Páginas sobre una poesía

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La editorial Resistencia ha publicado en el año de 2003 la correspondencia de Alfonso Reyes con el poeta español Luis Cernuda. Libro que da prueba del espíritu que hizo siempre solidario con todos aquellos que le rodean, al mexicano universal que fue el creador del poema Sol de Monterrey. Su título Páginas sobre una poesía / Correspondencia Alfonso Reyes / Luis Cernuda 1932-1959 es compilación, introducción y notas de Alberto Enríquez Perea, y que al igual que Héctor Perea y Serge I. Zaïtzeff, aporta de nueva cuenta material recuperado en cartas de Reyes, para que en sus lecturas se comprenda la extensión de su espíritu humanista. Hombre de palabra al cual podían recurrir todos y encontrar una respuesta, fue siempre su sello. Las cartas enseñan la humanidad de aquellos que las escriben, en sus fortalezas y debilidades, en todas las emociones y áreas de la cultura. Son un filón, una caverna llena de oro o de cobre, o de nada más que tierra o rocas y piedras. Quizá de yerbas que salen por todas partes sin que se les pueda detener.

 

Páginas sobre una poesía / Correspondencia Alfonso Reyes / Luis Cernuda 1932-1959, en este libro se juntan dos libros, el de los textos de las cartas y mensajes, y una profusa integración de explicaciones de los momentos de cada correspondencia. Excelente edición para comprender mucho de lo que es Alfonso Reyes como ser humano, y también, del poeta sevillano que lleva a comprender su temperamento, su carácter que no fue fácil en la vida que tuvo. Murió joven, sólo 62 años. En mis recuerdos me viene a la memoria lo que Guillermo Fernández García platicaba cuando venía a las charlas el nombre de Luis Cernuda. Contaba Guillermo que alcanzó a llegar para encontrarlo en su velorio, solo de toda soledad. No se explicaba cómo un poeta de tales proporciones moría en la soledad. Las páginas del libro nos dan varias salidas a este tema. Uno primero, el de la pobreza o vida de penurias económicas que vivió el español, tan enamorado de México como el que más. Leo la nota del 7 de mayo de 1932, dice: Sr. D. Alfonso Reyes / Embajador de México en Río de Janeiro (Brasil) / Reunidos en casa de la poetisa Margarita Ferraras le recordamos con gran cariño. Manuel Altolaguirre, Luis Cernuda, Rodolfo Reyes, Concha Méndez, Margarita Ferraras. Las relaciones de Alfonso Reyes son muestra de lo que fue uno de nuestros embajadores más brillantes en la historia de la diplomacia. En este caso los dos poetas españoles mucho le debieron a Reyes, pues siempre les tendió la mano para hacer que se incorporaran a nuestra patria en momentos tan difíciles para los españoles en la década de los treinta del siglo pasado. Impensable olvidar a don Manuel Altolaguirre, nacido en Málaga en 1905 y fallecido en Burgos en 1959. Los integrantes de la Generación del 27 son una idealización de lo que debe ser la vocación por la literatura y en particular por la poesía. Engrandece a Alfonso Reyes estas relaciones con jóvenes a los que valoró sus cualidades de escritores legendarios. Como lo hizo con el Grupo sin grupo de Los Contemporáneos en México, de los cuales fue magisterio que ellos, rebeldes al pasado, le expresaban su reconocimiento.

En fecha del 30 de julio de 1955 Luis Cernuda escribe lo siguiente: Sr. D. Manuel Calvillo / El Colegio de México / Ciudad / Querido amigo Calvillo: La dedicatoria quedaría, si le parece adecuada, en estos términos: A Alfonso Reyes, al cumplir su obra literaria medio siglo de vida, estas páginas sobre una poesía que no es sólo suya por tradición, sino por haberla continuado y recreado como poeta, en testimonio de admiración y respeto. Le llamaré para que haga el favor de decirme su parecer, y si no cree que habría algo a modificar, añadir o suprimir. Perdón tanta molestia. Su amigo. Dicha dedicatoria no aceptada por Alfonso Reyes, pues sabiendo que mucho había hecho para que Luis Cernuda contara con una beca para poder hacer su libro Estudios sobre poesía española contemporánea, le hizo ver que el hecho de ser autoridad dentro de El Colegio de México, no le permitía aceptar ninguna dedicatoria de quienes dentro de El Colegio contaban con el favor del apoyo económico de la Institución para sus trabajos de investigación y escritura. Vale la pena citar las palabras de Reyes en fecha 12 de agosto de 1955: Sr. D. Luis Cernuda / Tres Cruces 11 / Coyoacán, D. F. / Mi querido amigo don Luis: Mucho celebramos que haya usted dado término a su tarea. Ahora solo nos queda esperar el enojoso e inevitable turno editorial. Refiriéndose a una gentilísima consulta que hizo usted a don Manuel Calvillo, me apresuro a contestarle que no es posible por mi parte aceptar la generosa dedicatoria del libro que usted tan benévolamente me ofrece. Esto por los motivos siguientes: desde muy pronto se adoptó aquí la práctica de evitar que las cosas hechas en casa se dedicaran al Presidente de la institución, por las razones que usted al instante comprende. De manera que, si ahora hiciera yo una excepción, violaría la regla establecida por nuestra Junta de Gobierno y causaría la impresión de un desaire a varios amigos que antes me propusieron cosa semejante. Estoy seguro de que usted comprende esto y de que no duda ni por un instante del profundo agradecimiento de su cordial amigo.

Dos gigantes, aquellas décadas eran de gigantes que lo mismo en España que en México se hablaban de tú, y una dedicatoria era algo nada banal, pues Cernuda no era un ser sencillo en su comportamiento. Hace falta en el país recordarle para ponerlo en el mapa de nuestra República de las Letras, pues su obra principal habla de este país que mucho le hizo feliz, pero también que le dio muchos ratos de penuria económica y una vida social difícil al parecer. Nos recuerda la situación de otro escritor exiliado: José María Heredia y Heredia, el cubano que tanto amó a México y este, en sus convulsiones políticas e ideológicas le hizo tener una vida de penurias y soledad. Relaciones humanas ante los problemas económicos de la institución y del poeta español. Y sin embargo esos dos libros investigados y escritos para El Colegio de México son materia de orgullo, pues forman la biblioteca seguramente de sus investigadores más prestigiosos. Amistad de vocación entre Reyes y Cernuda, entre el maestro y el joven poeta que va marchitándose al paso de los años hasta morir joven, pues la vida de los poetas debería de proseguir más allá de los ochenta años. Eso pienso. Cito la carta de Luis Cernuda con fecha 26 de noviembre de 1956, a tres años del fallecimiento de nuestro benefactor mexicano: Sr. D. Alfonso Reyes / El Colegio de México / Querido don Alfonso: Estuve fuera este fin de semana y sólo hoy leo su carta del 21, que me apresuro a responder. El trabajo que llevo a cabo para El Colegio, sobre el pensamiento poético de la poesía inglesa durante el siglo XIX, comprende dos partes. La parte primera la he terminado en el año que ahora acaba. Dicha parte primera se compone de seis capítulos, uno introductorio (en el que me ocupo ahora) y cinco más sobre Blake, Wordsworth, Coleridge, Shelley y Keats, capítulos todos terminados. Esta parte primera se ocupa, pues de la teoría romántica de la imaginación poética. La parte segunda tratará de las teorías poéticas en la mitad segunda del siglo XI; capítulo general primeramente y los demás sobre Tennyson, Browning, Arnold, Hopkins. Espero indicar así, con la brevedad posible, el estado presente de mi trabajo y su posibilidad de continuación. Muchas gracias de su amigo afectísimo.

Entrar a la correspondencia de lo humano es entrar al fondo de un océano donde todas las emociones están presentes. Y la relación de afecto de Cernuda por Reyes es de quien encuentra siempre la mano extendida en su soledad. Porque el poeta de los libros La realidad y el deseo y Variaciones sobre tema mexicano, tuvo tal cariño a nuestra patria, que no fácilmente encontramos otro poeta que exprese así el sincero sentimiento de amor por un país que no fue su patria de origen. Aquí murió, aquí le debemos muchos homenajes, pues su poesía es universal y vemos por sus investigaciones que reunió en sí a España y a Inglaterra en una sola voz, la de él que en sus lecturas nos da la lección del estudioso, de aquél que prefiere ser reconocido como lector antes que escritor.