NUESTRA CASA SE QUEMA

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La selva amazónica es una emergencia internacional, es nuestra casa y se está quemando; De acuerdo con el Fondo Mundial para la Naturaleza (WWF) la Amazonia representa 10% de la reserva mundial de carbono almacenado, el 50% de los bosques a nivel mundial y además produce el 20% del oxígeno total del planeta. Por ello el 28% de la extensión total de la Amazonia forman parte de una reserva protegida.

Las cifras de los expertos son elocuentes son: 72.843 focos de incendio este año hasta mediados de agosto, que, sumados a los cerca de 9.000 de la semana pasada, tasan esa cantidad en un 84 % más que en el mismo período de 2018. Antes de la disparada de fuegos de este mes, a julio la deforestación del Amazonas había sido 278 % mayor que a la misma altura del año pasado, al sumar 2.254 kilómetros cuadrados. Si fuera posible frenar en seco este desastre, aun así, el bosque perdido tardaría unos 20 años en recuperarse.
Los errores del Gobierno del presidente de Brasil, Jair Bolsonaro, son responsables del fuerte aumento de los incendios forestales en la selva del Amazonas. En vez de difundir indignantes mentiras o de negar la magnitud de la deforestación, instó al presidente a que tome medidas inmediatas para detener el avance del fuego y no solo eso si no a tener un mecanismo de control adecuado para los abusos que surgen en esa región del planeta y a los excesos ilegales de ciertos grupos.
La responsabilidad de acabar con los incendios que arrasan la Amazonía desde hace varias semanas recae ahora directamente sobre el presidente Bolsonaro e indirectamente a los líderes mundiales, que deben modificar su desastrosa política de dejar la selva amazónica expuesta a la destrucción, facilitando con ello que se haya llegado a la crisis actual.
Prueba de todo ello es el impresionante esfuerzo de Amnistía Internacional, quien documentó las invasiones ilegales de tierras y los incendios provocados cerca de territorios indígenas en la Amazonía, como en el estado de Rondônia, donde están muchos de los fuegos. En los territorios que la asociación internacional visitó, la deforestación se había duplicado este año comparado con el mismo periodo de 2018, debido a invasores ilegales que talan árboles, provocan incendios y atacan a las comunidades indígenas.
A pesar de esto, el presidente Bolsonaro ha intentado deliberadamente debilitar las medidas de protección de la selva y socavar los derechos del millón de personas indígenas que viven en ella.
Ahora que la ciudad de São Paulo, a miles de kilómetros de la Amazonía, ha quedado sumida en la oscuridad a causa del humo de los incendios, el presidente ha intentado desprestigiar a las ONG con la calumnia de que han sido ellas las que han provocado los fuegos.
En cuanto al resto del mundo que se pregunta lo que puede hacer para proteger la Amazonía, el activismo en favor de la protección de los derechos humanos de los pueblos indígenas es fundamental para evitar que la deforestación vaya en aumento.
Debemos apoyar firmemente a las comunidades y líderes y lideresas indígenas de toda la región amazónica, desde Brasil a Ecuador y más allá, para quienes la Amazonía es más que el pulmón del planeta: es su hogar.
Esto es esencial para proteger el derecho de las personas a un medio ambiente sano, así como su derecho a la salud, dado el impacto de los incendios sobre la calidad del aire en amplias zonas de Brasil y de países vecinos.
No hace falta ser un ambientalista radical para comprender las dimensiones de la tragedia planetaria que ocurre en el Amazonas, en su inmensa mayoría en territorio del Brasil