LUGARES CLAVE Y PARAFERNALIA TOLUQUEÑA
Soy un orgulloso de esa generación de toluqueños que recorrimos las calles de nuestra ciudad desde hace poco más de medio siglo, disfrutando de la vida en una provincia tranquila, digna de recordar y platicarle a las nuevas generaciones, sobre los gratos recuerdos de nuestra querida Toluca.
Había sólo cuatro derroteros de transporte urbano: la cinco de mayo – granjas; las Americas – colonia Guadalupe; la Hidalgo – pensiones y la Independencia – Colón. Los camiones de pasajeros, primero fueron de color café con beige y, después verde claro. Los taxis eran de color azul cielo con el toldo blanco y se caracterizaban por lucir impecables al igual que sus conductores, quienes además eran muy caballerosos y educados. A los agentes de tránsito se les apodaba tamarindos, por su uniforme café con beige. No había embotellamientos y los accidentes viales eran escasos. Los conductores eran respetuosos al conducir, sobre todo con los peatones.
Los turismos eran los autobuses de lujo México-Toluca cuya terminal se ubicaba frente al portal, justo donde años después se instaló la tienda Salinas & Rocha. Junto a la terminal, estaba el local que ocupaba la famosa panadería y pastelería de la familia Millán. Coloquialmente, en aquellos tiempos, era usual escuchar: se me antojó el pan de los turismos, hasta la fecha son una delicia sus condes, envinados, barquillos y las hojaldras en temporada de los días de muertos.
En aquellos tiempos, los puntos de referencia de la población de la Toluca setentera solían ser: Los Portales, La Alameda, El Calvario, La Cama de Piedra, La Bandera, El Centro Charro, La Zona Militar, La Bombonera, La Teresona, Paseo Colón, La Violeta, La Retama y La Concha Acústica.
Las instalaciones del desaparecido Centro Charro en el oriente de la ciudad en donde hoy se ubica la Fiscalía General del Estado, eran muy bonitas y funcionales, de estilo colonial, pero al igual que otras edificaciones con valor histórico, fueron derribadas para dar paso a la modernidad.
La avenida Juárez terminaba en lo que era la antigua zona militar, que fue reubicada hace unos 10 años, en el municipio de Santa María Rayón, precisamente en terrenos de lo que fuera un gran rancho propiedad de la reconocida familia Alvarez Díaz, integrada por varios hermanos, pero el más querido es mi amigo Armando, mejor conocido como el pavo.
La famosa mercería La Violeta también ya desapareció para dar paso a una sucursal de los Bisquets Obregón; y el monumento a los Niños Héroes, mejor conocido por el vox populi como “la cama de piedra”, fue movida en los noventas a la avenida Las Torres y Colón. Lo hicieron con tal cuidado ya que no querían despertar de su largo sueño al héroe ahí representado.
El barrio bravo de La Retama fue modernizado para quitarle brío a esos polígonos hogar de pandillas y bandas, que junto con las de Santa Bárbara, el Cóporo y el Reflejo (una tienda ubicada en esa zona norte) encabezadas por la chinche, el diablo, el babys, el Ariel, eran el azote de los chavos citadinos.
Cuando los jóvenes, en esos años decían voy a portalear significaba que deseaban salir a despejarse, a socializar y eventualmente a ligar, en los setentas decían: voy a dar el rol; en los ochentas: voy a Vip’s y, en la actualidad, voy a chatear y, ya no salen. Los Portales se convirtieron en Facebook, Twitter, Instagram y Tinder. Portalear equivalía hoy en día a estoquear.
En Nuestra Toluca la bella se han cerrado más librerías que zapaterías. Obvio, los zapatos nos sirven para caminar y los libros, para ver por donde debemos de caminar. A veces, me da la impresión de que a mis paisanos no les gusta leer y no incluyo a los habitantes de municipios vecinos. Las primeras Discos se inauguraron a mitad de los setentas y si la memoria no me falla, la pionera se llamó Manhattan en el estacionamiento de la plaza Fray Andrés de Castro.
Desde entonces, el ritual de los viernes iniciaba botaneando y jugando dominó en alguno de los bares y cantinas toluqueñas como el colonial, el chapeado, la opera, el savoy, la madrileña, la chacha y por la noche, asistir a los conciertos de la Orquesta Sinfónica del Estado de México.
Los fines de semana, las familias toluqueñas acostumbraban a ir a practicar deportes en el Club Toluca, exclusivo para socios; a misa los domingos y al fútbol cada quince días al estadio Nemesio Diez. Quienes contaban con un poco más de recursos, se desplazaban a la CDMX a visitar a un familiar o a recrearse en el cine, teatro, asistir a conciertos, museos o simplemente disfrutar de la maravillosa ciudad de los palacios.
Los días de campo en el Calvario, el Parque Sierra Morelos, el Parque Municipal, en las faldas del Nevado de Toluca, o en el famoso paraje conocido como El Mapa, localizado en la carretera Toluca – Temascaltepec, exactamente en la puerta de entrada al sur, a la Tierra Caliente Mexiquense.
Otras familias se trasladaban a sus casas de descanso de fin de semana a Tenancingo, Ixtapan de la Sal, Tonatico o Valle de Bravo. Por cierto, les recomiendo ver en YouTube, una película titulada Rosauro Castro con Pedro Armendariz, filmada en Valle de Bravo a fines de los cuarenta, cuando apenas se empezaba a llenar su famosa presa.
Ya para cerrar, quiero regresar a Toluca para platicarles que la nueva plaza fundadores sigue siendo territorio comanche en donde el robo de celulares a turistas está a la orden del día y aunque se topen los asaltados con un policía despistado, éste le contesta, primero tiene que levantar el acta. En las encuestas el 75 por ciento de la gente dice que el mayor problema de la ciudad es la inseguridad. Y además, es cierto que, en los últimos tres años ha aumentado mucho la violencia.
Estamos seguros que las recién estrenadas autoridades municipales, pronto tomarán cartas en el asunto a fin de erradicar la delincuencia en el cada día más abrillantado centro histórico de la capital de la entidad.
Desde esta columna deseamos pronta recuperación al Señor Gobernador de nuestro Estado, Alfredo Del Mazo Maza.