Por otras calles inventando historias

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[Muy importante que armonices esta lectura con:

My Funny Valentine o Almost blue de Chet Baker]

De una bocina al fondo, se podía escuchar a Chet Baker, el lugar, casi vacío, se sentía más triste de lo habitual. Cerca de mí, una mujer elegante cuyo perfume estaba por todo el lugar, prendió un cigarrillo y el bartender le pidió apagarlo al tiempo que señalaba el letrero de –no smoking–. Ella, extrañada de la nueva regla,  tomó su abrigo y salió sin decir nada. Una pareja que se abrazaba en una de las mesas del fondo, pidió la cuenta. Pensé en la mujer que salió, tuve curiosidad, tomé mi trago y me acerqué a la puerta de salida, en ese instante, un hombre entró al lugar y antes de que se cerrera la puerta, pude ver a la mujer, recargada en una pared, fumando.  Hacía frío afuera, pagué el trago, tomé mi abrigo y salí, la mujer seguía ahí. Me acerqué un poco, le dije que me molestaba lo de no poder fumar adentro, ella encogió los hombros con aire de indiferencia, sin mirarme. Le invité un trago, no dijo nada, sólo volvió a bar, la seguí y me senté a su lado, en la barra, pedí dos Gin and Tonic.

Bebimos y hablamos de ella. Su aroma era alucinante. Mientras la noche transcurría se iba soltando más a mis inquietudes. Se levantó de la barra y me tomó de la mano, en ese punto me sentí extasiado, fuimos a un espacio en donde comenzamos a bailar, rodeo mi cuello con sus brazos y al ritmo de ese jazz triste, disfrutamos del momento. Se terminó la pieza, le invité a ir a otro lugar. Caminamos por las calles, ya no era indiferente, hablamos de mí, y reía. La conocía de antes, estoy seguro, me conocía de antes, me lo dijo. Entramos a una cafetería. La charla no parecía terminar, no queríamos que terminara. Se hacía tarde, teníamos que irnos, sabíamos que aquel momento no lo olvidaríamos nunca, tenía que irse, tenía que irme. En casa le esperaban, para el beso de las buenas noches. Para el ir y venir de la rutina familiar. Sobre la calle nos detuvimos a mirarnos pensando en cuál sería la mejor forma de terminar esa fiesta de la que fuimos cómplices.

La tome por la cintura, se acercó a mí, y nos dimos un beso tremendo, lento, dulce. Nuestra noche tal vez no se repita, porque andaremos por otras calles inventando más historias juntos. Más noches de San Valentín.

Tomamos un taxi, fuimos a casa, abrazamos a nuestros hijos, nos dijimos buenas noches, y apagamos la luz.