Paseo San Isidro despierta la Emoción de los metepequenses
El patrono que guía las manos de los campesinos, aquel que brinda la dicha de que las carencias no existan, pues el maíz no solo nos alimenta, sino también nos permite venderlo para darle sustento a la familia. Es el día de San Isidro Labrador, quien con pirotecnia, música, bailes, colores, disfraces y un carnaval entero, es celebrado con emoción por la población metepequense.
A pesar de que el calor comenzaba a encender las pieles de los fieles al santo, la alegría se hacía presente en cada automóvil, camioneta o bicicleta adornada con globos y papel picado de rojo, amarillo, verde, azul y anaranjado, pues por única ocasión en el año tienen la dicha de presentarle sus ofrendas a San Isidro y con ello, las cosechas sean bondadosas.
Durante una pandemia que parece ya inexistente, las familias se reúnen, como Fabiola Gutiérrez, habitante del pueblo de San Jerónimo Chicahualco, que desde el inicio de la crisis por el contagio del virus Sars-Cov-2, no había presenciado un paseo que le brindara entusiasmo y esperanza como desde que era niña.
“Estoy aquí con mucho gusto, porque esto forma parte de nuestras tradiciones. La pandemia me impidió estar aquí los años pasados, ahora por fin me regala un poco de anhelo para saber que las cosas pueden mejorar”, dijo con una sonrisa que se marcaba en los contornos del cubrebocas que portaba.
Así como ella, los participantes del paseo como Rodrigo y Juan, se mostraron con una energía envidiable, pues por más de dos horas danzaron con una vestimenta que alude a las madres de familia, a aquellas que reciben los productos de la cosecha y se dan paso a crear maravillas gastronómicas que alimentan no solamente el cuerpo sino el espíritu.
“Practicamos nuestra coreografía desde el mes de marzo, tratamos de que todo salga bien para que los que asisten se lleven un buen momento, que se emocionen con nosotros, porque eso es lo que importa. Ya de por sí es cansado estar esperando a que pasen los coches o los participantes como para no darles un buen momento”, mencionó Juan.
Entre gritos, risas y una vendimia inacabable de antojitos mexicanos como: huaraches, pambazos, tacos y chicharrones, los locatarios contribuyeron a que la fecha fuera especial, a que la alegría tocara la puerta de cada hogar que conforma el pueblo y pidieron con fe, que este año las lluvias sean benevolentes para mantenernos vivos.
San Isidro mientras tanto, observaba a todos desde cualquier ángulo, desde el techo de una camioneta, hasta los brazos de un niño que lo cargaba con precaución y respeto. El paseo con más de 200 participantes evidenció que a pesar de las dificultades, la cultura y sus tradiciones permiten que el caos se convierta en virtud.