Operación Chucho el Roto

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Fragmento de la novela, que si lo permite

la pandemia y la lana,

pronto aparecerá.

 

   – ¿¡Que?!

Llamando la atención de los concurrentes de las mesas vecinas, Héctor lanzó la exclamación al escuchar el plan del ricachón.

   – Cálmate. Vamos nomás a repartir equitativamente justicia y dinero.

   – Que, ¿no se llama a eso demencia senil?

   – Peor Héctor, tengo cáncer y en etapa terminal.

   – Por ahí hubieras empezado.

   – Y aunque no tuviera nada, estas son las ideas que siempre he tenido.

   – ¿Y en este plan yo que papel desempe…?

   – Tan inteligente que eres y, ora sí que no malicias.

Mientras Don Antonio apenas se lleva a la boca la taza con té, el erudito da en el clavo.

   – ¿Dar el dato exacto?

   –  Ni más ni menos, por eso te pido que traigas a todo tu equipo, yo les triplico el sueldo, ¿cuántos son?

   – Cuatro conmigo, pero ¿qué tal si ideológicamente no encajan? Yo más bien me iría con la Dra. Luz María y ya, pero, ¿qué tal si no quiere?

   – Con dinero baila el perro; yo le pago veinte veces más de lo que ahora gana, ¿cómo la ves?

   – Es increíble el poder del dinero, a mí ya me tentaste, aunque tú me conoces;  mis reticencias vienen no tanto por el dinero sino porque no comulgo con la violencia. A ver repíteme a quienes vamos a meter en la jaula de la hipotética justicia.

Amante de los valores Héctor, rara vez tenía la oportunidad de unir teoría y praxis, las teorías sobre el bien y el mal, las razones y sinrazones de la misión, su escepticismo para que el mundo cambie. Indeciso oye a Don Antonio:

   – Mira nada más parte de la lista que tengo: ex presidentes que nos jodieron,  políticos ladrones, narcos matones, sacerdotes ricos, jueces venales, autoridades corruptas, agentes de la policía judicial coludidos con los delincuentes, pinches gringos kukuxklanes… Uh… Y lo más importante: que lo que les quitemos vaya a dar a los que están más fregados. Quitar al que le sobra para darle al que le falta y hasta si se puede, fregar a los narcos, o a lo mejor hasta ajusticiándolos.

Héctor apenas ha probado el pastel de zarzamora con queso y con la cuchara al aire, discrepa:

   – One moment… primero, ¿no te has puesto a pensar que tu tabla de valores  puede estar mal?

– Ay mi Héctor, tan avezado, pero tan pendejo. Eso y ellos es consecuencia, no  origen. Me extraña que no captes que ha hecho más daño un presidente que otorga el privilegio de ineducar por la tele privada y que de una plumada hace banqueros y empresarios multimillonarios, que un pobre cabrón que se la juega llevando droga a quienes se la solicitan o policías pendejos cooptados por la necesidad.

   – Pero tenemos un sistema justo. Los pobres son la prioridad, aunque los que perdieron privilegios están furiosos.

   – ¡Ahí está la clave! Esos que se llaman neoliberales están para fusilarlos. El  más pendejo país es el que tiene gente que no razona. Somos espíritu, no pura pinche materia. Creo que… hay mi Héctor, ¿tú también Bruto? No darnos cuenta del fondo es parte del problema y si no se visualiza que en el reparto equitativo de la riqueza y la educación son la mejor arma para luchar contra la violencia.

Estamos fritos, tenemos un puñado de ricachones y millones de muertos de hambre y peor aún, si a esa mayoría que dices que decide lo óptimo, seguro le importa más que ganemos en futbol que saber que diantres fue el FOBAPROA, ¡Ya nos chingamos!, y esos entes, pueden votar sin saber que o…

   – ¿Y que se gana con lastimar a los que amasaron…?

   – ¿Lastimar? No has entendido. No es lastimar es quitarles alguito de lo que se  robaron.

   – A ver. Creo como tú que la solución no está en a ver quién mata más, sino en  atender las necesidades básicas de la población y la principal es refinar el espíritu y retornar a los valores…

   – Perfecto. Ahí déjalo, porque como que ya quieres comenzar a filosofar.

Se hizo un breve silencio. Murmullos de charlas, choque de cuchillos y tenedores. Héctor habló quedo:

   – Creo que la maldad es parte de la condición humana; los malos han estado y estarán, no podemos cambiar la naturaleza del hombre y la pregunta, lo que nombraste ¿serán los malos?

  – ¡No me eches rollo! El viejo lo paró.

Héctor apenas estaba asimilando, su mente con trabajos captaba el tamaño de la misión por eso picaba el pastelillo y filósofo nato, hablaba de puros nervios.

  – Mira, ¿para apreciar el valor deberá existir el antivalor?…

  – ¿Y esto que tiene que ver con nuestra misión? No estoy para pinches clasecitas de Moral, ¿por qué de todo pontificas?

Es solo una probadita.