Pasiones digitales.
¿Qué es el amor?, pregunta existencial que no cuenta con una respuesta unívoca, ni consensuada, pero que, para las personas es universal con independencia de que pueda concebirse como un sentimiento, una acción, una virtud, una actitud, una emoción, apego, una experiencia, una idea, una emoción, sexualización, afinidad, amistad, fraternidad, un afecto, una ilusión, una convicción, una esperanza, una ficción, una motivación o el origen y el final de la creación.
Por otra parte, también influye el contexto sobre el cual se conceptualiza al amor, sea desde los ámbitos físico, sensible, moral, espiritual, intelectual, los enfoques por los cuales éste se analiza, como puede ser el psicológico, sociológico, filosófico, religioso, así como los componentes del ser humano que intervienen en su concepción, como la inteligencia, la voluntad, la fisionomía y la fisiología de las personas.
El día del amor y la amistad muestra dos caras de un mismo fenómeno enmarcado en la idea de amor, y por ello, en este 14 de febrero, en la celebración instaurada por la religión cristiana con un simbolismo enmarcado por la referencia de vida de San Valentín, y, en un ámbito aspiracional por encima de las festividades, se enmarca la ilusión de la búsqueda y el encuentro del amor verdadero, y, en ese camino también se enmarca la definición de la personalidad en función de yo y su proyección en el ser amado o la persona amada; un momento perfecto, cuando menos para explorar este fenómeno en la vida de las personas y su impacto en el ámbito digital.
Mucho se ha hablado acerca de cómo el ciberespacio es una nueva dimensión en el cual se construye una ciber ciudadanía y cómo quienes integran esa colectividad a su vez, encuentran los medios para poder participar en ese entorno con la definición de sus libertades, y, en ese proceso cómo sus interacciones en el ámbito digital son susceptibles de crear efectos en el derecho y cuáles son los principales efectos fenomenológicos que la tecno ciudadanía nos depara en la prospectiva conductual de la sociedad a través de estos mundos virtuales. Sin embargo, tratándose del ámbito sentimental, mucho de los análisis que han sido realizados sobre el amor en el ámbito digital, se centra en las pasiones y su aprovechamiento en la economía digital, como parte de las principales expresiones visibles de los medios digitales a partir de las cuales las personas buscan ese amor verdadero.
En ese sentido, si bien resulta interesante el análisis de las relaciones actuales a partir de las aplicaciones de citas y de compatibilidad de personalidades, creo que, en muchas ocasiones son distractores de lo que debería ser el verdadero foco de atención de las relaciones afectivas digitales, puesto que, más allá del utilitarismo que se ha generado por la inmediatez de la vinculación entre las personas en un ámbito principalmente sexual, en vez de afectivo; la vinculación de las personas a través de medios digitales lo único que hace es empezar a registrar los actos que implican ese proceso de descubrimiento y autodescubrimiento de las personas con su entorno y sus afectos.
Hablar de amor, como acto y potencia, implica necesariamente poner en el escenario a un ser sensible con la capacidad de percibir, percepción que, a su vez, implica la asociación del ente con su entorno cuyo punto de partida debería ser el mismo ente, una posición que podría parecer obvia, pero que, frente a la existencia fenomenológica puede considerarse mucho más compleja puesto que la percepción del entorno a su vez es imperceptible si el ente no cuenta con un descubrimiento de su propia existencia.
Así, los procesos iniciales que se dieron a través de los entornos digitales, como fueron las primeras cartas de amor, como parte de esa materialización del amor fuera del ámbito interno, y que, a través de las respuestas de las cartas o de las respuestas de la persona amada a quienes les iba dirigida, representan las primeras imágenes o símbolos de la materialización del amor y su propia definición; cartas que, a su vez fueron remplazadas por los correos electrónicos y que hoy en día encuentran una variedad de medios de comunicación como son las propias aplicaciones de mensajería instantánea, las redes sociales y cualquier registro que permita mandar comunicación y establecer lazos afectivos.
Es así que, si hablamos del amor desde la perspectiva de la interacción de las personas en el ciberespacio como hecho inmanente a las creencias de las personas y su motivación, agregamos una nueva perspectiva para su estudio y análisis, el fenomenológico-digital, en cuanto todo en medios digitales es susceptible de ser registrado, medido e interpretado a la par de evaluado; y, como parte de la posibilidad de que un ente externo pueda contar con mayores elementos que el ente observado, entramos a una paradoja en la cual, con independencia de la existencia de un fenómeno sempiterno como lo es el amor, éste es susceptible de ser interpretado por un tercero que puede interferir arbitrariamente en el mismo, y a partir de ahí, desintegrar cualquier posibilidad de desarrollo, y, por ello, la regulación de las relaciones digitales debería formar parte de un estudio más profundo sobre un nuevo pacto social digital, puesto que, a diferencia de la versión Rousseauniana, en esta ocasión lo que potencialmente pueden ceder las personas al Estado no se limita a la modulación de su voluntad, sino a su propia autodeterminación.
Las pasiones se insertan como punto intermedio de la expresión de las personas entre la capa exterior que son las emociones y la parte interior, que conforma la consciencia a través de la integración de los sentimientos, y por ello, también se puede analizar su vinculación con la relación mente, espíritu y alma, y, en el ámbito de los espacios de las libertades y derechos de las personas, la privacidad, sexualidad e intimidad, como parte de la propia definición de la personalidad y su vinculación con la concepción de la verdadera libertad, como parte de esa búsqueda del amor verdadero.
Sin embargo, el escenario tampoco es plano, puesto que dichas interacciones digitales generan a su vez diversos espacios, como diferentes escenarios, que se dan, ante esa búsqueda del autoconocimiento que, en medios digitales ha incrementado la neurosis y esquizofrenia digital, a partir de las debilidades de las personalidades que generan falsas expectativas que se traducen en esperanzas fraudulentas conducidas por la expresión de las pasiones que tanto nos cuesta interpretar.
Por ello, las heridas que generan este proceso de descubrimiento del entorno y del autodescubrimiento, al día de hoy, son el motor de lo que mueve todo aquello que tiene sentido humano, puesto que, dicho descubrimiento se inserta en el desarrollo de una vida efímera que no logra advertir con claridad cuál es el significado del amor, ni de sus pasiones, y, si bien estas expresiones de las diversas caras de la personalidad hoy en día son frecuentes al conocer a las personas en el mundo real versus los datos personales que dejan en el entorno digital ¿qué sucederá cuando esas brechas se hagan más cortas y que las personas tengan una concepción temprana de su propia existencia a través de su consciencia, y que a su vez, brinde una mayor transparencia a las relaciones afectivas? ¿Qué pasará cuando el amor pueda ser interpretado a través de los datos? ¿seguirá siendo amor? Por ello, la trazabilidad, análisis y control de las pasiones digitales, debe ser más que una simple pregunta existencial, debe ser abordada, a fin de seguir conservando esos aspectos de lo que es auténticamente humano.
En lo personal, creo que el amor es la fuerza que mueve nuestra realidad, por ello, es importante que dejemos que siga transformando nuestra existencia, con independencia de los registros que generen nuestras pasiones digitales. Feliz día del amor y la amistad. Hasta la próxima.