+Los derechos humanos de los policías están en entredicho: La soberanía nacional en riesgo. A ver si es cierto que un soldado en cada hijo te dio
La frase:
La preocupación por el hombre y su seguridad siempre debe ser el interés principal de todos los esfuerzos.
ALBERT EINSTEIN
¿Y LOS DERECHOS HUMANOS DE LOS POLICÍAS?
Los policías –sean municipales, estatales o federales— son seres humanos como cualquiera de nosotros. Ellos sienten, sufren y les duele igual que a cualquiera de nosotros, por lo que sería fundamental que existiera una instancia que garantizara sus derechos fundamentales y otorgara las garantías para el desempeño de su función pública sobre todo en condiciones adversas, cuando los uniformados se convierten en víctimas de ciudadanos que no miden consecuencias y los agreden al grado de poner en riesgo su integridad personal.
En los últimos meses lamentablemente hemos sido testigos de situaciones que, gracias a las redes sociales, en unos minutos se hacen virales y en unos cuantos minutos ya son miles de persona observando y hasta riéndose de cómo quienes portan el uniforme de alguna institución policial son objeto de ofensas, vejaciones e incluso de agresiones físicas que, en su grado superlativo, ponen en riesgo su vida.
Así conocimos a la ciudadana argentina que arremetió en contra de un agente de vialidad de la Ciudad de México al que, a gritos, denigró con expresiones ofensivas por el color de la piel, por ser visiblemente de una casta económica inferior a su contraparte y por sólo desempeñar su función pública que era hacer respetar el Reglamento de Tránsito en cierto lugar que la persona en mención no debió estacionar su vehículo.
Recien, durante las marchas conmemorativas del 2 de octubre, los policías capitalinos fueron puestos como Santo Cristo, pues una turba de sujetos embozados arremetió contra ellos a golpes, patadas y con fuego, por el simple hecho de cumplir también con su función pública y tratar de evitar que los manifestantes robaran comercios y destruyeran algunos inmuebles, algunos de ellos con cierto valor histórico.
Es justo en ese escenario donde uno se pregunta ¿cuánto es lo que deben aguantar los uniformados bajo una instrucción del mando en turno cuando les ordenan “aguantar”? ¿Están obligados en realidad los uniformados a resistir aún a costa de su propia integridad física? ¿Quién en su sano juicio puede ordenar a un policía, que debe lealtad a la institución, exponerse hasta el grado de ir a dar al hospital con quemaduras de segundo grado porque a alguien se le ocurrió que son una institución no represora?
Lamentablemente ahora, por una orden de ese tipo, hay más de una decena de personas heridas, algunos de ellos con huellas de una batalla en la que ellos nunca pudieron pelear, porque técnicamente fueron amarrados de las manos para no defenderse, sólo aguantar, no moverse siquiera para tratar de huir de quienes les estaban agrediendo con palos y otros muchos objetos contundentes.
Pero, a la fecha, ninguna autoridad, sobre todo la del gobierno de la Ciudad de México, ha sido capaz de explicar esta increíble orden suministrada a los policías, nada más salieron a decir públicamente que se les premiará con un bono, como si con dinero se fueran a curar las heridas que hoy presentan mujeres y hombres que ese día lamentablemente portaban su uniforme de trabajo, porque son policías, y su obligación era respetar la instrucción que habían recibido.

La atención médica también está siendo pagada por el gobierno capitalino, pero eso tampoco borrará las huellas de las lesiones recibidas, simplemente públicamente se harán merecedores al reconocimiento de sus jefes, pero eso no les quitará del cuerpo las lamentables huellas del acontecimiento que tuvieron que enfrentar el pasado 2 de octubre.
Hay quienes creen que esos uniformados no son víctimas, porque actuaron a sabiendas de la situación que iban a enfrentar, que ellos fueron por su propia voluntad a cumplir con su trabajo, el cual en ese momento consistía en enfrentar a descerebrados que se dedican a cocer a golpes a sus semejantes, sin importar tampoco que claramente los policías estaban en desventaja.
Por ello, habría que analizar también hasta dónde sus jefes, los mandos policiacos, son responsables de delitos como lesiones y tentativa de homicidio, en coparticipación, porque, como decía la abuela, tanto peca el que mata la vaca como el que le agarra la pata.
Es una situación absurda que incluso jurídicamente no tiene una explicación 100 por ciento pensante, pues fue excepcional, porque en ningún país civilizado se obliga a sus fuerzas policiales a una situación similar, es como si les hubieran dicho: quédate quietecito, aunque te tundan a golpes, porque esta es una ciudad que no reprime, sólo pone el cuerpo para que los descerebrados hagan lo que quieran, así sea cometer más delitos o matarte a golpes.
Lamentablemente ya va una mujer policía que fallece por esos hechos, de cuya vida no hay nadie que en sano juicio vaya a asumir su responsabilidad, porque dudo que sea un buen negocio sacrificar la vida por un bono con el que premiarán su valentía y decisión de quedarse quietos mientras los golpeaban de forma tan brutal.
Casi siempre hablamos mal de los policías, por acciones negligentes, por corrupción o por errores que los muestran como ignorantes, pero en esta ocasión alguien debe abogar por quienes, en los hechos, han sido objetos de una cruel injusticia. Ningún mando policíaco o de cualquier nivel de la administración pública tiene derecho de ordenar a nadie que ofrezca la vida por una causa, aunque aparentemente ésta sea justa.
La soberanía nacional en riesgo. A ver si es cierto que un soldado en cada hijo te dio
De acuerdo con algunos medios estadounidenses dignos de credibilidad, la administración del presidente norteamericano, Donald Trump, firmó un memorándum ejecutivo en el que autoriza directamente a las fuerzas militares estadounidenses realizar maniobras militares en toda América, desde México hasta la Patagonia, con el único objetivo de perseguir y extinguir a los carteles de las drogas que operan en Latinoamérica.
De confirmarse esta cuestión, será un regalito más del mandatario estadounidense para los gobiernos latinoamericanos, con dedicatoria especial para los gobiernos de Venezuela y de México.
Hay que recordar que los narcotraficantes mexicanos ya están catalogados por la Casa Blanca como terroristas, y ahora con ese memorándum se les coloca en la lista de enemigos de guerra de los Estados Unidos de América, por lo que, de facto, las fuerzas castrenses estadounidenses podrían realizar cualquier maniobra para dar con narcotraficantes, atraparlos y llevarlos a juicio, o simplemente eliminarlos.

Esta categoría fue exactamente la misma que los estadounidenses utilizaron para colocar como enemigo de guerra en algún momento a Osama Bin Laden, a quien terminaron cazándolo en el hoyo donde se ocultó por meses, pero hasta allá fueron, lo sacaron del agujero y lo mataron.
En la misma situación ya colocaron a los integrantes de los carteles latinoamericanos, entre ellos a sujetos integrantes de los autodenominados cárteles Jalisco Nueva Generación, Los Chapos, La Familia Michoacana, entre otros personajes.
Se trata de una medida radical, eso es cierto, y aún estamos ciertamente lejos de que se aplique, pero nuestras autoridades tendrían que dar un paso adelante en materia de reacción, pues, de paso, se trataría de una evidente violación a la Soberanía Nacional mexicana, la cual ha sido tan discutida en los últimos tiempos en nuestro territorio y por el gobierno de la doctora Claudia Sheinbaum.
¿Tienen derecho a violar los estadounidenses nuestro territorio nacional? Pues los clásicos dirían que no, que es una violación al derecho internacional, pero, en los hechos, es simplemente el derecho que durante décadas se han abrogado para cumplir con sus objetivos y, en efecto, es sumamente probable que lo hagan.
Más si osare un extraño enemigo profanar con su planta tu suelo, piensa ¡oh Patria querida! que el cielo un soldado en cada hijo te dio. A ver si es cierto…

