POR FAVOR, ¿ME PRESTAS TUS ZAPATOS?

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“En cuanto a la adversidad, difícilmente la soportarías si no tuvieras un amigo que sufriese por ti más que tú mismo.” CICERÓN

En cierta ocasión don José, un anciano ya de años, platicaba con un pequeño niño de nombre Manuel, a quién todos conocían como Manolito, sobre la importancia de no volverse ajenos al dolor o al sufrimiento de los demás; ─mira hijo,− don José le dijo a Manolito: ─sin darnos cuenta, los afanes de la vida, nos van llevando por caminos diferentes, caminos de bien o caminos de mal, caminos de emprendimiento o caminos de fracaso, caminos de inicio o de final, y en cada uno de ellos, encontramos gente tan diversa, que sin darnos cuenta, poco a poco perdemos uno de los valores más valiosos y certeros en la vida de los seres humanos: La empatía.−

─ ¿La qué? – dijo Manolito; ─la empatía, − respondió don José, al tiempo que volviendo su rostro se lo quedo viendo y con toda paciencia le explico:

─Empatía es un gran valor; Es la capacidad de identificarse con el dolor y la necesidad de nuestro prójimo. − ─ ¿Alguna vez te has preguntado lo que pasa con la gente que vive a alrededor de ti? –

─ ¿Qué pasará, por ejemplo, con los jóvenes y niños que limpian los vidrios de los carros en los semáforos? o ¿con los ancianos sentados a la orilla de la banqueta solo viendo pasar a la gente que camina por ahí? ─

−Para saberlo, necesitas preguntarles directamente y mostrarles algo de interés por su vida y sus problemas.

Al hacerlo también, descubrirás muchas cosas que seguramente ignorabas por completo, como por ejemplo; que no todo lo que se dice de esas personas es verdad.

No todos son malos, ni ladrones, ni engañadores o vagos y estoy seguro, ─ le dejo saber, − que conocer más de su vida te hará sentir la necesidad de ayudarlos de alguna manera. −

Mientras hablaba con él, en cierto momento el pequeño Manolito abrió los ojos con gran emoción y poniéndose sobre sus pies con gran astucia dijo: ─ Y… que pasaría si en lugar de solo ver al que necesita, le pido prestados sus zapatos y me los pongo, así, podría sentir lo mismito que el siente ¿no cree don José? −

Pues bien, justo así como acabamos de ver en esta pequeña historia, esa es la forma en que la sencillez de un niño resuelve los asuntos de la vida.

La pregunta ahora es: Y… ¿porque no? Probablemente sea así de sencillo.

No que nos pongamos sus zapatos pero ¿cuánto puede llevarnos, hablando de tiempo, acercarnos con quienes vemos sufrir y apoyarlos por lo menos con un gesto amable, un poco de comida, un saludo cordial o una sencilla oración por su vida?

La empatía es un valor que nos ayuda a ser mejores, pero no sólo eso, nos hace volver al corazón de la gente. No es necesario pasar por las mismas vivencias y experiencias para entender mejor a las personas que nos rodean, sino ser capaces de captar la necesidad de quienes viven a lado nuestro y así, tomar conciencia de lo que Dios nos da cada día. Provisión, salud, fortaleza, un techo que nos refugie, una cama en donde descansar cómodamente.

El apóstol Pablo dijo que era importante hacer el bien siempre que nos fuera posible sin discriminar a nadie.

Daniel Goleman Psicólogo y escritor dijo: “Existe una clara evidencia de que las personas emocionalmente desarrolladas, es decir, las personas que gobiernan adecuadamente sus sentimientos, y asimismo saben interpretar y relacionarse efectivamente con los sentimientos de los demás, disfrutan de una situación ventajosa en todos los dominios de la vida, desde el noviazgo y las relaciones íntimas hasta la comprensión de las reglas tácitas que gobiernan el éxito en el seno de una organización. Las personas que han desarrollado adecuadamente las habilidades emocionales suelen sentirse más satisfechas, son más eficaces y más capaces de dominar los hábitos mentales que determinan la productividad.”

Así es, aquellos que logran relacionarse correctamente con los demás, son personas propensas a vivir una vida en plenitud, en paz, con plena soberanía de sus actos y de sus acuerdos.

No podemos tan solo ver de lejos el dolor de quién lo padece, por el contrario, mientras tenemos salud, mientras todo este bien en el entorno de nuestra propia vida, aprovechemos para hacer bien con auténtica empatía a quienes podamos, con verdadero amor e interés.

Hay tantas preguntas por hacer aun en la vida: ¿Qué pasa con los damnificados de los terremotos? ¿Qué sucede con los inmigrantes que llegan a nuestro país, sin familia, sin dinero, sin un lugar donde resguardarse? ¿Qué sucede en el corazón de cada padre y cada madre cuando sus hijos no regresan a casa?

Podemos hacer más preguntas claro está, muchas más; hay tanta necesidad alrededor de nosotros y aclaro, no es exclusivo de las personas ajenas a nuestra vida solamente, probablemente entre nuestros amigos, familia, vecinos o compañeros de trabajo, podremos encontrar corazones dispuestos a recibir nuestro apoyo sincero e incondicional conocidos que en sus momentos difíciles o de necesidad esperan ayuda desinteresada y sincera.

La empatía nos hace mejores personas, nos dignifica como seres humanos, nos enseña a convivir y actuar para establecer el bien común la estabilidad y la paz.

Días aciagos como los que seguramente muchos hemos pasado, serán más llevaderos cuando frente a nosotros, encontremos una mano extendida dispuesta a ser apoyo y fortaleza para nuestra vida.

“La religión pura y sin mancha delante de Dios nuestro Padre es esta: atender a los huérfanos y a las viudas en sus aflicciones, y conservarse limpio de la corrupción del mundo.” Apóstol Santiago.