Los sueños, la imaginación

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Raúl, como lo bautizaron sus padres y sus abuelos, nació un 11 de noviembre. Se cuenta que en su vecindario lo apodaron el grillo. De pequeño, iba con su mamá por el pan caminando, y las tres cuadras, de ida y de regreso, Raúl silbaba, y el silbido de aquel niño de cinco años, se asemejaba al de un grillo, claro, según su vecina Charo, una adolecente desaliñada que todas las tardes estaba fuera de su casa platicando son sus pachecos amigos, entonces termino por apodarlo así y cada vez que pasaba por su casa:

 – ¡cállense, que ahí viene el grillo!

Y cuando Raúl y su mamá pasaban, Charo lo cargaba y le hacía cosquillas en la panza, le revolvía el cabello y se lo regresaba a su madre sonriendo.

– Ya metete a tu casa Charo – decía la mamá de Raúl.

– Ya voy le respondía Charo

Y a lo lejos

– ¡Buenas noches grillito! – se despedían otros vecinos.

El grillo era muy querido y reconocido por su barrio a muy corta edad.

El culpable de las conductas no muy bien aceptadas por las instituciones educativas fue su abuelo. Siempre enseñándole cosas que provocaban que lo regañaran en la escuela. El chiflido fue al principio. Cada vez que terminaba el himno nacional en los honores a la bandera, se oía a lo lejos el silbido de Raúl, más tarde, con la oreja roja y el rostro triste, lo sentaban en la Dirección de la escuela.  Después, le enseño a hacer unas ranitas de papel, y el niño, practicando lo aprendido, a su vez le enseño a sus compañeros, entonces de pronto cuando la maestra regresaba al salón después de irse a quien sabe dónde, se encontraba con una carrera de ranas en la que todos, niñas y niños, gritaban alocados por el nombre del niño que querían que ganara:

– ¡Raaúl, Raaúl!

– ¡Paancho, Paancho!

– ¡Luupita , Luupita!

 Y luego el pobre grillo y el abuelo, terminaban regañados por todos.  Aun así, se divertían haciendo cosas juntos, y nada les impidió disfrutar de la infancia y la compañía que se hacían uno al otro.

Al cumplir 11 años, la madre de Raúl muere a causa de una negligencia médica. El abuelo y la abuela, padres de su mamá, se hicieron cargo de él debido a que su padre, un año después del incidente se marchó. De por sí el hombre no estaba muy involucrado en el asunto familiar.

Un día, al llegar a su casa después de la escuela, Raúl se encontró con una sorpresa. Un lindo cachorrito de pelaje negro y pulguiento, con lagañas en los ojos, pero feliz por ver a su nuevo dueño, movía la cola sin parar y no dejaba de lamer las manos del ya ahora adolescente. El grillo no sabía cómo nombrar a su fiel compañera, le tomó dos semanas encontrarle un nombre. Sin querer se lo puso Charo. Resulta que, al caminar junto a su perro, paseando por las cuadras de su vecindario, Raúl se topó con la ya señorita Charo, que, como lo dicta el tiempo, había dejado atrás la pachequez para convertirse en secretaria del sindicato de trabajadores de la Luz, y no la secta tan conocida mundialmente sino de la luzletrica como decía su abuelo.

– ¡Qué tranza Charo!

– Ay no me digas así “grillo”

– Ya no me digas grillo, “Charo”

– ¿Y esa bola de pelos qué? le preguntó Rosario refiriéndose a su mascota

– Es mi perrita.

– Quién lo diría, un grillo con su amiga negra como la noche, juntos por siempre cantando en la oscuridad, ña, ña, ña. Eres muy cursi grillito.

Quieran o no, a Rosario si le afectaron las drogas.

Entonces Raúl nombró a su perrita noche, y noche esperaba afuera de la escuela a grillo y los dos juntos iban a casa con los abuelos. El grillo y la noche, la noche y el grillo. Pasó el tiempo. Se preguntarán si Raúl aún era inquieto e inventivo, pues sí lo fue, lo fue durante toda su vida incluso tras la muerte de sus abuelos. La última cosa que le dejaron fue una cámara de video, al grillo le gustaban las películas del Santo El enmascarado de plata, amaba Creature from the black lagoon de 1954 y de terror y de criaturas extrañas tipo H. P. Lovecraft. En su vecindario, que podía pensarse que nada ocurría salvo los chismes de lavadero, logró poner un cinito en el que proyectaba sus películas todos los viernes. Al principio, sus espectadores fueron todos los teporochitos de por ahí, pero después, Charo, ay no, perdón, “Rosario” llevó a sus amigas y amigos y así, poco a poco, se fue llenando de gente del barrio que apreció el arte de Raúl.

Raúl vendió la casa en la que vivieron durante muchos años, tal vez pudiera pesarse que se quedaría ahí por siempre dado que la nostalgia a veces nos impide emprender hacia otros rumbos, o simplemente no logramos cumplir nuestros sueños por las adversidades y nos rendimos.  No pasó con el grillo. Se fue, agarró sus maletas y a su compañera, la noche. Conoció gente, se infiltro en el mundo del cine, hizo una película muy famosa, llegó a Hollywood, se casó, tuvo hijos, y ahora vive en un pueblito fresa, escribiendo guiones para películas que pasan en reconocidas plataformas de streaming. Raúl es su madre, el abuelo, la abuela, es su barrio, es él, es el grillo, también fue el abandono, la perdida, y es la felicidad, los sueños, la imaginación.

The end