugurarse en la fecha de 1887 con gran beneplácito de creyentes y ciudadanía en general, que alcanzan a ver la creación de una catedral que era ya necesaria y obligatoria. Ante las bellezas de iglesias como la de Zinacantepec con todo y sus ampliaciones, de las cuales una es el Museo Virreinal; o aquellas del corredor del Estado de México y Estado de Morelos: al pensar en el recorrido turístico-cultural-religioso por Amecameca, Tepetlixpa, Yecapixtla, Tlayacapan y Tepoztlán entre otras, Nada menos que en buena parte nos lleva al recorrido de la Décima Musa Sor Juana Inés de la Cruz a partir de Nepantla en nuestra entidad y Ciudad de México.
Cito el texto de uno de los sabios más brillantes que tuvimos en el siglo XX en ciudad de Toluca, nacido en Valle de Bravo, don Gustavo G. Velázquez, vino a ser educador en la escuela Preparatoria para despertar en la recién juventud el amor por la historia de la que él era un sabio reconocido. En su artículo titulado La Casa de las Diligencias, proyecto de Ramón Rodríguez Arangoiti, nos cuenta: Siguiendo mi viejo hábito de adulador quiero destacar en forma positiva la determinación que hace varios meses hizo pública el Lic. Ignacio Pichardo Pagaza, que consistió en adquirir la casa en que comenzaron a estar los transportes modernos para 1872; consistían en un carro tirado por caballos, destinado a transportar pasajeros de cierto nivel económico, pues podían pagar veinte reales por el asiento para ir a la Ciudad de México, aunque también, por poco tiempo las diligencias podían llegar, pasando por Toluca, hasta Morelia, con la obligación de pagar lo que se llamaba peaje, que se cobraban en una caseta que hasta unos treinta años estaba cerca de Calixtlahuaca y, la conocíamos por el viejo nombre que ya después de pagar el peaje, la Diligencia entraba al camino real hacia Morelia.
Quedamos en hablar de la Casa de las Diligencias en Toluca que se inauguró el año de 1872 con el primer viaje que hicieron los pasajeros entre los que he podido identificar al rico Ramón Díaz, que años antes dio una pequeña ayuda a Ignacio Manuel Altamirano, cuando se le negó el derecho de seguir como becario en el viejo instituto. La ubicación era la que tiene aún y se delimita por el lado poniente con la flamante avenida Juárez, que para 1872 ya era importante, se llamó Calle de las Flores y concluida por el norte con la Aduana Vieja que fue derribada para extender la misma Avenida hasta el Río Verdiguel y, poco después, hasta el viejo mercado del Carmen y la frustrada Plaza España.
Los pasajeros que llegaban a Toluca en la diligencia a pernoctar cómodamente en el interior de la misma, administrada por un señor de apellido Argüelles, al principio. Era notoria la comodidad, pues no se revolvían los pasajeros con las bestias de carga como en los mesones, como el de San Juan de Dios, el de San Macario y el Atocha.
La casa proyectada y dirigida por don Ramón Rodríguez Arangoiti, arquitecto que proyectó otras construcciones típicas de Toluca, incluso la Capilla de los Dolores en la vieja calle del Calvario, ha sido rescatada de la ruina y el Gobierno del Estado se podrá ufanar de haber logrado que los vecinos de esta nuestra ciudad, famosa en el pasado por sus carnitas y chicharrones, sea en el futuro recordada como una ciudad que ha destacado sus valores artísticos e históricos. Sinceramente se debe aplaudir a Ignacio Pichardo Pagaza porque fue una decisión acertada de un hijo de nuestra Ciudad que quizá sienta, como nosotros sentimos, amor por el paisaje de nuestra infancia y nos duele que el progreso modifique todo, llenándonos de nostalgia y de recuerdos.
Debidamente construida, adaptada, restaurada y rehabilitada, escribimos hoy de una edificación de principios del siglo XIX que junto con otras no menos importantes, marca el alineamiento de las calles de las Flores (hoy Av. Benito Juárez) y la Calle Real (hoy Av. Independencia Ote.), llamada así por ser el acceso principal a la Casa Real o Casa de Hernán Cortés, después llamada Casas Consistoriales. Alineamiento confirmado, con la demolición de las tiendas que en 1850 obstruían la vista del Convento de San Francisco, hoy Los Portales de Toluca y construcción de los locales comerciales aledaños al templo de la Santa Veracruz.