Metal extremo: Black Metal vs Death Metal. (Primera parte)

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Hay que comenzar por lo que se puede aportar en el tema de los géneros del metal. La tarea no es sencilla, menos aún para nuestro amigo lector, agradecemos el que esté aquí para introducirse en este mundo de la música extrema y que  no ha cruzado la línea del ya desgastado dicho de que el metal es solo ruido. Vale la pena señalar que para reconocer un género de metal específico, hay que tener en cuenta tres factores relevantes, a saber, el ritmo musical, la temática y la imagen. Sin embargo, metal extremo tiene una delimitación conceptual que es establecida por los propios interlocutores. A diferencia de otras definiciones que lo convierten en un subgénero musical en sí mismo, se trata de un conjunto gigante y heterogéneo de subgéneros derivados de dos muy amplios y generales: death metal y black metal. Se trata, sin duda, de las versiones más crudas y brutales del metal.

Cada subgénero posee características que son propias, definen y constituyen la particularidad de cada uno de ellos, y por ello mismo requieren ser respetadas.  Además es importante señalar que el metal extremo es un disparador de numerosas formas de interacción social entre los participantes de una escena musical​ presente en una interacción que involucra recitales, ensayos, promoción de material discográfico, propaganda, contacto con otras bandas, composición musical, entre muchas otras actividades. La creación de una canción, por ejemplo, incluye un esfuerzo colectivo por sintetizar correctamente los elementos de la versión de metal extremo que la banda mostrará como una identidad con legitimidad, también buscarán una asociación entre los miembros para acordar el nivel de sonido que pretenden lograr, se compararán con otras bandas y, de ser el caso, se establecerá la temática de la letra. Así es que  el resultado de este tipo de acciones están condicionadas por las intenciones de los ejecutantes, las cuales tienen una bidimensionalidad​, sin embargo, destaca una más que la otra. Las dos dimensiones en las que se concibe la música son las de trabajo y hobby​. La función de la música en la vida de cada uno de los miembros de la escena será distinta, inclusive al interior de una misma banda. Hay que  entender el metal extremo como un trabajo, como la disciplina del arte, como una acción seria y profesional, se trata de expresar una necesidad de creación musical que trasciende los fines meramente recreativos. Se intenta alcanzar un nivel musical, es decir, hacer música de verdad.

Hablando de la legitimación de los participantes del metal extremo, especialmente de las bandas que conforman la escena, proviene principalmente de dos vías: la calidad musical y el subgénero que se lleva a cabo. Las bandas constantemente escuchan a otras bandas, tanto en vivo como su material audiovisual, con la intención de comparar las capacidades musicales. Se busca una valoración positiva a una grabación de alta calidad y a ejecutar el subgénero de forma apropiada. Un ejemplo, en el caso de los bateristas, dominar una velocidad de percusión del doble bombo y la caja lo suficientemente rápida y limpia como para ejecutar una canción de brutal death metal. Al alcanzar la legitimación, la banda de metal extremo genera una confianza musical en los seguidores de la escena que consumen su material, inclusive si ellos no conocen la letra de sus canciones más allá del título. Sin embargo, las bandas que no cuentan con miembros preparados técnicamente o que no evolucionan respecto a su sonido en el tiempo tienen desventajas comparativas. Ahora bien, hablemos de la legitimación en tanto arte en un contexto social y cultural de rechazo en tanto asociaciones de la escena extrema con temáticas, mitos, creencias de carácter extremadamente polémicas. Podemos entonces, como un punto de referencia, ubicarnos en París, 1863, cuando Napoleón III abre al público general el llamado Salón de los Rechazados y miles de personas se reían apoteósicamente de Manet, Whistler, FantinLatour, Jongkind, Pissarro… ¿el arte dadá, el accionismo vienés, el pequeño círculo de amigos y viciosos de la beat generation, vivir como un okupa del Londres de 1975 de la explosión del punk? Podemos entonces entender que el arte más avanzado no solo suele pasar desapercibido a sus contemporáneos, sino que a veces es despreciado por la gran mayoría, excepto por unos pocos clarividentes, cuya apertura mental, intuición y disfrute de estas nuevas tendencias no se basan en lo cultural, sino en la falta de prejuicios y el abrazo de lo difícil, lo complejo y lo áspero. En toda época hay un esfuerzo que hacer para poder comprender lo más aterrador, explosivo y dionisíaco.

Pero sólo algunos, a lo largo de la historia, han estado dispuestos a hacerlo. Entonces aquel que se atreva y enfrente por primera vez al metal extremo se expone a todo un universo de negrura, demonios, motivos satánicos, cruces invertidas, cuero y púas, cabello largo o cabezas afeitadas, cuerpos chorreando sangre, crucifixiones, blasfemia… El mensaje es claro: hic sunt dracones. Pero también hay que asomarse al tema de que la apariencia estética del metal extremo proviene de muy distintas fuentes, desde el universo leather original que Judas Priest promovió entre heterosexuales, hasta el punk o toda una exceso de negaciones que son más comunes de lo que parecen dentro de la historia de la cultura. Es curioso cómo estos temas, elevados y elitistas, que rara vez encajaban en lo popular, son ahora patrimonio no exclusivo, pero sí fundamental, dentro de uno de los universos musicales más rechazados por cualquier idea de alta cultura, cuando éste se alimenta precisamente de otro de sus elementos más fundamentales: el primitivismo. Entonces, por ejemplo, si visitamos cualquier museo o galería contemporánea, simplemente el edificio, las salas, el entorno, la firma, el patrocinio, la decoración o el uniforme de los vigilantes están prestados para revestir de un aura de sofisticación, al tipo de arte que haya dentro, cualquiera que sea. El contexto es la medalla definitiva de que un arte ha sido aceptado por el sistema: recordemos que el urinario de Duchamp se convierte en arte no nada más por la firma, sino por entrar en un entorno físico destinado a sancionar arte.

Así es que es también en el metal extremo donde podemos también envolvernos y quedar presos en el noveno círculo del infierno en la Divina Comedia de Dante Alighieri, pero se identifica por ahí en una forma musical que denominamos tritono y que según Telemann los antiguos denominaban diabolus in musica y que estuvo prohibido, o no normalizado, hasta el Romanticismo, curioso dato también, dado su nivel romántico a nivel cultural, dado que se trata del Satanás que se desarrolla en las letras de grupos de metal extremo como Abaddon Incarnate, Angelcorpse, Celtic Frost, Deicide, Immolation, Incantation, Morbid Angel, Sinister, entre muchísimos más, y en orden alfabético para no entrar en juicios de valor. Sin embargo, la figura de Satán como príncipe de las tinieblas no termina aquí: su lenguaje se sofistica, sale del infierno y se convierte en un Satanás mefistofélico, precisamente el que se convertirá en signo universal de los pactos demoníacos que aún hoy son un tópico en cine y relatos. Se trata pues de un demonio que es abrazado y estrujado por Goethe, Thomas Mann y  Marlowe, claro está, bajo la etiqueta de Mefistófeles, esto es debido a su capacidad para pactar con el hombre con intención de generar un diabulus mágico y esotérico, que acude a la llamada de las ceremonias y hechizos, al que las personas pueden invocar mediante símbolos, encantamientos y letanías para negociar con él, tradicionalmente a cambio de sus almas. Así escuchemos a bandas con ese espíritu goethiano: Archgoat, Behemoth, Black Funeral, Christ Agony, Dark Funeral, God Dethroned, Samael, unos cuantos ejemplos.