PROLÍFICO ESCRITOR

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Encuentro en mi biblioteca personal un cuadernillo de cuarenta páginas en el que aparecen diversas entrevistas, unas realizadas con quien fuera considerado decano de la UAEM, ingeniero José Yurrieta Valdés, del arquitecto y ecologista admirable que fue Alfonso Rojas Wiesand y la estudiosa arquitecta Susan Bianconi, hechas por Laura Elizabeth Benhumea, y otra, de la licenciada Thelma Morales García, quien entrevista a don Javier Ariceaga, texto imperdible y de lectura fácil en su conjunto.

La entrevista de don Javier lleva por título A don Javier Ariceaga / prolífico escritor toluqueño. Cuenta en el inicio con una paráfrasis que dice: llotra, llora cuanto puedas / porque al fin y al cabo el amor se deshace en lágrimas y en el inicio de la entrevista las palabras de la entrevistadora son apesadumbradas por el fallecimiento de don Javier a pocos días de haberlo entrevistado. Dice Thelma: Qué decir de un hombre al que conocí personalmente apenas hace unos meses, y de quien guardo un recuerdo muy agradable por su sencillez y don de gente. Este 19 de junio “Día del Padre”, este escritor toluqueño dejó de existir físicamente, más no en el sentido de sus obras las cuales fueron muchas donde escribió los recuerdos de su querida ciudad natal: Toluca.

Entrevista de ternura en el cariño de Thelma por quien tiene un poco más de años de la edad de su padre y por lo mismo, el afecto de encontrarse con un hombre sabio que aprendió en la vida lo que es existir todas las más posibles emociones y pasiones de lo humano. Porque así es, con don Poncho y Javier Ariceaga, se tenía la charla que hablaba de la vida y no inventos, acomodados a la moda de los tiempos: falsedad sobre falsedad, lo que es notorio en la vida y moda de los regímenes de la política en el país, entidad o municipio, cuando no se hace la crónica como verdad, sino dispuesta a la moda del gobernante. Ellos enseñaban a escribir viendo y estudiando la verdad, esa es su gran lección.

De igual manera que en el Museo de Culturas Populares –hoy Museo de la Pila– en el 2007, cuando le visitó el escritor guatemalteco-mexicano Otto-Raúl González, y después de esa visita falleció a la semana siguiente, en el caso de don Javier la entrevistadora cuenta: la última entrevista que concedió, la que yo le hice una semanas precisamente el 3 de junio en que me reunió con él en su casa ubicada en la calle de Lerdo, casi esquina con Isidro Fabela, para que me hablara de las vecindades de Toluca, que él conoció muy bien, pues habitó una de ellas en sus años de infancia. El cronista nace de las circunstancias y de ellas no puede escapar. Por eso es tan difícil escribir de lo que no se ha vivido o estudiado a fondo. No se puede hablar o escribir de lo que no se sabe. Escribe la entrevistadora: Es por ello que a manera de homenaje posmortem, quiero transcribir ésta última entrevista para compartirla con todos aquellos que lo conocieron y admiraron, a sus queridas hijas Yunuén y Eva, a sus demás hijos, nietos y bisnietos a quienes doy mi más sentido pésame por este gran hombre, a quien sin duda seguiremos recordando con gran cariño. Este tipo de entrevistas son desafortunadas por el final de una vida, pero a la vez, es recuerdo inolvidable porque representa últimas palabras de quien siendo sabio comprueba en sus comentarios que no fue un individuo ajeno a lo vivido. Al contrario, don Javier y el profesor Mosquito, son expresión de la vida que palpita a cada momento y nada les fue ajeno.

La primera pregunta dice: ¿Maestro cuáles fueron las principales vecindades de Toluca? —Sabe usted dónde está la casa de Javier el Peluquero, muy conocido, había una vecindad que empezaba aquí y salía a Independencia y otra en Independencia que empezaba en la cortadura y salía a Degollado ahora Primero de Mayo, todavía están esas vecindades y ahora ya se les hizo más fácil tener seguridad nada más cierran las puertas, no recuerdo cómo se llamaban, pero esas eran vecindades y un cuartito era baño, otro cuartito era la cocina, la recámara que servía al mismo tiempo de sala y un patiecito para la ropa interior, porque la parte de en medio como la vecindad de Corregidor Gutiérrez era un gran patio empedrado que rodeaba amplios lavaderos con una piletas, yo me acuerdo de esas piletas en invierno se lavaban. Entonces a nosotros nos bañaban como buenos cristianos los sábados y súbase muchacho te fuiste de pinta al Río Verdiguel, nos bañábamos con una bandeja, nos aventábamos al agua, los chamacos de antes no nos enfrentábamos como los de ahora. Vida palpitando, eso es la mente del cronista cuando lo es por vocación y pasión.

Resume con las siguientes palabras lo que eran aquellos tiempos, y es muy posible que en varios lugares de Toluca ciudad y municipio se den estas experiencias: Todos los sábados en las vecindades toluqueñas se llevaba a cabo un gran concurso de canto, eran los chillidos de todos los escuincles de las vecindades que lloraban, era una sinfónica de chillidos de los niños, aparte de eso se oían las nalgadas de las madres que les daban, pero todas las vecindades en sí, eran iguales. Otros dicen: “Yo viví en una vecindad de más categoría”, eran casa como los museos, eran casa como esta casa, como la casa de aquí la de tus parientes, de tu tío Porfirio Reyes, ahí vivían puras familias, todas las familias aquí las tías viejas, mi hija Yunuén, la arquitecta; Angelina, mi nieto otro arquitecto; y yo, estoy ya atrás construyendo, me va a costar trabajo, pero ahí ni va a molestar el ruido a Porfirio ni a mí: ni se oyen los carros y estamos rodeados de la policía que está aquí. Ése era de mi suegra todo este terreno se lo vendió al gobierno, entonces tenemos esta vigilancia, tenemos atrás a los Valdés, los encargados del helicóptero y de este lado a la familia de Villa y la de los Yáñez”. Respuesta de vida y de complejidad pues las relaciones tienen que ver con todos los puntos cardinales de la existencia humana y de relaciones en visión cosmogónica indígena con todo lo que hay dentro y fuera del planeta Tierra.

La siguiente pregunta dice: ¿Maestro, y en las vecindades que usted recuerda de niño, me imagino tenían alguna relación?… —Bueno, en la Retama había de esas vecindades como le digo de aquí, que estaban de este lado y salían a Independencia, ahí había dos que estaban en Pedro Cortés y salían hasta arriba, otras que estaban en Pedro Cortés y salían abajo en la calle propiamente lo que es Degollado, pero estas vecindades eran para gente del mal vivir, ahí había bufones, rateros, farderas de esas que entran a los mercados a robarse la ropa y entraba la policía en ese tiempo al servicio secreto. Los del Servicio Secreto eran guaruras con sus tejanos, unas pistolas 45, sus zapatos de tacón de muñeca que disque correteaban a los rateros, esos son ágiles, son atletas: la policía eran unos gordinflones, pero eso sí usaban hasta la pipa, parecían guaruras de esos nacos pero con pipa. Yo he conocido a los mejores agentes del servicio secreto de Toluca, como Rafael Naranjo Tejeda que vivían en una vecindad que ahí del museo de Bravo y Lerdo había una vecindad para arriba, allí vivía Naranjo con su mamá y varias personas, no tenía salida arriba, ahí en la entrada, eras una entradita muy angosta, ahí vivía Naranjo, ahí vivió Monroy, ahí vivó el viejo Corona, el viejo Mendoza, López Aguirre. Y las dueñas de la vecindad importante como la del Hoyo y la del Corregidor Gutiérrez, era la mamá de Raúl Olascoaga Pliego. Javier Ariceaga y don Poncho Sánchez García eran hombres diccionarios, seres humanos enciclopedia que tuvo fortuna Toluca y municipio de tenerlos por vecinos de generaciones cercanísimas, pues nos han dado identidad, sabiduría, corredurías aprendiendo en carne propia lo que es hacerse cronista poniendo los pies en el piso de polvo o en la avenida para recorrer la ciudad en sus ajetreos que hacen felicidad o tristeza.