MUJER Y PODER POLITICO
En la vida humana son pocos o pocas personas que desde distintas áreas del conocimiento humano hayan puesto tal atención al tema de la mujer como lo hace en el siglo XX el filósofo español Julián Marías quien escribe en su libro La mujer y su sombra, publicado por Alianza Editorial en España en el año de 1987 y 1998 en su reedición. Él nos dice en su capítulo: Permanencia y variación: La estructura empírica femenina, lo siguiente: “El hecho de que la vida humana haya sido entendida, hasta nuestro siglo, con conceptos derivados de las cosas, sin advertir hasta muy tarde, y precariamente, que la vida no es una cosa, sino una forma de realidad enteramente distinta, ha hecho que el estudio del hombre se resienta de muy graves insuficiencias. Una de ellas, decisiva, el haber pasado casi siempre por alto la existencia, y por consiguiente la significación, de la mujer. / Se dirá que el hombre ha sabido siempre que hay mujeres, y se ha interesado vivamente por ellas. Además, las mujeres han tenido muy presente que lo eran, y de mil maneras se han interpretado y expresado. Así es, y se podría buscar una inmensa cantidad de instituciones valiosas sobre la mujer. Pero se encontrarían más en obras de ficción, en memorias y cartas, en relatos sin propósito de conocimiento, donde inesperadamente aparece, que en estudios teóricos”. Así es, el estudio de la mujer aparece en este siglo XXI aún en pañales. Sólo al revisar la vida de la mujer, yendo con la visión del científico de laboratorio que busca no empañar su objetividad con restos de ideología machista, de odioso enemigo de ella porque le ha ido mal en el amor, y su vida amorosa ha sido un fracaso del que culpa a ella, y no a él mismo. Estudiarla una y otra vez, con la sorpresa en los ojos, con la mirada iluminada por aquello que de bueno y de malo ha hecho. Cosa nada anormal cuando se piensa que los hombres hemos tenido a los Atila, Genghis Kant, Rasputín, Hitler, Mussolini, Stalin, Franco, Pinochet, Somoza y así, una larga y oprobiosa lista de seres que enajenados por el poder político y económico fueron capaces de ser sólo <<lobos del hombre>>. Revisar biografías esplendentes, como sucede al revisar el libro titulado Catalina la Grande / Libre para amar, libre para gobernar, de cuyo texto biográfico es responsable Mercedes Giuffré, publicado por RBA en España en el año de 2020. La mujer que dijo: “No contemplo límites, está en mi grandeza”. Catalina nace en el año de 1729, siglo XVIII, el siglo de las luces en Europa, de los genios que han de revolucionar la manera de pensar del hombre y la mujer modernos. Su vida es un trayecto de 1729 a 1796, y en su largo transitar destaca lo sucedido en los años de 1762 a 176, cuando está en plena madurez física e intelectual como mujer que ya no se llama Sofía de Anhalt-Zerbst, nacida en Stettin, Prusia. Sofia al viajar a Rusia en el año de 1744, para prometerse con su futuro esposo, Pedro Ulrico —como lo cuenta su biógrafa— y ha de cambiar su nombre por el de Catalina Alexandra.
Dice bien Jorge Luis Borges, el sabio argentino, que es muy difícil hacer la biografía de otro, cuando es imposible hacer la propia. Lo cierto es que la lectura de Catalina la Grande, es un ejemplo de las conjuras del poder político, que lleva a asesinatos y traiciones, deslealtades de todo tipo, donde la familia no importa. Lo que nos relata en la Cronología la investigadora dice: “1762, Muere la zarina Isabel Petrovna y Pedro II asciende al trono. Catalina da a luz a Alekséi Bobrinski, el hijo que tiene con su amante Grigori Olrlov. Tras seis meses en el trono de Pedro III, Catalina orquesta junto a los hermanos Orlov un golpe de Estado para derrocarlo. Pedro III es asesinado por la guardia imperial y Catalina II de Rusia se corona como zarina del Imperio Ruso”. Los hechos de la política se repiten por todo el planeta, lo que cita en su obra El Príncipe por el italiano Nicolás Maquiavelo se ha de realizar. Y Catalina II que ha de ser llamada La Grande, comienza a gobernar con una pasión que deja huellas de sus obras por doquier. Creadora del Museo del Hermitage, dice su biógrafa: “…que albergará un gran número de obras maestras del arte europeo. Catalina funda el primer colegio de educación superior para niñas, que admite a hijas de la nobleza”.
Cada paso en la vida humana es todo un macrocosmos. La deslealtad para asesinar a Pedro III nos debe hacer pensar cuáles fueron los prolegómenos, en una mujer que lleva a la letra el dicho: “Libre para amar, libre para gobernar”. En esta frase no debe espantar el que haya tenido tantos amantes, y en varios casos hijos con ellos. Sino en su grandeza para gobernar a un imperio que con ella alcanza límites estratosféricos. Su vida amorosa de carácter pasional sin límites es una vida que paso a paso se debe revisar. Pero también revisar cómo es que llega a gobernar. Cuál es su belleza que habla de la misma, pero también su talento para hacer alianzas y así poder llegar al poder de un Imperio que hoy le recuerda. De igual manera investigar cuáles eran sus fortalezas para crear obras cuya presencia son orgullo de la Rusia del siglo XXI. En Catalina la Grande, con la parte oscura que nos habla de cómo es que se hace del poder, del reino de ese imperio gigantesco que es la Rusia de los zares. Dónde su inteligencia para aliarse con los genios de su siglo, pues dice su biógrafa: “Catalina en 1766, termina de redacta una nueva legislación que reemplaza la del viejo zar Alexis I, de 1649”. Con qué hombres y mujeres se reunía esta mujer que en el nororiente de la vieja Europa hace toda esta transformación que prepara a lo que ha de ser la grandeza del siglo en que vive y después el siglo XIX. También cita su biógrafa lo siguiente: “La zarina forma una Gran Comisión con miembros de casi todas las clases sociales para consultar decisiones legislativas que atañen a todo el Imperio. Y ofrece apoyo económico a Diderot a cambio de que el filósofo done su biblioteca al archivo del Hermitage”. Al revisar la vida de uno o de los otros es tan importante, pues por principio nos enseña que es cierto lo que se dice: <<dime con quién andas y te diré quién eres>> Al leer la vida de Catalina la Grande se puede notar que lo mismo se reúne con juristas de su tiempo, con constructores de edificios y ciudades, de aquellos intelectuales que le aportan muchas de las lecciones que llevan a saber que la “Educación” con mayúscula es la que forma nuevas generaciones que harán progresar al Imperio. Siguiendo las obras de Catalina no damos cuenta cómo es que se puede contar con personajes de nuestro tiempo en la gobernante más ejemplar que es Angela Merkel. Claro que en el mundo de las mujeres hay ejemplo de grandes gobernantes. Pero ciertamente, la vida de Catalina la Grande, es ejemplo de las grandes ideas y hechos que realizó, y como sucede con la mayoría de las mujeres que se interesan en participar en la búsqueda del poder político, no siempre se sale limpia de dicha guerra que está llena de batallas de todo tipo. Donde la ética y la moral no siempre son sus compañeras de lucha por desgracia. Algo grande acompaña a Catalina, pues Mercedes Giuffré cita, “La Minerva Rusa: A lo largo de la historia, y sobre todo en su propia época, ya hubo voces que, en vez de criticar su falta de tino en gobernar, alabaron su vasta cultura y su sabiduría. Uno de ellos fue Voltaire, quien recurría sistemáticamente a títulos mitológicos para ensalzar a la zarina; en sus poemas prefiere compararla con Talestris, reina de las Amazonas, o tacharla de <<Minerva del norte>>. Mujeres y sus contradicciones sociales, salen mal paradas, al ser revisadas por aquellos escritores que muchas veces sólo ven la superficie en la vida de mujeres tan grandes: al grado que en su obra Don Juan, el famoso poeta inglés Lord Byron la califica como: La más grandes entre todas las reinas y putas”, así lo cita en su libro Mercedes Giuffré. Y volvemos al caso de que los hombres deciden juzgar por su peor papel, sin atender a los hechos grandes que deben llevar por fuerza a lo que señalo: <<el hombre o la mujer se deben medir por la suma de sus cualidades y la resta de sus defectos>>. Parece que filósofos del pasado y del presente, y otros, entre los cuales se suman intelectuales o grandes escritores que sólo se fijan en su comportamiento sexual o inmoral y, no en sus otras cualidades y talentos.