Mundo tramposo

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Recién leía en las benditas redes sociales una aseveración que me pareció preocupante; literalmente se decía que el mayor peligro para las universidades, y por tanto para las sociedades es la trampa.

¿La razón?, contundente e incuestionable: los pacientes de los médicos que hicieron trampa para titularse, morirán; las construcciones de los arquitectos e ingenieros que hicieron trampa, se caerán; los defendidos por aquellos abogados que hicieron trampa, acabarán en la cárcel.

Y es que pocas veces nos detenemos a pensar en las consecuencias de aquello que consideramos una broma de juventud o una inocente jugada y por eso parece que no nos detenemos; seguir permitiendo la trampa, el engaño, la chapuza como forma de vida, poco a poco ha ido construido un mundo en el que todos, de una manera u otra, acabamos siendo tramposos sin que nada parezca extrañarnos.

Porque en esa lógica, ¿que hay de malo en engañar al fisco para pagar menos impuestos?, ¿en qué afecta mentir en mis ingresos para obtener una beca para mis hijos, aunque no la necesite?, ¿que hay de malo en pretender convencer a mis distintos entornos de interacción y aparentar ser quien en realidad no soy?

Tampoco se ha entendido que las personas son o no son éticas, no hay medias tintas, no se puede ser medio ético; quienes caen en conductas que van en contra de los valores elementales, por más que le busquemos, dejan de ser personas íntegras.

Otrora, hacer trampa o engañar era considerado como una conducta negativa y desde el punto de vista de la psicología, esto significaba tener algún tipo de remordimiento que eventualmente llevaba a la persona a procurar una modificación en la conducta para tener un comportamiento más ético.

No obstante, una reciente investigación de la Universidad de Washington equipara el acto de mentir, de engañar, con una línea de cocaína; estos especialistas establecen que esa euforia del tramposo genera tanta adrenalina como lo sería cualquier actividad adictiva.

Para Phillip Dawson, director asociado del Centro de Investigación en Evaluación y Aprendizaje Digital de la Universidad Deakin en Australia, se han alcanzado nuevas fronteras a la hora de hacer trampa, como el hackeo de exámenes o el uso de herramientas de Internet para editar contenidos y convertirlos en propios; el engaño está floreciendo en espacios como la consultoría (quienes generan informes), los medios de comunicación y en las universidades.”

Resulta irónico que socialmente, en el discurso, se enarbolan posturas que buscan erradicar la corrupción, que finalmente es una manera de hacer trampa, ya que busca la obtención de un beneficio a través de mecanismos alternos y fuera de la normatividad, pero en realidad acaban siendo posturas falsas e incongruentes: romper con esta cadena de mentiras no puede ser tan simple como decretar que de un día para otro desaparecerán.

Todavía peor, cuando desde las esferas de poder se legitiman esas conductas; es increíble que en nuestro país, parte de este mundo tramposo, una persona que abiertamente robo un trabajo para titularse, pueda andar por la vida quitada de la pena, a pesar de su evidente falta de moral.

México lindo y querido.

horroreseducativos@hotmail.com