Primer informe final de una gestión cultural ilegítima
Habrá sido por allá del 2013, en los últimos años de la carrera, en la materia de Psicología Social y Política en IUEM, asignatura que impartía brillantemente Fanny Lilian Poblete Morales, mujer de una impresionante erudición que aún hoy me avasalla. Bien, dicha clase iba de los menesteres de las campañas políticas y el fenómeno per se de este producto social, y para tener la nota, teníamos que diseñar y echar a andar una campaña política que se resolvería en unas elecciones ficticias entre todos los grupos de psicología de los distintos grados.
Con 65 votos, ganamos aplastando a nuestro perseguidor más cercano que juntó 25. Mi equipo era conocido por su carisma, irreverencia y en buena medida, por la cantidad de cerveza que ingería entre los recesos. Eso habla mucho del nivel de la campaña, ya que aunque teníamos las bases, casi no pusimos nada en práctica para que las elecciones fueran sanas. Nos importaba ganar, demostrar de algún modo que sabíamos qué hacer y no lo que teníamos qué hacer. Así, llevé la guitarra y le cambié la letra a La Bamba para conseguir votos. Eso y que nuestro partido se llamaba PN, nos abrió la puerta a puras risas de muchos en el primer instante que pisamos los salones vecinos.
Esa misma tarde nos encontramos con la maestra en el estacionamiento: no tuvimos una felicitación elocuente. Entonces no lo entendía, de hecho, sacamos 9 y no un diez que, como creímos, era natural. Ganamos, pero habíamos perdido. Echamos mano, sin saber, de la peor de las herramientas políticas: el populismo. Sin embargo, la verdadera lección llegaría años más tarde.
En el proceso electoral pasado fui invitado para ser parte de la planilla del partido Vía Radical en mi municipio. Tuve ciertos conflictos éticos al respecto, pero al final accedí. De ese modo, fui el candidato a la cuarta regiduría, encargada en teoría, de la cultura de la ciudad. Sin embargo y por azares del destino, terminé meneando los hilos junto con dos o tres compañeros de una campaña bastante noble de apenas 30 integrantes que con puras ganas de hacer algo por la ciudad, logramos resultados muy interesantes.
El impacto de dicha campaña fue tal, que un par de noches previas a las elecciones, estábamos sentados a la mesa con el que a la postre sería el presidente municipal y su secretario particular. Querían que declináramos en su favor a cambio de algunos sitios en la alcaldía entrante. Aquella charla la recibimos el candidato, un par de compañeros más y quien escribe. Lo discutimos, pero el movimiento era tan noble que lo decidiríamos en equipo, sobre una mesa de madera en que se repartían los platos de chilaquiles posteriores al cierre de campaña.
Cuando el tema se puso sobre la mesa, el silencio fue total. De alguna forma sentían que era traicionar ciertos ideales. Eso es comprensible. Era el ánimo noble el que los orillaba a enmudecer y sentirse traicionados. En la realidad, los números decían que las posibilidades de éxito eran pocas. Esa es la política, fría y sin escrúpulos. Al final expuse mis razones: veo la política hasta cierto punto con mucha ingenuidad. Poniendo en la balanza el trabajo hecho y la naturaleza de los ahí presentes, les dije que era mejor que 30 personas bien intencionadas se hicieran bolas en una oficina e hicieran algo de verdad por el municipio, a que otro cúmulo de parásitos experimentados en no hacer nada, ocuparan esos sitios.
De nuevo el silencio imperó. Puedo decir que comenzaron a razonar el asunto, pero justo antes de que se votara internamente para saber qué hacer, una mujer que llevaba escasas dos reuniones habló. Dijo que confiaba en el candidato, que había que tener fe y echarle ganas. No hace falta decir cómo es que llegó esa mujer ahí, pero debo decir que las redes, que hicieron lo que La Bamba en aquel momento, fueron esenciales. Se alborotó la mesa y junto al mío, sólo hubo otro voto. Se respetó la decisión del equipo y al final de cuentas perdimos. Tuvimos 5200 votos aproximadamente, y aunque, de hecho merecíamos una regiduría, pues no fuimos los más bajos, la perdimos en la mesa por ciertos errores de campaña. No volví a ver a esa mujer en lo que restó del proceso electoral ni en el cierre de campaña ni en ningún otro momento.
Todo este largo preámbulo, para decir varias obviedades, pues en cuanto a cultura; poco y nada. Un partido de fútbol de las leyendas del América, Zague incluido, y eso fue todo. Esa fue su bandera, sin mencionar que es lastimoso que esa sea su idea de cultura. Lo demás: el cáncer de la cultura en este país está administrada por quienes más ignoran al respecto y que sólo cumplen con su cuota burocrática para estancarla aún más, cuando es pieza fundamental para resarcir el tejido social tan lacerado.
En ese sentido y emulando un tanto aquella payasada que hiciera Andrés Manuel López Obrador, como el presidente legítimo de este país, decidí echar manos a la obra y poner de mi parte para, en algo, señalar los pobres estándares en que todas las administraciones se rigen. Sobre todo, en cultura, que al ser éste, un país sumamente desinteresado en ese aspecto, cualquier cosa la reciben con buenos ojos.
De ese modo, a principio del 2019 me di a la tarea de emprender un proyecto cultural enfocado en acercar expresiones artísticas a la ciudad. Proyecto financiado con donaciones de la iniciativa privada:
En mayo del 2019 se presentó la obra de teatro, Frida de Plata, de la compañía de Teatro Espacio Vacío con egresados de la facultad de artes escénicas de la UAEMéx en el Sindicato de Electricistas de esta ciudad. Una obra que critica la vida y legado de Frida Kahlo. En octubre de ese mismo año se llenaron cerca de 500 metros de pared en distintos puntos de la ciudad con aforismos de algunos escritores emulando el proyecto Acción poética. El año siguiente se gestionó el espacio y los materiales para un mural en el centro de la ciudad, obra a cargo de la pintora Laura Dorantes de la Escuela de Bellas Artes de Toluca. Ahí el proyecto entró en pausa por la pandemia. El mural, junto con todo lo planeado, se reanudó hasta este 2021. En cuarto lugar, se gestionaron 400 revistas de divulgación científica y literatura. Las primeras de la Revista Universitaria de la UAEMéx y las segundas del proyecto Grafografxs. Revistas destinadas a los transeúntes de la ciudad y a los benefactores del proyecto. Aún en la recta final del trabajo hecho, quedan dos etapas pendientes: la convocatoria, selección y difusión de la obra musical de artistas de la zona. Además, un segundo mural en un sitio emblemático del municipio.
Amén de la inversión monetaria cuyo monto es significativo, queda de manifiesto la innegable valía de cada una de las etapas en las cuales se ponderó el trabajo de los artistas remunerando su obra. Pero sobre todo, y sólo por poner un ejemplo, el caso de la obra de teatro cuya protagonista, Jatnaely Hernández, meses más tarde se fue de gira por Europa para cerrar un proyecto, a quien conocí en un taller de dibujo y fue esa confianza la que promovió la charla que culminaría en su contratación posterior. Dicho esto, para dejar de manifiesto no sólo la calidad sino que en gran medida, este proyecto y su impacto fue posible precisamente porque se conoce al medio.
No es el primer proyecto de índole social que emprendo. Aquella vez, en aquella reunión con aquel equipo, lo dije, que no importaba, que perfectamente se pueden emprender iniciativas para tener o contribuir a un entono más sano, entorno en que el arte, la cultura son fundamentales. Hoy, tres años atrás, lo corroboro. Al mismo tiempo, entiendo que las instituciones son necesarias cuando menos para que te tomen en serio, recibir más apoyo, validar el trabajo y no te sientas como un delincuente, pues las obras se retrasaron por un año y piensan que te has robado el dinero.
En aquel momento me frenaba ese viejo estigma de que el arte debe estar peleado con el poder y de hecho, esa fue una de las condiciones para acceder, mantener perfil bajo sólo para no soportar tonterías al respecto. Tres años más tarde, estoy satisfecho con lo hecho y corroboro algo que desde entonces creía, que debemos comenzar a levantar la voz, pues las riendas de los municipios, estados y el país, se encuentran en las manos de las personas menos preparadas, peligrosamente ignorantes y con el único propósito de cobrar un cheque quincenal para comprar ropa de mal gusto y perfumes vulgares. Ese cheque le caería bien a personas con algo más en la cabeza y que por supuesto puede hacer un mejor trabajo.
Es importante que, por un lado, se deje ese viejo romance de que crear significa vivir ajeno a la vida política de una sociedad y que eso te hace bueno en lo que haces, cuando tal vez lo único que te hace es un idiota en el estricto sentido etimológico de la palabra. Por otro, que la comunidad ilustrada tiene que comprometerse cada vez más con la sociedad, de lo contrario no puede más que ponerse peor esto que ya se nos ha ido de las manos.
Tres años, pues, de un proyecto que ni nombre tiene, y al que le falta, por cierto, una buena fiesta para relatar lo sucedido, que entre los problemas con los artistas inmaduros y las muchas y maravillosas experiencias de los vecinos encontrándose con el arte, sí que es interesante tomarse el tiempo de rememorar. Mucho más importante que esto.
Por último y como se dice por ahí, el camino al infierno está lleno de buenas intenciones. Son esas buenas intenciones las que pueden echar abajo cuando menos la posibilidad bien pensada de intentar y que no sean otros 3 ó 10 años de ferias del libro con libros de autoayuda y sin ningún escritor, por ejemplo. O que una obra de tal magnitud, pase desapercibida. Que esto no le importe a nadie, mucho menos a quien debería estar atento a ello pues en el último de los casos y de acuerdo con el vilipendiado Sergio Mayer, es el único rubro en este país, que entrega números negros. Y ni por eso. Es tanto, diría, si esto fuera un presídium. Pero no lo es y está bien también.