PSIQUIATRÍA AL PASO
La vida les da sus peores batallas a sus mejores guerreros, frase cuyo autor, con todo respeto, no recuerdo en este momento. Es ahí donde muchos nos hacemos la pregunta: ¿Por qué cuando mejor persona soy, peor me trata la vida?
Muchas veces pensamos que por ser buena persona o por obrar bien o por querer el bien de la gente, la vida no nos va a golpear, no tiene derecho a golpearnos. Es falso, porque la vida nos va a golpear y con fuerza, en muchos momentos y sobre todo cuando más distraídos andamos. Por ser buena persona o por hacer el bien a la gente, que es el deber ser, eso no le quita a la vida el derecho y el deber, porque tiene el deber de golpearnos de vez en cuando, el deber de reventarnos contra el piso o tirarnos en caída libre desde un helicóptero si es necesario, porque en los golpes, infaustamente siempre hay un aprendizaje mucho más grande, que nos cala, que nos marca mucho más que cuando la vida nos hace cariño y nos da cobijo. A veces, diría que casi siempre, en la pena y oscuridad sin salida, hay más aprendizaje que en la dicha y el camino lleno de flores en medio de la primavera.
Vivimos constantemente molestándonos y peleándonos con la vida cuando nos golpea y maldecimos por acá y por allá. Es eso lo que hace que nos sumerjamos en un pozo profundo, más profundo que el pozo donde estaba el sapo prisionero, que después se convirtió en príncipe. Ese famoso pozo, hoyo, hueco, es muy desesperanzador y pareciera siempre que no tiene fondo.
Uno de los aprendizajes más bonitos que nos da la vida es que el pozo, sí tiene fondo, pero lo vamos a descubrir cuando salgamos de él, mientras que estemos dentro estaremos perdidos, deambulando sin sentido y no sabremos ni tendremos consciencia de lo que está pasando necesariamente. En ese tránsito, en ese viaje, en ese remolino, montaña rusa que no tiene cuando parar, tan horrible, espantosa, muy espantosa, de película de terror, la vida solamente nos da y nos recuerda lo que necesitamos en ese momento que es simplemente poner pausa y escucharnos y prestarnos atención a nosotros mismos. Son en esas paredes de ese pozo del sapo prisionero, donde rebota el sonido, con ese silencio escalofriante.
¿Qué es ese sonido?, ese sonido es nuestro eco, nuestro yo y nuestro otro yo, el eco de nuestros pensamientos y si estamos en ese pozo probablemente es porque lo necesitemos, porque la vida nunca nos va a dar más de lo que podamos soportar y nunca nos va a dar nada que no necesitemos en cada momento, en ese preciso momento. La vida nos va a golpear mucho y duro, a todos, sin excepción de raza, apellido, estatus, y no por ser buenas personas nos va a soltar ni dejar de golpear, tal vez necesitemos aprender algo de ahí, de aquel pozo en el que nos encontramos. Dudo que haya una persona en el mundo que no haya caído en el pozo, todos caemos, pozo = aprendizaje, la fórmula de la vida.
Mi hija cuando tenía ocho años y mi hijo cinco, me preguntaron con la inocencia y pureza de corazón de la propia edad: Mami, ¿Por qué siempre las personas buenas sufren más y les hacen más daño?, y yo medio en pausa por la pregunta inesperada, les respondí: Hijos cuando entran a un vivero con jardines bellos llenos de plantas y flores ¿qué flor arrancarían primero?… se quedaron pensando. Hoy, ya más vividos y maduros la vida les da constantemente la respuesta.
Al pozo nos caemos muchas veces porque somos nosotros, nuestros propios enemigos, cuando deberíamos ser nuestros mejores amigos, nuestros mejores aliados, porque lo más importante es amarnos a nosotros mismos, es algo que aprendemos con el inevitable tiempo y los varios pozos donde caemos, tenemos que amarnos, sino no vamos a ser capaces de amar a nadie más, por más convencidos que estemos de que somos capaces de amar.
Tenemos que llevar nuestras batallas arregladas, para poder librar más, todas las que la vida nos da constantemente.
Tenemos que amarnos a nosotros mismos, conocernos a la perfección, ser nuestros mejores amigos, es crucial e importante, muy importantes ser capaces de mirarnos al espejo y reconocernos, porque cuando nos miramos y no logramos vernos, es muy duro, porque estamos perdidos y perdernos en la vida es demasiado duro, pero a veces sumamente necesario.
Tenemos que perdernos en algún momento de nuestra vida para recuperarnos y venir con más fuerza, encontrar el camino de vuelta a casa, de vuelta a la felicidad, a la vida misma, como el ave fénix que resurge de las cenizas.
Tenemos que perdonarnos, cometemos muchos errores, es inevitable, somos errantes de nacimiento, pero no podemos ir por la vida con una mochila de escalar montañas, llena de peso, llena de culpas que no nos sirven, cargadas del pasado, del presente y a veces del futuro, cuando es innecesario, insisto, todos cometemos muchos errores, pero tenemos que perdonarnos a nosotros mismos, sino no vamos a ser capaces de perdonar a nadie más.
Tenemos que aceptar que en algún punto mentimos, todos mentimos, todos traicionamos, todos hemos hecho daño a alguien, a todos nos han partido el corazón en dos, cuatro, seis pedazos.
Tenemos que tomar consciencia, que todos vivimos juzgando constantemente y también somos juzgados y prejuzgados, nadie se va a librar de eso, hasta ahora nadie se ha ganado el título de perfecto.
Tenemos que procurar conocernos, trabajar mucho en eso, día a día.
Tenemos que respetarnos porque la vida ni lo que ella conlleva lo va a hacer por nosotros.
Tenemos que hablarnos a nosotros mismos, como le hablaríamos a un ser querido, nunca peor, nunca menos, siempre igual, o hasta más, sin traspasar el límite del ego.
Hay que reconocer con empatía muchas cosas, tenemos que aceptarnos, no todo lo que somos o vemos en nosotros nos va a gustar, cada persona es totalmente diferente, con procesos diferentes y las circunstancias en las que se encuentra.
Nunca vamos a ser los mismos que hace diez o cinco años atrás y tampoco vamos a ser los mismos de aquí a veinte años. La esencia siempre la llevamos dentro, pero según las circunstancias y vivencias de nuestra vida, la esencia cambiará. La vida está hecha de elecciones, de decisiones y a veces no vamos a tomar las mejores.
Sin embargo, tenemos que perdonarnos y continuar, no vamos a lograr el título de perfectos, nunca, jamás, eliminemos ese concepto de la cabeza. Lo que sí podemos es continuar buscando el equilibrio con nosotros mismos, seamos compasivos, comprensivos, tolerantes y démosle una mano a aquella parte de nosotros que se pierde y no nos deja salir del pozo, no dejemos que el pozo, nos quite la ilusión y el derecho de vivir y gozar nuestro yo que busca su mejor versión de sí mismo, porque son esas versiones las que siempre nos ayudarán a salir de él.