LOS CUENTOS DEL GENERAL

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Los diversos críticos y escritores que reúnen la obra de Vicente Riva Palacio y Guerrero aportan algunas cosas, que siempre son de interés al buscar saber quién fue en este caso Riva Palacio, y en el texto titulado Los cuentos del general publicado por Factoría Ediciones y Conaculta, dentro del programa México Lee. Su primera edición es de 1998, y tales cuentos son parte de la fama literaria de que goza el nieto de don Vicente Guerrero. En la cuarta de forros se lee un resumen que nos descifra la vida de tan exitoso mexicano: El general Vicente Riva Palacio (1832-1896) fue un hombre de muchas famas y prestigios. Su destacado lugar en la historia de México abarca tanto lo militar, lo político, lo jurídico, lo diplomático, lo periodístico y lo historiográfico, como la literatura creativa; también fue un hombre de sociedad, capaz de entretener y divertir a sus contertulios con una conversación entretejida de infinidad de anécdotas. En el campo de lo literario, fue poeta, novelista, cuentista, dramaturgo, escritor de leyendas y crítico literario. México a través de los siglos, El Libro rojo y sus siete novelas aún gozan de saludable presencia en la cultura mexicana. Igual sucede con los tan divertidos Cuentos del General, compendio del carácter amable y generoso de su personalidad, representación de sus altas dotes literarias y libro emblemático de la narrativa mexicana del siglo XIX.

De muchas maneras se puede resumir a Riva Palacio, y esto, porque al final de cuentas es un clásico en la cultura mexicana, y al serlo, se hace un clásico para todas las culturas. Es decir, es tan relevante su obra y sus tareas patrióticas, o su labor como diplomático, que no se puede ignorar de ninguna manera su presencia en el México del siglo XXI, a casi dos siglos de su llegada a este mundo en el año de 1832, bien haremos en volver a él, para entender el amor por su patria que está en todo lo que hizo. El prólogo a este libro por María Teresa Solórzano Ponce es uno de los más acabados que existe, junto con aquél de Clementina Díaz y de Ovando; puesto que otros prólogos o estudios sobre él, en ocasiones son sobre el género literario que escribió. Lo que debo señalar sin que me falte, es que todos aquellos que escriben sobre nuestro autor del siglo decimonónico lo hacen siempre sintiendo gran orgullo por este hombre que deja honda huella. Huella que le hace polemizar lo mismo con Benito Juárez que con Justo Sierra, con sus contemporáneos cuando es necesario o, sus viejos maestros de vida por vivir los hechos del siglo bárbaro que vive la patria, y que nombró en las figuras emblemáticas de Ignacio Ramírez El Nigromante o en Ignacio Manuel Altamirano. ¿Cómo los habrá visto y vivido el que naciera en 1832?… por fecha de nacimiento los dos genios de las letras y el pensamiento, uno contaban con algunos años más que él, en el año de 1818 viene al mundo El Nigromante e, Ignacio Manuel Altamirano, admirable editor y fundador de la revista La República y El Renacimiento en el año de 1834; es decir, dos años más joven que Riva Palacio, así que por cualquier lado que queramos ver a hombres y mujeres de ese siglo, hemos de encontrar puro oro molido en espíritu humanista, amor a México y deseo de fundar una patria que se admire en el mundo entero.

Es decir, estos mexicanos pusieron primero a México por delante y, después, sus intereses personales, de familia o de clase social, eso los engrandece cuando se mira y estudia sus biografías.

Los cuentos del General es un libro clásico dentro de nuestras letras nacionales. La prologuista del mismo dice: En Los Cuentos del General conviven plácidamente la crónica, la leyenda, el cuadro de costumbres, el retrato social, la tradición, la leyenda, la fábula, la farsa, el relato de tipo oral y escrito, la ironía, la sátira, la parodia, la narración dramática o fantástica y desde luego la historia. Pocos escritores logran en sus vidas reunir tantas emociones como lo hace Riva Palacio, y ello nos da uno o varios consejos del cómo entender a este personaje de nuestra historia. Es seguro que en momentos difíciles de la vida tenía los recursos psicológicos personales para tomarle el buen sentido a las cosas graves que le sucedía, como el hecho de parar en la cárcel por los diversos motivos que fueran. La sátira o la carcajada o la risa sólo corresponden a genios que entienden lo que es la vida y sus vicisitudes.

En sus novelas hay alegría, aunque mate al final de Monja y casada, virgen y mártir a la más bella de sus personajes femeninos representados en la monja Sor Blanca. Buen humor, sólo así se comprende que en las tertulias fuera centro de los asistentes, y supiera graduar su comportamiento según las circunstancias. Los cuentistas tienen esa fortaleza, la de encontrar el humor hasta en asuntos del demonio y los infiernos. Así nos lo dice María Teresa Solórzano Ponce: Los Cuentos del General sintetizan el arduo camino recorrido por Riva Palacio, que una vez llegado a la cima, con mirada retrospectiva va tomando pedacitos de experiencia adquirida, para que dichas vivencias, aunadas al presente, llenen los pequeños espacios que adoptan las formas del cuento.

El escritor, dice Jorge Luis Borges, se hace de sus lecturas, sí, pero hay escritores que se hacen de sus muchas lecturas, pero también, de sus muchas vivencias como sucede con el de estos textos. Es más no sería aventurado pensar que el mayor escritor, es aquél que hace del todo de su existencia resumen de su obra: Gabriel García Márquez es prueba; cuando de crear se trata, de lo que ha vivido y, de lo que ha intuido en el drama, la tragedia, la comedia o la sátira, que en que ciertas ocasiones, es la propia vida, convertida en circo de sí misma o en obra teatral que es tragedia griega.

Ir a las fuentes, hacer estudio de campo. Ir a las letras que escribe en persona Riva Palacio, citar el cuento Las mulas de su excelencia donde escribe: En la gran extensión de Nueva España puede asegurarse que no existía una pareja de mulas como las que tiraban de la carroza de Su Excelencia el señor Virrey, y eso que tan dado eran en aquellos tiempos los conquistadores de México a la cría de mulas, y tan afectos a usarlas como cabalgaduras, que los Reyes de España, temiendo que afición tal fuese causa del abandono de la cría de caballos y del ejercicio militar, mandaron que se obligase a los principales vecinos a tener caballos propios y disponibles para el combate. Pero las mulas del Virrey eran la envidia de todos los ricos y la desesperación de los ganaderos de la capital de la colonia. Todo cuento debe comenzar sin avisar cuál ha de ser el final, eso lo sabía Riva Palacio, y por eso comienza con un tema que parece intrascendente, pero luego en el medio de su cuento relata el enfrentamiento entre el español Pedro Noriega, de origen asturiano, y Luis Rivera, español mestizo por cruzamiento, los dos comandaban una cuadrilla en la construcción de la Catedral de la Nueva España, y al acercarles en las labores, se llegaron a enfrentar, primero verbalmente burlándose uno de otro, al decir ¡Qué españoles tan brutos, parecen indios!, Cosa que repetía Pedro Noriega al hablar a los suyos, a lo que Luis Rivera contestaba ¡Que indios tan animales, parecen españoles!, Resultó lógico, el que los dos capataces se enfrentaran a muerte por tales aseveraciones que fueron varias, y en el enfrentamiento el que pierde y muere es Luis Rivera, mientras que Pedro Noriega va a parar a la cárcel y es sentenciado a muerte por orden del Virrey, que cree con ello ha de negar cualquier situación entre las cuadrillas de españoles, criollos, mestizos y negros que laboraban haciendo la gran catedral que hoy gozamos en México.

Debía morir ahorcado, pero al final resulta —y nunca se debe contar el final, pero lo hago—, lo escribe Riva Palacio: Tornaron a llevar a la cárcel al indultado. Noriega y todo el mundo atribuyó aquello a un milagro de Nuestra Señora de Guadalupe, de quien era ferviente devota la familia Noriega. ¿Cómo es que se salvó el capataz español de no morir ahorcado? ¿Quién o quiénes intervinieron para que no se cumpliera la condena?… eso es lo bello de los cuentos y aún de los relatos, que sus finales tienen una pisca de fortuna por lo cual nos gustan.